Crónicas

Crónica de Roskilde Festival 2023: Jamás dudes del Orange Feeling

«Sin ningún grupo rock en el icónico escenario Orange, no iba a dejar de asistir a mi festival favorito del mundo. No quedaba otra que investigar y descubrir, algo a lo que quizás ya no estamos tan acostumbrados ni los más melómanos»

Del 28 de junio al 1 de julio

Roskilde, Dinamarca

Texto: Juan Luis Herranz

Foto: Peter Troest

Llega el primer fin de semana de julio y con él Roskilde Festival y la crónica del mismo a cargo de Juanlu Herranz. La primera edición de los próximos 50 años de festival, según palabras de la organización, podía resultar frustrante para el rockero a primera vista por su cartel y los horarios pero, una vez más, se demostró que las cosas no son siempre lo que parecen. Aquí tenéis las vivencias de cuatro jornadas deslumbrantes.

Reconozco que tuve mis dudas al ver el cartel de la edición 2023, sin ningún grupo rock en el icónico escenario Orange (a no ser que califiquemos a Blur y Tinariwen de esa manera). Siendo cierto que esto era así y que no iba a dejar de asistir a mi festival favorito del mundo, no quedaba otra que investigar y descubrir, algo a lo que quizás ya no estamos tan acostumbrados ni los más melómanos, como un servidor.

Una vez acabado el festival, sólo puedo decir que jamás volveré a dudar de sus programadores. Quizás no vuelvan a abrazar el mainstream que más me gusta (rock, metal e indie) pero el indudable buen gusto en las bandas pequeñas ha quedado más que reflejado este año. Pasad y echad un vistazo a mi experiencia, donde destacaron sobremanera dos escenarios, Gaia y Gloria, elementos diferenciales para el disfrute de las actuaciones.

Miércoles 28 de junio

Arrancamos el festival en el escenario Gaia con una de las nuevas sensaciones de la temporada, los californianos Scowl. Una banda de hardcore punk que no pierde el tiempo y que en apenas veinticinco minutos de actuación elevaron el ánimo de la mano de su cantante, Kat Moss. Vienen a comienzos de agosto a salas de Madrid y Barcelona, y yo no me los pienso perder en ese entorno de cercanía.

Tras ellos, turno para Fever Ray, el proyecto en solitario de la mitad del dúo sueco The Knife. Un concierto muy visual, en el que varias cantantes femeninas se reparten las cuotas vocales y en el que el público que llenó el Arena disfrutó de lo lindo.

 

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Y de un escenario para casi veinte mil personas, al Gloria, donde apenas entran unas mil en una carpa que hace las veces de pequeña sala de conciertos. Y allí, los norteamericanos Chat Pile demostraron por qué son una de las sensaciones del último año.

Un disco debut deslumbrante, ‘God’s Country’, y un directo incendiario son las cartas de presentación de esta banda de noise rock. Altas dosis de adrenalina y energía para encarar la parte final de la jornada.

En el escenario Orange reinó en la noche el rapero Kendrick Lamar, que es uno de mis preferidos de la nueva hornada salida de la costa oeste americana. Muy buen concepto de show, muy focalizado en su figura, aunque quizás sin el punch de giras anteriores.

Y para concluir el día, mi particular cabeza de cartel en el escenario Arena, Josh Homme y sus Queens Of The Stone Age. Había muchas ganas de reencontrarnos con una de las mejores bandas de las últimas dos décadas, y encima presentando nuevo disco, ‘In Times New Roman…’. Y no defraudaron.

Salieron a matar con “No One Knows” y hasta las notas finales de “A Song For The Dead” nos mantuvieron saltando y cantando como locos. La banda está enchufadísima y la voz de Josh mejor que nunca, lo que demostró un repaso por su carrera salpimentado por temas nuevos de gran calidad como “Emotion Sickness” o “Paper Machete”. Un auténtico seguro en directo que nos dejó en todo lo alto como colofón a la primera jornada.

Foto: Stiig Hougesen Luftfoto

Jueves 29 de junio

El buen tiempo, ni frío ni sol abrasador, nos dejó descansar para arrancar la jornada sobre las tres de la tarde en el Avalon de la mano de Ethel Cain, el proyecto de la joven Hayden Silas Anhedönia, que con su debut, ‘Preacher’s Daughter’, se está haciendo un hueco en el mundo musical.

Música etérea y vaporosa pero con mucha intensidad, donde las canciones con letras poderosas sobre temas de mucha actualidad como la violencia doméstica, los abusos de sustancias o la muerte le confieren un halo muy interesante.

Tras ella llegó un turno para el hip hop. Primero en el Arena de la mano del joven J.I.D. y luego en el Orange con la leyenda Busta Rhymes. El primero animó mucho a la juventud pero adoleció de tener realmente temas que enganchen, y el segundo, que sí tiene esos temas, ofreció un concepto de concierto muy desfasado, con el DJ sólo sobre el escenario quince minutos calentando al público, para entrar después y no terminar de conectar con la audiencia.

Todo lo contrario que lo que pasa con Sudan Archives, donde Brittney Parks monta un buen show con su violín. Música que bordea el jazz y por ratos música africana, que elevó la temperatura en el Avalon. Y de allí al Gaia, a descubrir a la cantautora Indigo de Souza. Sin haber escuchado nada de ella, me convenció su propuesta indie rock. Tres discos a sus espaldas, buena banda de acompañamiento y la sensación de un futuro prometedor.

La primera visita al Orange del día, vino de la mano de Tove Lo, una cantante sueca de indie pop con mucho predicamento en Escandinavia. Lo cierto es que el público estuvo completamente entregado, algo que hace que la experiencia en el icónico escenario siempre aumente, y tiene varias canciones muy coreables.

En ese sentido, el concierto fue muy correcto, aunque claro, si lo comparamos con el de Dua Lipa de la pasada edición del festival, es imposible llegar a esas cotas.

Es muy raro que un artista repita dos años seguidos, y como además nos gustó el año pasado, volvimos a pasarnos por el Arena para ver a Rina Sawayama. Ella es un animal escénico y la actuación, muy diferente en planteamiento a la anterior, nos volvió a dejar atrapados con la capacidad interpretativa de la japonesa.

 

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Nos asomamos brevemente para ver un poco de lo que tenía que ofrecer Lil Nas X en el Orange, habida cuenta que también encabezaba el Mad Cool, pero no conseguimos entrar en una propuesta muy visual, muy de diva, pero en la que quizás el que fallaba era él, así que nos fuimos corriendo al Avalon para disfrutar como gorrinos en cochiquera de Electric Wizard.

Aún no había cazado en directo a los británicos, que no es que se hayan prodigado mucho por nuestro país a pesar de su ya larga trayectoria, y me volaron la cabeza. Los hijos bastardos de Black Sabbath dieron una lección de clase desde el arranque, con la música de fondo del “Procreation (Of The Wicked)” de Celtic Frost y Jus Oborn y sus compañeros aprovecharon sus setenta minutos para ofrecer un "Greatest Hits", habida cuenta que su último disco tiene ya seis años y de momento no hay visos de nuevas composiciones.

Dejamos el doom, pero no las guitarras para ver al cuarteto post-punk Dry Cleaning, que tomaron el Gaia. Con dos discos publicados en tiempos post-pandemia, ofrecen una actuación llena de energía y vitalidad. Perfecta para hacer pogos después de casi doce horas dando vueltas por el festival.

El cierre del Orange venía de la mano de Burna Boy, un nigeriano que mezcla pop y afrobeats y que en Europa ya tiene un predicamento del que carece en nuestro país. Podríamos decir que ofreció lo que se esperaba de él, fiesta y bailes para las masas. Aunque lo disfrutamos moderadamente, lo dejamos a mitad para echar nuestro particular cierre en el Gloria de la mano de Uniform.

Los norteamericanos, que acaban de sacar un disco conjunto con los japoneses Boris, dieron un concierto de industrial metal solo para los muy cafeteros. A mí me encantó, aunque cuando terminó la actuación, cerca de las tres de la mañana, apenas quedáramos cincuenta personas allí. Pero la sonrisa de camino a la tienda de campaña, bajo la ligera lluvia que había aparecido a última hora, no me la quitó nadie.

Foto: Stiig Hougesen Luftfoto

Viernes 30 de junio

La lluvia nos permitió estar dentro de la tienda algo más de tiempo de lo habitual y vino genial, porque al final la acumulación de días se empieza a notar cuando la gran mayoría de festivales a los que asistes duermes en una cama y no en un camping como aquí.

Con energías renovadas, arrancamos en Gaia de la mano de Body Type, una banda de rock australiana compuesta por cuatro mujeres y cuya propuesta nos entró como un guante cuando nos tomábamos la primera cerveza de la jornada.

En el Orange, el proyecto colaborativo Jammjam ofreció una actuación competente a media tarde, con la aparición de varias estrellas danesas como Ida Nielsen, bajista de Prince, pero que no dejaba de tener cierto regusto a verbena de pueblo.

Algo más interesante resultó la actuación en el Arena de Japanese Breakfast, el alias de Michelle Zauner. Indie pop de manual que se sustenta también con el gran carisma que desprende desde el escenario, y que consiguió congregar a mucha gente en la carpa más grande del festival.

El momento más cañero del día (con permiso del cierre del que luego hablaremos) llegó de la mano de Code Orange en el Avalon. Metalcore para las masas, que tuvo uno de los raros retrasos en su aparición en escena en un festival que suele funcionar como un reloj, y que quizás por ese motivo salieron a matar desde el minuto uno.

 

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Predominancia de temas de ‘Forever’, su disco más reconocido hasta la fecha, con un público entregado. Es cierto que en los conciertos más cañeros, por ser minoría, toda la concurrencia entraba rápido en comunión con las bandas.

Pero también la hubo en el concierto de Nikki Lane, sustentada por una banda de músicos españoles, que se llevó de calle a los asistentes a su actuación, donde una de las reinas de la Americana demostró tener unas tablas fuera de lo normal. Fue capaz de transportarnos a su Carolina del Sur natal, a pesar de estar a miles de kilómetros de distancia.

El momento clave de la noche llegaba en la batalla entre Blur en el Orange y Rosalia en el Arena. Dos cabezas de cartel que actuaban casi a la vez. Conocida es mi particular animadversión por Damon Albarn, así que me acerqué al Arena para ver cómo la catalana triunfaba sin paliativos ante un público tan diferente al español.

Hacía mucho tiempo que ese escenario no estaba tan lleno para ver a una artista. Yo he de reconocer que es uno de mis “Guilty Pleasures” y, además, el reclamo visual del show de la gira de ‘Motomami’ (parece un video de TikTok) hace que te quedes atrapado viéndola.

Tras ella, tiempo en el Gaia para un nuevo descubrimiento, Wu-Lu, del que no conocía nada hasta que me planté en el escenario, pero que hizo que me haya puesto a indagar una vez regresado a España.

Un planteamiento de banda en directo muy rockera, pero con un cantante más cercano al rap. Si, ya sé que suena mucho a Rage Against The Machine, y quizás eso fue lo que me atrapó, más allá de que musicalmente sean muy diferentes.

Le di una oportunidad al cierre del Orange, de la mano de Christine And The Queens, que me gustó en una anterior visita al festival, pero que en esta ocasión planteó una actuación conceptual basada en su reciente disco ‘Paranoia, Angels, True Love’ que me resultó tremendamente aburrida y más aún arrancando a la una de la madrugada.

De hecho, mucha gente pensó igual que yo y fue abandonando poco a poco el escenario. En mi caso me dirigí para otro cierre glorioso en el Gaia, de la mano de Candy. Y es que estos animales del hardcore reviven hasta a un muerto (que es lo que era yo tras mi paso por el Orange) e hicieron que los circlepits de la mano de temas de su inspirado disco ‘Heaven Is Here’ se convirtieran en mi última vivencia de la jornada. Y eso siempre es bueno desde mi punto de vista.

Sábado 1 de julio

El último día siempre arranca con una mezcla agridulce, porque sabes que el festival termina, pero a su vez quieres aprovechar hasta el último segundo, y creo que, una vez más, lo logré.

Arranqué en Gaia con una banda que se ha convertido de la noche a la mañana en una de mis favoritas de los últimos tiempos, Militarie Band. Estos chicos que acaban de editar su primer larga duración (aunque ya tenían un doble EP previo), ‘Life Under The Gun’, que se había editado una semana antes de esta actuación, tienen todos los números para convertirse en los nuevos Turnstile.

La capacidad de crear canciones con melodías perfectas en el mundo del hardcore, capaces de atrapar a gente de un espectro más amplio, no está a la altura de todos los grupos. Top 3 del festival, sin lugar a dudas.

Después de ese subidón deambulé un poco entre los africanos Tinariwen en el Orange y Caroline Polachek en el Arena. Música del desierto los primeros y pop en su amplia expresión la segunda. Ninguno de los dos fue malo, tampoco excelso.

Un nuevo chute de adrenalina llegó en el escenario Gloria de la mano de Deaf Club, banda en la que se encuentra Justin Pearson (The Locust) en sus filas. Pildorazos punk de apenas un par de minutos. Sin tiempo para respirar ente tema y tema, es otra de esas actuaciones de grupos pequeños que pasan a formar parte de lo mejor de esta edición. De hecho, su disco ‘Productive Disruption’ apenas ha salido de mi reproductor tras su concierto.

 

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Y seguimos con la caña para dejarnos ver por última vez en el Avalon para Lock Up, el supergrupo de grindcore donde Shane Embury (Napalm Death) y Tomas Lindberg (At The Gates) llevan la voz cantante. Y menuda energía que desprenden además de una autenticidad nada impostada.

Nuestra despedida del Orange nos dejó mucho mejor sabor de boca que la del año pasado con los infames The Strokes. En esta ocasión, Lizzo nos ofreció todo lo que un concierto de diva debe tener. Ella transmite felicidad y energía a cada segundo y su banda acompaña (tanto en lo musical como en lo visual). Los temas de su último disco, ‘Cuz I LoveYou’, fueron los que llevaron el peso de los setenta minutos que más disfruté en la carpa naranja durante este 2023.

Pero el cierre del Orange no significa el adiós al festival. Aún quedaban tres ramalazos musicales muy aprovechables a esas horas. Primero Perturbator en el Apollo, escenario que aún no había pisado, el nombre bajo el que opera el francés James Kent. Autentica magia de synthwave donde los ecos a las bandas sonoras de John Carpenter están presentes a cada momento. Entró como la seda ante el disfrute colectivo de los allí presentes.

Tras él, un dúo de electrónica danés, del que no sabía nada, First Hate, pero que también conquistó a los que se acercaron a despedir el escenario Gaia. Y el colofón definitivo, también en Apollo, vino de la mano de ''][''//[[o]] sSs}}{{ee\_\_ (también conocidos para el común de los mortales como Two Shell) en donde ya nos dejamos llevar por los ritmos bailables más hedonistas posibles apurando hasta el último segundo para despedirnos del recinto hasta 2024.

Una edición maravillosa en todos los aspectos se acabó, pero el año que viene regresaremos a vivir la que casi siempre se convierte en la mejor semana de la temporada festivalera. Y que siga siendo así por muchos años más.

Redacción
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Esta entrada fue escrita por Redacción

2 comentarios

  • Juandie dice:

    Que diferente es el actual ROSKILDE danés comparao con años anteriores cuando iban a dicho festival algunas de las mejores bandas rockeras y metaleras de este planeta. Quizás la única banda rockera que sobresalió por encima del resto fueron los QUEENS OF THE STONE AGE los cuales estuvieron inmensos presentando su nuevo álbum.

  • Antoine dice:

    Y la cerveza, bien, no? Tuborg a muerte, que rica...

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