Entrevistas |Pablo A. Martín (Tangerine Flavour)

«No significa lo mismo para alguien una canción de desamor que una sobre el suicidio o sobre la propia existencia»

Por: Alfredo Villaescusa

La llamada música de raíz no puede decirse que sea uno de los géneros más populares del momento, pero de un tiempo a esta parte parece que se está creando toda una escena con unas cuantas bandas a las que eso de mezclar no les produce vértigo en absoluto. Precisamente, en ‘Empty Fantasies’ estos madrileños ya demostraron una insólita versatilidad que iba desde el country o el bluegrass al soul, con referentes tan variados como Whitesnake, Barón Rojo y The Beatles, entre otros. Dicha amplitud de miras no abunda demasiado, por lo que el cantante y guitarrista Pablo A. Martín no tarda en coincidir con Alfredo Villaescusa.

¿Cómo surge el título de ‘Empty Fantasies’?

“Este es un disco de canciones. No pensamos en una unidad conceptual, de mensaje o de estilo, simplemente en seleccionar nuestros mejores temas de entre los muchos que habíamos acumulado desde el primer álbum. Lo que pasa es que, sin pretenderlo, fueron cogiendo una forma interesante y las piezas del puzle encajaron de una manera inesperada. “Empty Fantasies” era, por un lado, la canción que mejor recogía todo lo que hay en el disco y, por otro, un mensaje que refleja muy bien el sentido final del álbum y el estado anímico por el que pasábamos. Estamos cansados de las “empty fantasies”, de los gurús de la industria y del blablablá en general, vamos a centrarnos en hacer lo que nos dé la gana”.

Habéis tardado cuatro años en dar forma a este último disco. Creo que empleasteis dicho tiempo en reconfigurar la banda y otros asuntos, ¿no?

Nosotros lo llamábamos “La maldición del segundo disco de Tangerine Flavour” (risas). De hecho, fue un nombre que rondó en nuestras cabezas para este segundo LP. Fue una época convulsa y complicada, la verdad. Teníamos una discográfica cojonuda que se fue a pique, todos los planes de nuevo disco se diluían, miembros que se bajaron del barco y una maldita pandemia... Hubo momentos críticos y mucha frustración. Pero no podíamos no seguir adelante, es nuestra forma de ser, esta banda es nuestra vida y nos rehicimos. Parece un topicazo, pero realmente salimos muy reforzados de aquello y el disco superó todas nuestras expectativas, a todos los niveles, afortunadamente también en cuanto a acogida. Ahora estamos mejor que nunca”.

¿Qué diferencias principales destacaríais entre ‘Empty Fantasies’ y ‘No Hard Feelings’?

“‘Empty Fantasies’ ha abierto el abanico. El primer disco era orgánico, con un sonido más crudo, Americana Music de manual. Este segundo trabajo es más ecléctico. Al final simplemente es recorrer el Mississippi hasta llegar a Nueva Orleans un par de veces, no hemos cambiado tanto. Pero hay elementos jazz, soul, funk o pop que no aparecían en ‘No Hard Feelings’. Con el primer disco nos situamos en el punto de partida adecuado, con el segundo hemos tirado un puente hacia donde queremos llegar”.

A pesar de que lo vuestro siga siendo la música de raíz, en esta ocasión os dejáis contagiar por el soul o el funk, como sucede en “B Positive” o “After the Long Night”. ¿Fue deliberado este movimiento o surgió de manera natural?

“Creo que podemos decir que, para bien o para mal, todo lo que hacemos a nivel compositivo, musical y estilístico es absolutamente natural y espontáneo. No queríamos ser solamente una banda de country, folk o americana. Nos gustan muchas más cosas y en la mezcla y la variedad está nuestra fórmula. Es lo que se hacía décadas atrás y es lo que hizo que la música popular alcanzara sus cotas más altas. Ahora parece que la gente tiene miedo a hacerlo y es algo que no logramos entender. Hay que tratar de ser libres en el arte, guiarte por tu propia brújula interior más que por todos esos elementos externos que tienen poco o nada que ver con lo realmente importante: las canciones”.

Respecto a las letras, diría que la perspectiva también ha cambiado, puesto que tocáis temas como la religión en “God” o el suicidio en “What Are You Doing?”. ¿Habéis madurado en este sentido?

“Sí, también las temáticas han cambiado. No sé si es madurez o que nos hacemos mayores o ese cúmulo de circunstancias que planeaban sobre nosotros cuando las canciones se compusieron, pero tuvimos la necesidad de hablar de otros temas más allá del desamor que imperaba en el primer álbum. Puede que fuese una mezcla de todas esas razones. Escribimos sobre lo que nos pasa, lo que sentimos, lo que nos preocupa. Componer es un acto egoísta, sin que ello tenga por qué ser negativo necesariamente. Sentir otro tipo de conexión con los oyentes, con los fans, con el público, ha sido una experiencia inesperada. No significa lo mismo para alguien una canción de desamor que una sobre el suicidio o sobre la propia existencia.

Creo que no existen demasiados grupos en el panorama nacional que hagan música similar a la vuestra, ¿cuáles serían vuestras referencias principales a nivel de bandas? ¿Hay algún artista o banda nacional?

“Los grupos que hacen música de raíces o rock clásico suelen correr el riesgo de parecerse demasiado a otros. De hecho, muchas bandas caen en imitar demasiado, en copiar hasta los personajes. Es justo lo que tratamos de evitar y lo que queremos pensar que estamos consiguiendo. Puedes escuchar muchas influencias en Tangerine Flavour, pero no te sonamos a nada en concreto. Referentes tenemos cientos, desde Whitesnake hasta a los Beatles, pasando por los Allman Brothers, la Marshall Tucker Band o Grateful Dead. También nombres de actualidad como Daniel Romano, Nikki Lane o DeWolff, con quienes además coincidiremos en el Blues Cazorla. A nivel nacional hay muchas bandas que nos encantan German Salto, Pablo Solo, Susan Santos, Suso Díaz, Los Estanques, Rufus T. Firefly... y grandes clásicos como Burning, Leño, Topo, Sunday Drivers, Barón Rojo, Solera o Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán”.

¿Cómo fue trabajar con Josu García a la producción?

“El resultado final del nuevo disco le debe mucho al buen hacer de Josu García y al del resto del equipo (Mark Janipka a los mandos y Toni Brunet). Llevábamos mucho tiempo planteando trabajar juntos y por fin lo pudimos hacer realidad. Alquilamos los Audiomatic Studios de Madrid una semana y grabamos casi todo allí. La manera de trabajar de Josu nos pareció muy eficiente, muy divertida y muy creativa. También la parte psicológica. Nos enseñó muchas cosas, especialmente a nivel arreglos y armonías vocales. Los recordings finales y la mezcla la llevamos a cabo en el estudio de Mark que se llama La Casa Digital. Estuvimos entre algodones y todo fue un maravilloso haz de luz tras toda la oscuridad anterior. Además, a él le apetecía hacer un disco como este. Seguro que volveremos a trabajar juntos en algún momento”.

Empezasteis la gira de presentación a finales del pasado enero. ¿Cómo definiríais este tipo de conciertos?

“Ya hemos finalizado la primera parte de la gira, la de salas y teatros, que nos ha llevado de un lado a otro desde enero hasta finales de abril. Hemos tocado en teatros como en Ceuta y en salas pequeñas abarrotadas como en Málaga o en Ourense. Nos encantan ese tipo de escenarios. Los teatros son más fríos, pero suelen sonar genial; las salas son lo más divertido, tienes a la gente muy cerca, hay una comunión mucho más íntima y personal y la fiesta está asegurada. Ahora empezamos gira de festivales... Callejeando, Blues Cazorla, Aloha Fest y un puñado más que aún no se han anunciado. Cambiamos el chip, pero la esencia es la misma. Lo vamos a pasar en grande. Y, bueno, en septiembre igual cogemos un avión y cambiamos de aires una temporada, quién sabe…”.

El nombre de Tangerine Flavour me parece muy curioso. ¿Le disteis muchas vueltas?

“¡Fue horrible encontrar nombre! Todo lo que se nos ocurría era malísimo (risas). Pero de pronto apareció ese nombre entre bromas, nos miramos y automáticamente supimos que era el adecuado. De aquello hace ya casi diez años”.

Alfredo Villaescusa
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