Crónicas
ProgPower Europe 2019: Un festival diferente
«Un festival que va más allá de lo musical; es una familia, una reunión de amigos en el que todas y todos los amantes de la buena música son bienvenidos»
Del 3 al 6 de octubre de 2019
Sala Sjiwa, Baarlo (Países Bajos)
Texto: Jason Cenador / Abraham Sarache (jueves y viernes). Fotos: Hughes Vanhoucke
Los devotos del rock y el metal progresivo tienen su pequeña gran Meca en este formidable y familiar festival ubicado en la localidad neerlandesa de Baarlo, muy cerca de la frontera con Alemania. Sin saber muy bien el ambiente que me iba a encontrar allá pero habiendo oído inmejorables referencias, nos plantamos en él para vivir una experiencia que va mucho más allá de los innumerables estímulos sensoriales que la creatividad musical en su máximo exponente puede desencadenar.
Y es que el ProgPower Europe más que un festival, es una reunión de amigos y amigas unidos por una misma pasión, la edificada por canciones laberínticas, estructuras inexploradas y, en definitiva, canciones sin más corsé estructural que el surgido en el preciso instante de su génesis. Además de la maratón de conciertos de los dos días principales y de los shows de la fiesta de bienvenida, el jueves, y de la primera jornada oficial, el viernes, este festival sobresale por sus afterparties en el sótano de la sala que alberga todo el evento, de apenas medio millar de aforo a ojo de buen cubero, y la fraternidad que alcanza su cénit en las reuniones hasta altas horas alrededor de una enorme hoguera que se dan todas las noches en el patio del castillo donde muchos de los asistentes se alojan.
Fue llegar ahí y, antes de siquiera preguntarnos nuestros nombres, recibimos una cálida bienvenida y unas latas de cerveza por parte de los ahí congregados. Y nos volvimos con las redes sociales a rebosar de peticiones de amistad y con la sensación de haber ampliado en la dirección correcta el círculo social allende los Pirineos. Entre los y las asistentes, gente de lugares tan dispares como Noruega, Gales, Kamchatka (sí, la península al oriente de Rusia) y todos los países europeos que a uno se le puedan ocurrir, incluyendo, claro, Holanda, Alemania y Bélgica.
JUEVES
El concierto de Ragnar Zolberg que encarnó la pre-party del festival se realizó en la capilla del Castillo de Berckt como todos los años, sitio donde residen los visitantes más adeptos al festival y las bandas que tocan en él.
La sala estaba llena y la gente, impaciente por poder escuchar algo de música de calidad. Ragnar con un sonido nítido, una voz rasgada y una guitarra acústica, logró meterse en el lado más melancólico y oscuro del público. Su concierto acústico fue más.
Me sorprendió con su canción “Closure”, con un toque alternativo y oscuro… ¡Increíble lo que este hombre puede hacer con su voz!
Cuando tocó “Rockers Don't Bathe”, canción que después versionó llamándola "Meaningless" con Daniel Gildenlöw cuando era parte Pain of Salvation, mucha gente se emocionó.
En la segunda parte del show, se ganó al público con los covers de “The Show Must Go On” de Queen y “A touch of Evil” de Judas Priest. Un gran comienzo de lo que para muchos es el mejor festival de metal progresivo en Europa.
VIERNES
El primer headliner del día fue Voyager, que de todo el festival era la única banda, junto a Perséfone, que lo conocía previamente. Obviamente se notó en la forma en la que interactuaron con el público.
Tocaron temas como “Hyperventilating”, mostrando una veteranía y fuerza increíble, o “Brightstar”, el que más me gusto de su repertorio. Esta última es una canción con mucho sentimiento, unas melodías realmente exquisitas, cambios de métrica y síncopas por doquier. Por su parte, “Colours”, del disco nuevo, combina lo mejor del metal moderno y la electrónica de los 80 con un estribillo súper pegadizo. “Ascension”, que sonó más tarde, es una canción que conocía por un vídeo que vi en YouTube y que nos lleva más hacia el lado más comercial del prog metal moderno.
La banda es un verdadero diamante en bruto. Tiene una sinergia inigualable en el escenario, te da la impresión de que estás viendo a unos mejores amigos tocando juntos. Sus diversos chistes, conversaciones sobre declarar impuestos y lo de comer zanahorias y pimientos mientras tocaban solo demuestra la sencillez y el corazón honesto de la banda.
Simone Daw, la guitarrista solista, saca a su instrumento un sonido súper orgánico, definido y potente, aparte de ostentar una puesta en escena impresionante. Voyager en general es una banda sonriente, talentosa y con muchas ganas de comerse el mundo de la música. ¡100% recomendados!
El segundo cabeza de cartel fue la Diablo Swing Orchestra, honestamente una de mis bandas favoritas. Había esperado mucho tiempo para verles, como mucho de los presentes en la sala, ya que tocan muy poco y normalmente en Latinoamérica o Rusia. De hecho, nunca tocaron en Suecia, de donde provienen.
En ProgPower Europe siempre hay una banda que es la cosa más rara del festival. Diablo Swing Orchestra fue esa banda este año, integrada por una voz líder masculina (Daniel håkansson) de la onda alternativa de los 2000, una voz líder femenina (Kristin Evegård) con un rango vocal prácticamente infinito y una cantidad de técnicas vocales desde growls hasta vibratos en los más altos rangos soprano, una trompeta, un trombón, un violonchelo, un bajo, dos guitarristas y un batería.
Nadie espera ponerse a bailar en un festival de metal progresivo como PPE, pero la banda no le dejó muchas opciones al público entre temas que combinan ritmos latinos, complejos arreglos vocales, unas líneas de bajo potentes, melodiosas y muy rítmicas; guitarras pesadas y unos vientos metales con aire balcánico. Canciones como “Voodoo Mon Amour”, “Guerrilla Laments”, “Balrog Boogie” y “Black Box Messiah” fueron los platos fuertes de la noche. Qué energía y personalidad tiene este grupo en directo. Una de las cosas más relevantes de este conjunto avant-garde es que no usan ningún tipo de secuencia o pista pregrabada, cosa que es cada vez más común hoy en día.
Hubo momentos de risa, baile y romanticismo en el escenario durante casi hora y media. El violonchelista, Johannes Bergion, que estuvo sentado casi durante todo el concierto, en la última canción apartó su instrumento a un lado y comenzó a bailar swing con la cantante al ritmo de “A Tapdancer’s Dilema”, mientras los metales y el bajo de Anders Johansson no paraban la fiesta en un mar de guitarras distorsionadas. ¡Momento épico!
Una banda para amantes del avant-garde y todo aquel que quiera escuchar algo fuera de lo común.
https://www.facebook.com/Rockintoxicated/videos/10157311241481251/
SÁBADO
La primera jornada larga del evento fue inaugurada por los cuasi locales Scarlet Stories, un combo marcado por la irreductible personalidad de su vocalista, Lisette Van Den Berg. Difíciles de aprehender para el oído ajeno a estas tesituras melancólicas, atmosféricas y en buena medida pausadas, aunque con arrebatos de enérgica electricidad, imprimieron su dark progressive con temas como “The Tell-Tale Heart”, las dos partes de “Gallows”, “In Blood” o “Nostalgia in a Closed Mind”.
La banda empezó como dúo, pero poco a poco se fueron sumando músicos, la última la violinista, que se mantuvo en buena parte del concierto sin hacer uso de su espectacular violín con luces led por no contar los temas con ese instrumento ni haberse adaptado hasta el momento. Sí sobresalió, con su otro violín, el clásico, en el momento acústico de la actuación.
Los siguientes en liza fueron los mexicanos Anima Tempo, a la postre uno de los grupos que más consiguieron soltar al vuelo nuestra emoción. Con un metal progresivo más ortodoxo, cercano a Symphony X y con ocasionales guiños hacia el metal extremo, en el que desbordaba la virtuosa y trabajadísima guitarra de Dante Granados, el conjunto oriundo de la Ciudad de México convenció y de qué manera a los asistentes con piezas como las que integran su primer elepé, ‘Caged in Memories’, un trabajo que salió en 2016 y del que se espera sucesor como agua de mayo.
El concierto del cuarteto azteca se saldó con la ovación colectiva de un público entusiasmado con su opulenta calidad y con la química que la propia banda, y en particular su frontman, Gian Granados, trabajaba con el susodicho. Hasta se arrancó a cantar el “Cielito lindo” como buen embajador de su país, aunque, como pudimos comprobar alrededor de la hoguera del castillo, por esas latitudes se conoce mucho más “La bamba”.
Los terceros antes de la pausa para cenar, que por aquellas tierras era alrededor de las cinco de la tarde (¡qué diferentes son los horarios en la vieja Iberia!), fueron los británicos Voices From the Fuselage, que pese a la finura con la que se desenvuelven sus componentes bajo los focos y su indebatible solvencia técnica, no lograron conquistarnos ni despegarnos del firme en ningún momento.
Profundos y emocionales pero abrumadoramente repetitivos, se presentaron sin bajista y dejaron mejor sabor de boca al arrancar que al terminar, como esa cerveza que sabe deliciosa al comienzo pero después deja un incómodo amargor. Algo más de versatilidad les sentaría de maravilla, porque cogidos de uno en uno, temas como “Life On Titan”, “Via” o “Meteorites” suenan incólumes, pulidos y evocadores.
Tras la pausa, en la que la barra de comida a las puertas de la sala y el food truck que hacia esquina con ella trabajaron a pleno rendimiento, se presentaron ante nosotros los italianos Kingcrow, a nuestros ojos la mejor banda de la jornada junto con los mexicanos. Con un metal progresivo audaz, diverso y permanentemente entretenido, que no escatima en redondez y en brillantez melódica, fueron el acicate ideal para que la digestión no nos amodorrara.
Canciones como “Devil’s Got a Picture”, la arabesca “Night Descending”, en la que recordaron cuando compartieron escenario con Daniel Gildenlöw, de Pain of Salvation; o “In Cresciendo”, tratada como una clásica de su repertorio, no estaban exentas de secuencias disparadas, pero deslumbraron con una ejecución potente y muy pero que muy atinada.
Desde Seattle arribaron a Baarlo los portentosos Ghost Ship Octavius, uno de los conjuntos que exhibieron un sonido más robusto. Con un maquillaje blanquecino que palidecía sus rostros, los norteamericanos no dejaron sin exprimir ni un gramo de la tremenda energía con la que afrontan sus directos, energía que coexistía a la perfección con unas impresionantes guitarras que casi nos roban en alientos en solos de temas como su más reciente single, “Edge of Time”; la inaugural “Delirium” o la colosal “Saturn and Skies”, con la que dieron carpetazo a su actuación.
Aún son dos los discos que larga duración los que tienen a sus espaldas, pero son muchos los argumentos que incitan a pensar que este grupo tiene mucho margen para crecer a escala internacional.
Echó el candado a la jornada de conciertos la veterana banda californiana Psychotic Waltz, fundada en San Diego a mediados de los ochenta y con una turbulenta historia pasada por diferentes parones y reuniones, la última en 2010. Pese a ser el combo con más pedigrí del día, reunió a mucho menos público que sus predecesores, público que fue disminuyendo aún más a medida que avanzaba un concierto soporífero que en ningún momento consiguió enganchar al personal.
Quedó de relieve que el estado de la voz de su frontman, un Buddy Lackey que no cesó de articular extraños gestos más propios de un superhéroe de la Marvel, no era para nada el mejor, y aunque la calidad con la que músicos como el guitarrista Brian McAlpin, magistral sobre su silla de ruedas, no es discutible, lo cierto es que entre la desasosegante monotonía de sus temas y las salidas de tono, literalmente hablando de Lackey, que echó mano esporádicamente a la flauta, el concierto fue un fiasco. Ni siquiera la fallida versión del “Children of the Grave” de Black Sabbath, metida con calzador tras cortes como el novedoso “Pull the String”, el también nuevo “Back to Black”, “Mosquito” o “Nothing”; consiguió levantar aquello.
DOMINGO
La última jornada del festival fue inaugurada, con poca gente aún en la sala, por los soberbios y sorprendentes Lost In Thought, que, procedentes de Gales, se reivindicaron como una de esas bandas que tan pronto como uno las descubre, tiene la sensación de que merecen mucho más reconocimiento y expansión. Afables con los presentes y con temas expresivos y muy bien culminados, nos metieron de lleno en su propuesta desde el primer acorde. Además, estrenaban teclista, algo bienvenido tras una jornada, la anterior, en la que todos los teclados fueron disparados.
“A New Life” inauguró un repertorio fastuoso que nos mantuvo atentos a cada segundo gracias a la redondez, la calidad y la exuberancia de temas de prog con clase y desparpajo como “Ascendance”, Open Your Eyes”, “Legacy” o “Absolution”. Muy recomendables, con personalidad propia y con un estupendo sentido de la musicalidad más allá de lo técnico.
La lucidez técnica fue más lejos todavía de la mano de Prehistoric Animals, que, oriundos de Suecia, llevaron a la provincia más meridional de los Países Bajos, Limburgo, un progresivo ecléctico y levemente impregnado por esa atmósfera fría y melancólica más propia de las bandas escandinavas. Sus recursos melódicos y el faro que constituyen las estupendas y cambiantes melodías del teclado y que guía a un muy buen puerto al resto de los ingredientes del grupo fueron tan de nuestro agrado como el acertado uso que hicieron de la pantalla gigante que ocupaba la parte trasera del escenario. La experiencia musical y la visual se entretejían como la lana en uno de esos jerséis con los que paliar el frío nórdico. O el que hacía en la sala, porque fuera llovía a cántaros y, como la puerta estaba abierta, no nos quitamos la sudadera prácticamente en todo el día.
“We share love, it’s everything” (compartimos el amor, lo es todo) fue la frase, repetida hasta la saciedad en “Never Though I Was a Monster”, tema con el que finiquitaron un show en el que también dieron rienda suelta a su calidad en “Burn the Ground”, “Run Stranger, Run” o “A Ghost Came One Day” entre otros muchos.
Una de las actuaciones más esperadas del festival era la de Rendezvous Point, combo procedente de Noruega que completaba la dupla escandinava y en el que milita nada menos que el sobresaliente batería de los mucho más célebres Leprous, Baard Kolstad, curtido también en otras formaciones de renombre con ICS Vortex, Ihsahn, Borknagar o In Vain. El rompeparches es un verdadero genio de las baquetas, un erudito de los cambios de ritmo y un salvaje de la percusión que, da la sensación, es capaz de tocarlo absolutamente todo, ¡qué barbaridad!
Aunque Kolstad aglutinaba buena parte del protagonismo, el cual no sale tanto a relucir en su banda principal, el resto de componentes no se anduvieron a la zaga y completaron un show de exquisito metal progresivo con una dedicación que alcanzó su cumbre cuando el vocalista se bajó a cantar entre el público. Presentaban su más reciente trabajo, ‘Universal Chaos’, una maravilla de la que cayeron cortes como “Digital Waste”, “Pressure”, “Universal Chaos” o “Apollo”, que convivieron con canciones pretéritas como “Mirrors” o “Wasteland”. Delicia total.
Tras la pausa para cenar – en nuestro caso, para merendar –, una de las bandas neerlandesas más veteranas en terrenos del metal progresivo hizo acto de presencia. Kong eran conocidos y aclamados por todos los presentes, y llevan explorando vericuetos musicales inverosímiles desde finales de los ochenta. Su show, netamente instrumental, empezó en lo que fue una aproximación al post rock en toda regla, y fue incorporando más y más elementos electrónicos hasta culminar en sonidos inusitadamente industriales que bien podría firmar el mismísimo Al Jourgensen, de Ministry.
Los de Ámsterdam también hicieron un magnífico uso de la pantalla, mejor que cualquier otra banda, ambientando cada composición con imágenes y vídeos de naturaleza y de comportamientos humanos, y ayudando a suplir con imágenes la carencia de mensajes letrísticos. Imprevisibles y fascinantes, nos hicieron sucumbir a los mundos paralelos que sugería cada pieza, mundos ideados e interpretados de manera diferente por cada uno. Es lo hermoso de la música, cada persona la vive, la siente y la identifica a su manera.
Más próximos al metal progresivo más convencional, aunque no por ello menos entusiasmantes, se exhibieron los que más distancia tuvieron que recorrer para llegar al lugar. Desde Australia, nada menos, llegaron Teramaze para defender con la solvencia de verdaderos profesionales las trabajadísimas composiciones de sus seis álbumes de estudio, cantidad nada despreciable que termina por no extrañar cuando descubrimos que llevan en activo desde 1993. Normal, por lo tanto, que su directo estuviese tan engrasado y fuera tan preciso, tan milimétrico, como el mecanismo de un reloj suizo.
Elegantes y muy bien plantados, descargaron para deleite del personal temas como “From Saviour to Assassin”, “A.N.I.M.A.L.S.”, “Bodies of Betrayal”, “Delusions of Grandeur”, “Broken” – en principio, primera vez que la tocaban en vivo –, u “Ordinary Dream”. Allanaron el terreno para la traca final, que cada vez estaba más próxima y que detonaron por todo lo alto los andorranos Persefone.
La banda más grande que jamás ha parido el pequeño país pirenaico era uno de los platos fuertes de todo el festival. Que encabece un evento de estas características es la prueba más fehaciente del hueco que se ha abierto en la escena europea del metal progresivo, hueco que sin duda se ensanchara aún más cuando, el año que viene, publique su esperado nuevo álbum, en cuya confección llevan tiempo trabajando duro, hasta el punto de que su actuación en Holanda era prácticamente una escapada para retomar el directo en un año en el que prácticamente no se han prodigado en estas lides.
No defraudó la actuación del sexteto, sencillamente demoledor con esa explosiva combinación de death metal melódico de corte contemporáneo y frondoso metal progresivo, que no escatima en intensas y absorbentes atmósferas y en desarrollos instrumentales propios de verdaderos maestros, consecuencia de genialidades compositivas como las cuatro partes de “Aathma”, con la primera de las cuales inauguraron el show, cerrándolo después con las otras tres interpretadas del tirón.
Entre medias, trallazos como “No Faced Mindless”, la sensacional “Spiritual Migration”, “Cosmic Walkers” o “Living Waves”, en la que el vocalista, Marc Martins, trató sin éxito de desconectar el monitor, puesto que, al utilizar in-ears, le llegaba el sonido de dos fuentes diferentes. Consiguió que lo desactivasen desde la técnica para proseguir con salvaje dedicación y un derroche de actitud descomunal con canciones como “The Endless Path”, “Stillness is Timeless”, “One of Many” o “Prison Skin”, en las que los movimientos de guitarra de Carlos Lozano y Filipe Baldaia nos dejaban sin palabras.
Con un show plagado de contrastes entre voces guturales y limpias, y pasajes devastadores y otros más evocadores, despidieron por todo lo alto un festival que va más allá de lo musical. ProgPower Europe es una familia, una reunión de amigos en el que todas y todos los amantes de la buena música son bienvenidos. Uno ya quiere repetir - en 2020, Abraham Sarache, quien nos ha ayudado con la crónica de las dos primeras jornadas, es el músico confirmado para la pre-party - y está deseando reencontrarse con tanta gente maravillosa a la que el prog ha unido sobre un mismo escenario, el de la Sala Sjiwa de Baarlo.
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1 comentario
Gran crónica la que se han marcado a través de este festival de Rock progresivo en la pequeña pero rockera Holanda y con todas las bandas que en su estilo cada cual estuvieron a la altura a través de estos grandes temas que ostentan. Hay cantera cuando DREAM THEATER lo dejen.