Crónicas

Skid Row + Double Crush Syndrome: El rollito del ex

«Lo que no guarda mucho sentido es que basen sus actuaciones en un cancionero de alguien que hace varias décadas que no está por ahí ni se le espera y cuyos sustitutos ni siquiera aguantan la comparación»

25 mayo 2018

Sala Santana 27, Bilbao

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

A nada que uno se enganche a drogas tan perniciosas para la salud mental como eso de quedar con chicas, probablemente habrá sufrido en alguna ocasión ese fenómeno en el que una piba no deja de hablar de lo maravillosa que era su antigua pareja, que si hacía esto y lo otro. Así una hora. Y otra. Hasta que te acabas cagando en el ex y en la madre que lo parió, aparte de en la falta de educación elemental que pueden llegar a tener semejantes personas que deberían estar recluidas en cuevas.

Double Crush Syndrome

Pues bien, eso es más o menos lo que sucede con los Skid Row actuales, que centran su repertorio en directo casi en exclusiva en sus dos primeros discos, su laureado álbum homónimo y la piedra angular ‘Slave To The Grind’. Una romántica cena a la luz de la luna, salvo por un detalle esencial. Que su voceras Sebastian Bach lleva ya más de dos décadas fuera de la banda y desde entonces Dave “The Snake” Sabo y compañía no han conseguido encontrar ningún sustituto a la altura capaz de otorgar la dignidad requerida a tan entrañables composiciones.

Ni Johnny Solinger durante más de tres lustros ni el fugaz paso del ex TNT Tony Harnell han logrado disipar la sombra de ese rubiales que se convirtió en todo un sex symbol para miles de féminas hard rockeras durante los ochenta y noventa. Al sudafricano ZP Theart, su cantante del 2018, no le falta tampoco buena planta, pero sus excesivos tonos agudos se revelaron insuficientes a la hora de captar diversos matices, por ejemplo, cuando se arrancaban con baladas. En esta vida el que grita no suele tener más razón.

Ante un ambiente un tanto desangelado oficiaron los germanos Double Crush Syndrome, cuya mezcla de hard rock, metal y punk estaba ya más vista que el tebeo y no aportaba demasiado al panorama, con la excepción de “Die For Rock N’ Roll”, donde exhibieron una leve dosis de agallas. Sus constantes chorradas sin gracia lastraron un show eminentemente tedioso, con algunos picos entretenidos, eso sí, aunque no nos pudimos quitar la sensación de haber contemplado aquello tropecientas mil veces antes. Más postureo que otra cosa.

Por fortuna, para cuando irrumpieron en escena Skid Row la sala se animó bastante en cuanto a afluencia, y no era para menos con un comienzo de dejarte el culo torcido encadenando temazos como “Slave To The Grind”, “Sweet Little Sister” o “Piece of Me”. Lo cierto es que en el apartado instrumental su competencia se tornó absoluta y apenas se observaba mácula respecto a lo que puede escucharse en estudio.

Otra asunto es ya la voz de ZP, un nombre que ya de entrada evoca a un partido de cal viva y jetas en consejos de administración. Su pasado powermetalero en Dragonforce le pesa como una losa y limita sobremanera su interpretación, cualquier cantante mesetario de los que chilla como si le pisaran sus partes nobles podría haber cumplido la misma función. En las piezas tralleras no había mucho problema y hasta quedaban pasables, la carencia se notaba en especial en temas lentos o medios tiempos tipo “18 & Life” que requerían una gama mayor de matices. Ahí ya sí que desbarraba el tipo. Y en unas canciones con una carga sentimental tan profunda, aquello adquiría el calificativo de imperdonable.

Rachel Bolan (Skid Row) en acción

Porque gran parte de esas composiciones estaban plagadas de recuerdos, caso de “Makin’ A Mess”, el primer corte de Skid Row que escuchamos en aquel lejano pleistoceno sin internet durante el vídeo de su actuación en el Moscow Music Peace Festival de 1989 y que rulábamos entre colegas como oro en paño. El bajista Rachel Bolan llamó la atención sobre las diversas camisetas que había entre el respetable antes de arrancarse a cantar el apabullante “Psycho Therapy” de Ramones, pocos días después de que fuera el cumple del eterno Joey Ramone. Fue sin duda el mejor momento de toda la noche por el que mereció la pena acercarse hasta allí y recordar las sabias palabras de los australianos The Dubrovniks: “No me importan las chicas/ No quiero ver el mundo/ No me importa si estoy solo/ mientras pueda escuchar a los Ramones”. Una auténtica actitud vital.

Siguieron tocando hueso en la senda de las emociones con “Quicksand Jesus”, con algunas parejas abrazándose y el pobre ZP perdiéndose entre tanto agudo y certificando que lo suyo no eran las piezas relajadas. Al guitarra Dave “The Snake” Sabo le entró el arrebato simpático y mandó levantar la priva mientras se bebía en plan macho alfa su propia cerveza de trago. Yeah. “Monkey Business” debería constituir un subidón inevitable en casi cualquier circunstancia, y así resultó en un comienzo, antes de que les diera a los norteamericanos por enredarse en divagaciones innecesarias que no aportaban nada y que se antojaban más bien tretas marrulleras para comer tiempo de actuación.

ZP (Skid Row) hizo lo que pudo

Por si fuera poco, también tuvimos el típico numerito de hacer el chorra con el público, ese tipo de cosas que constituyen el cáncer de la música en directo para los que abogamos por los bolos trepidantes sin pausas ni brasas de por medio en la mejor tradición de los Ramones. Y después de depositar el zurullo onanista, ya se ausentaron de las tablas sin ni siquiera llegar a la hora de concierto. Penoso.

Menos mal que regresaron ipso facto con la popular balada “I Remember You”, que ZP gritó como pudo, y “We Are The Damned”, la única composición relativamente “nueva” de la velada, en esa ocasión no desentonó para nada el vocalista. “Get The Fuck Out” pudo funcionar también por idéntico motivo. Y el himno de rebeldía juvenil “Youth Gone Wild” coronó un recital en el que “nos habían pateado el culo”, según propia confesión de los de Nueva Jersey. En fin, vaya flipaos.

Quizás todavía necesiten peinar más canas para decidirse a volver con Sebastian Bach, ya después de la reconciliación de Axl y Slash de Guns N’ Roses cualquier cosa debería ser posible en este mundo. Lo que no guarda mucho sentido es que basen sus actuaciones en un cancionero de alguien que hace varias décadas que no está por ahí ni se le espera y cuyos sustitutos ni siquiera aguantan la comparación. Es un poco el rollito del ex omnipresente que mencionábamos al principio de la crónica y que parece encontrarse vivo y muerto a la vez cual gato de Schrödinger. Ni contigo ni sin ti.

Alfredo Villaescusa
Etiquetas: ,

Categorizado en: , ,

Esta entrada fue escrita por Alfredo Villaescusa

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *