Crónicas

Tako + Budasam en Bilbao: Bendita inconsciencia

«Como ellos propugnaban en uno de sus temas, vamos a quedarnos solo con lo positivo y eso es que se cascaron un auténtico recital sin mácula, sin perder el ritmo en ningún momento y con un Mariano Gil en estado de gracia bordando cada interpretación.»

13 septiembre 2024

Sala Santana 27, Bilbao

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

Hay bandas con las que cuesta coincidir por una razón u otra. En tiempos de desmedida oferta cultural, cada vez resulta más complicado decantarse por una opción determinada y descartar otras posibilidades que quizás sean igualmente interesantes. Nadie dijo que esto fuera fácil, pero en ocasiones la veteranía supone un importante aspecto que hay que valorar, sobre todo si no abundan en el panorama patrio formaciones con varias décadas de trayectoria.

Tako

Esto último es el caso de los aragoneses Tako, que llevan dándole a un rock urbano muy personal desde 1984, cuatro décadas, que se dice pronto. Un servidor les descubrió por casualidad en su día y desde entonces le pareció que algo especial había en esas composiciones que lo mismo descendían a ras del suelo de cualquier garito como que se elevaban en apacible vuelo poético como si fueron unos émulos de Doctor Deseo.

Hacerse hueco hoy en día es complicado debido a la cantidad de eventos rulando por ahí, por lo que tampoco podría decirse que la bilbaína sala Santana 27 estuviera hasta los topes, aunque hubo una reseñable multitud dada la difícil fecha, con mucha peña todavía de vacaciones. Eso sí, gran parte de los asistentes se entregaron como merecía un concierto tan especial como el de esa noche.

Budasam

Calentaron el ambiente con un nivel desbordante los hard rockeros locales Budasam, a los que creo que no había visto antes, pero me parecieron un grupazo de impresión. Con un frontman en el pleno sentido de la palabra, que se dejaba la piel intentando animar al personal y encima clavando los tonos de temazos como “Aquella canción”, una maravilla con aroma Sangre Azul en la que hasta se coló una alusión a la joya de la primera época de Bon Jovi “I’d Die For You”. Touché.

Ya con ese detalle de sibarita nos ganaron por completo, pese a que tampoco habría que desdeñar “Perdidos en septiembre”, “Nada es para siempre” o el resto del repertorio. Es una tremenda injusticia que una propuesta así no reciba mayor reconocimiento con esa inmensa calidad que derrochan sobre las tablas. Bandaza de los pies a la cabeza.

Tako

Seguir sacando temazos es una habilidad que no abunda en los grupos con varias décadas a las espaldas, pero lo cierto es que Tako se han marcado un señor disco con ‘Porque sí’, y eso que estamos hablando de un considerable catálogo que abarca hasta veinte trabajos por lo menos. Con semejantes mimbres iba a ser complicado que se torciera la noche.

Y a buen seguro no lo hizo con un arranque tan rotundo como el que proporcionaba “Ya estamos todos” o “Sin querer”, dos trallazos para reivindicar el rock enérgico sin paliativos. Pero los de Ejea de los Caballeros nunca fueron un grupo de esos que van a piñón fijo, no tardaron en introducir otros matices con la contagiosa “Me sube” o el tono reposado cercano a un cantautor de “La isla”, con una letra nostálgica de esas de las que remueven por dentro.

Tako

Cambiaron de rollo de un plumazo adoptando chulería de cowboys y atmósfera spaghetti western con la trepidante “Con Dios y con el Diablo”, que seguro que la adoraría hasta Javier Andreu de La Frontera. Pusieron una nota más crítica en “Todos contra todos”, que estaba “de plena actualidad por lo que vemos en los informativos”, según la presentó el vocalista y guitarrista.

“Porque sí” mantuvo el empuje dinámico del recital sin dejarse ni un pelo en la gatera y me atrevería a decir que debería acompañarles durante una larga temporada en el repertorio de directo. Qué subidón de canción. Y no merece tampoco caer en saco roto “Ponte en mi piel”, otro corte que ganaba enteros en su traslación al escenario.

Tako

“Pintahierros” apeló a su vertiente emotiva sin perder ímpetu rockero antes de regresar a su último material con “Nadie sabe nada”, que de igual modo encajó cual guante en el show. Cualquiera diría que gran parte de las composiciones de su trabajo más reciente han sido pensadas para adquirir pleno sentido en los conciertos.

“Quiero recordar” evocó aquellos lejanos inicios de la banda en 1984, que surgió “fruto de la inconsciencia”, según nos relataron. Y pisaron a tope el acelerador casi bordeando el punk con “Miénteme”, que se acuerda de todos aquellos fantasmas y seres puros que van “con la verdad por delante”. Tal vez se trate de una especie tan humilde como esa que lleva “vida sana”. Huyamos de ellos.

Tako

“A las puertas del deseo” confirma que siempre fueron un grupo infravalorado, tal vez por encontrarse un poco en tierra de nadie, ni demasiado pastelosos ni demasiado aguerridos, un limbo que en su caso les ha proporcionado una personalidad apabullante. Otra de esas grandes composiciones por las que sin duda merecerían un mayor reconocimiento.

“El viejo resina” apela de nuevo a esa eterna memoria de infancia o juventud, en concreto al árbol en el que se subían viejos amigos de pequeños, algo tan típico de esa franja de edad como lo de construir una cabaña en el bosque. ¿Quién no lo ha experimentado? Y así sin comerlo ni beberlo nos plantamos en la recta final del bolo con el clásico “Carpintero de condenas”, que evidentemente debía caer sí o sí.

Tako

Había, sin embargo, dos ausencias importantes que esperábamos solucionaran en los bises. Pero que no fue así, pues regresaron a las tablas con “Sangre y sal” y “No puedo respirar” antes de rematar con “El enterrador” y ese “Ho Ho Ho Ho” que no desentona a modo de epílogo. Eso sí, hubo que pellizcarse para asegurarse de que no habían tocado ni “Poeta nocturno” ni la balada “La mitad de mis espejos”. La primera por lo menos sí estaba apuntada en el setlist, en cuanto a la segunda, pensábamos que era una de las que tampoco podía faltar, pero vaya.

Como ellos propugnaban en uno de sus temas, vamos a quedarnos solo con lo positivo y eso es que se cascaron un auténtico recital sin mácula, sin perder el ritmo en ningún momento y con un Mariano Gil en estado de gracia bordando cada interpretación. Un pequeño borrón en el repertorio no puede enfangar el resto de trabajo bien hecho. Bendita inconsciencia por haberse liado la manta a la cabeza hace cuatro décadas.

Alfredo Villaescusa
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