Crónicas

The Hawkins: Un vendaval sueco

«Todo un vendaval sueco asoló esa noche el norte de la península con copiosas dosis de talento y ganas de epatar a la peña para regalar. Una tormenta que a buen seguro arreciará en los otros puntos que les quedan del país y que cualquier melómano no debería perderse bajo ningún concepto.»

1 noviembre 2021

La Nube, Bilbao

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

Seguimos avanzando hacia la plena normalidad con auténticos pasos de gigante, similares a la gesta que protagonizó Armstrong al pisar la luna por primera vez en 1969. Si el hecho de poder ver ya conciertos de pie nos pareció el no va más en materia de libertades recuperadas, faltaba todavía por ahí algún fleco pendiente como ese de gozar de bolos hosteleros en los que no cabe ni un alfiler y en los que tirar fotos se convierte en una ardua tarea digna de tipos aguerridos sin miedo a fatales consecuencias.

La parada de los suecos The Hawkins en el mítico garito bilbaíno La Nube fue una de esas ocasiones. Agotaron entradas, por lo que se concentró una notable porción de humanidad, y el entusiasmo del personal engrandeció una cita que sucedió casi en un visto y no visto, a pesar de que la banda se vio obligada a alargar su repertorio hasta un par de veces. Y se podrían haber tirado toda la noche, si nos ceñimos al nivel de emoción de los parroquianos, que se incrementó a medida que avanzaba la actuación.

La verdad es que The Hawkins eran buenos en su oficio, por lo que no dudaron en aportar dinamismo desde el primer instante, igual que si aquel fuera el concierto más importante de su vida. No obstante, tuvieron que cancelar el anterior bolo de la gira por una infección del cantante, así que pillarían el asunto con más ganas de lo habitual. O quizás es que ellos ya venían así de fábrica. Sea una cosa u otra, bravo por los que salen al escenario con ímpetu y no se limitan a transformarse en meros gatos de escayola.

El palo de estos suecos resultó además tan variado que podrían pasar de emular a The Darkness  o a Queen, en sus momentos más cañeros, a pisar el acelerador en plan punk en piezas tipo “Turncoat Killer”. Y eso mientras encima de las tablas los enérgicos muchachos agitaban cabelleras y levantaban mástiles al cielo como The Hellacopters. Su bajista incluso se subió a una tarima en repetidas ocasiones y también fueron frecuentes las incursiones entre el respetable, algo que incendió todavía más los ánimos de la afición.

Como hemos dicho anteriormente, la cita cursó de menos a más y por la actitud de los escandinavos podría pensarse que el evento era de vital importancia para ellos. Con una vestimenta que reincidía en el amarillo y el negro, se elevaron por encima de la multitud como superhéroes con poderes especiales tales como el de conseguir mantener la atención. Luego vas a otros bolos y están plagados de chorras absortos con los móviles a los que la música se la trae al pairo. Aquí no cabía distracción posible si verdaderamente tenías sangre en las venas.

Pero es que sus temas molan mucho, a pesar de que tampoco inventen la rueda. Me quedaría de piedra si me dicen que no enganchan en absoluto cortes del calibre de “Roomer” o “Hilow” de su larga duración ‘Silence is a Bomb’. No cuesta nada meterse en su rollo. Y ya si encima en “Stranger in the Next Room” apelan a clásicos como Led Zeppelin sin descuidar el halo contemporáneo a lo Rival Sons consiguen abarcar al rockerío en un amplio espectro. Por muy cerril u ortodoxo que seas, alguna faceta suya te llamará la atención fijo.

Un servidor, por ejemplo, no encontró pesado ningún tramo del recital, aunque la recta final subió en una intensidad innegable. La directa “Fuck You All I’m Outta Here” puso a darlo todo a las chicas de la primera fila, al igual que al resto del garito, claro. Y la nota graciosa de la velada llegó cuando cayó a los pies del vocalista un objeto pequeño y rojo que la mayoría pensamos que era un tanga o unas bragas. Pero no había que ser malpensados, se trataba de una simple mascarilla. A esos extremos alcanzó la emoción.

Con el público comiendo de la mano, arremetieron con un “Fisherman Blues” que iba incrementando la graduación del mismo modo que los caldos añejos y que revelaba la competencia absoluta de este combo en las distancias cortas, se les notó muy experimentados en el asunto. Ojalá otros salieran con solo la mitad de ganas que ellos.

“All My Birds Are Dead” recordó de nuevo a la banda de Justin Hawkins, pero daba igual, ya se encargaron de dotar a la pieza de magia cumpliendo uno de los rituales fundamentales de La Nube como recorrerse el segundo piso, algo que no dudó en hacer el inquieto bajista. La petición de bises fue estruendosa y captada de inmediato por el vocalista: “Creo que sé lo que queréis decir”. Acto seguido, alargaron el show sin mayores contemplaciones y hasta marcándose un fragmento del “Detroit Rock City” de Kiss. Broche perfecto.

No se les iba a dejar marchar tan fácilmente, por lo que regresaron todavía una vez más con “Frankie Boy”, a tope de revoluciones, punteos al tuétano y mástiles levantados como mandaba la tradición. No dudaron en intercalar una parte del celebérrimo “Beat It” de Michael Jackson y así sacudirse complejos, que desde luego no tenían ninguno. Para recordar.

Todo un vendaval sueco asoló esa noche el norte de la península con copiosas dosis de talento y ganas de epatar a la peña para regalar. Una tormenta que a buen seguro arreciará en los otros puntos que les quedan del país y que cualquier melómano no debería perderse bajo ningún concepto. Y los carcas siguen con la mítica cantinela de que hoy en día no sale nada que merezca la pena. ¡Ja!

Alfredo Villaescusa
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Esta entrada fue escrita por Alfredo Villaescusa

1 comentario

  • Juandie dice:

    Potente actuación de los suecos THE HAWKINS en dicha sala bilbaina presentando su último álbum. Pedazo de gira hispana les espera sin duda.

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