Crónicas

Ramoncín en Bilbao: Una astilla sacada con ganas

«Nadie podría decir que tanto público como artistas no se saciaron de lo lindo aquella noche, la astilla de la visita anterior a Bilbao en la que no pudieron tocar “Ángel de cuero” se la sacaron con ganas, un recital de casi dos horas y media permite un gran margen de maniobra, aunque hubiéramos preferido una mayor presencia de los tres primeros discos»

24 mayo 2025

Kafe Antzokia, Bilbao

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa.

En el mundo de la música casi nunca dos y dos son cuatro. Haber visto en directo a un grupo o artista determinado no garantiza que vaya a cumplir en todos los bolos futuros o que se limite a realizar el mismo tipo de concierto en lo que le quede de trayectoria, como siguen haciendo algunos con cero riesgo y pleno espíritu funcionarial. Por algo Loquillo decía a través de Gabriel Sopeña que “la vida es de los que arriesgan, de los que muerden sin prejuicios la manzana”. Y esa es sin duda la actitud para envejecer con elegancia, evocando de nuevo el título de otra canción del cantante barcelonés.

Ramoncín sin duda ha sabido poner en práctica esto último al contar en la actualidad con un impresionante chorro vocal y un buen hacer sobre el escenario digno de auténtico maestro del oficio. Lástima que tuviera que alejarse de las tablas durante una temporada hasta que se aclaró aquel feo asunto de facturas falsas de la SGAE. Una sentencia absolutoria hizo justicia, pero, como bien dijo el propio interesado, lo que no se podía compensar era toda esa injusta persecución social de calumnias y mentiras que todavía algunos ignorantes o miserables siguen sacando a relucir.

Si en su anterior concierto en Bilbao en la sala Stage salimos bastante contento, pese a que nos faltaran algunos temas, en la primera visita de Ramoncín al histórico Kafe Antzokia las sensaciones fueron más bien contrapuestas. Por un lado, la primera parte de la velada nos resultó sublime, pero a medida que avanzaban los minutos, quizás se nos fue de las manos tanto acento en el rollo intimista, algo que apoyaron además sentándose en las escaleras del recinto como si estuvieran en cualquier pequeño garito. La presentación de la banda también se nos hizo bastante larga y hasta perdimos algo de la conexión que el madrileño se ganó ya desde el comienzo del show.

Las entradas agotadas con meses de antelación preveían que íbamos a estar apretados esa noche, aunque no imaginábamos que la mayoría de los fieles correspondieran a ese perfil de divorciado que quiere pegarse la juerga de su vida y le da más o menos igual la música que haya de acompañamiento. Valga a modo de muestra la conversación que escuchamos de un ferviente esposo llamando a la parienta antes de entrar al concierto para decirle que iba a estar desconectado a partir de ese momento. Sin distracciones.

Que en aquella ocasión el grueso del personal iba a quedar plenamente extasiado nos lo demostró Ramoncín con un espectacular arranque conformado por “No volarán”, “Sangre y lágrimas” y el himno “Putney Bridge”, que resonó a pulmón en toda la sala mientras el frontman adaptaba alguna estrofa a los tiempos actuales. Las canciones nunca deberían ser categorías inamovibles, sino organismos vivos que van evolucionando cuando la situación lo requiere.

El madrileño se mostró muy cercano con el respetable, evocando los recuerdos que le traía la ciudad, como una lejana visita en 1978 cuando la policía estuvo a punto de irrumpir en un concierto suyo. A un servidor le interesaban estas historietas, pero en determinados momentos el cotorreo era de tales proporciones que no se podía escuchar nada, ya hemos mencionado que a un importante sector del público la música parecía que se la traía al pairo.

Menos mal que había puntos de abrumador consenso, como cuando se arrancaba con un clásico de la envergadura de “La chica de la puerta 16”, no sin antes recalcar que las mujeres “no pertenecen a nadie”, algo que todavía se antoja necesario subrayar en pleno siglo XXI. “Chuli” fue uno de los indiscutibles puntos álgidos, que se inició en plan oscura, tipo Nick Cave, antes de insuflar su característico rock n’ roll de poso suburbial. Y del mismo modo, también disfrutamos bastante de la canalla “¡Hola muñeca!”, que seguro que algún sectario desearía censurarla en la actualidad.

La banda, por otra parte, cumplió a un nivel sobresaliente, destacando una vez más al veterano guitarrista Guss Martín, fiel escudero de Ramoncín y uno de los grandes activos de la actual formación. Muchas poses legendarias nos legaron cuando se colocaron todos en el borde la escalera cual ejército a punto de acometer una incursión o ese impactante final cuando acabaron desparramados en el suelo con el vocalista en el centro. Decir que había química entre ellos sería quedarse corto.

Piezas como “Canciones desnudas”, que se intentó censurar en su día, no necesitaban ni presentación y además adquirían mayor grandeza si se colaba una alusión al mítico “Day Tripper” de The Beatles. Y en esa línea desenfadada no faltó “Reina de la noche”, fundamental en la trayectoria de Ramoncín. El repertorio se tornó en ocasiones como una de cal y otra de arena, pues después de un hit, a veces se arrancaban con un tema más para los fans, como “Cuerpos calientes”, que ha soportado casi tres décadas con notable dignidad.

Sin apartarse del álbum ‘La vida en el filo’, “Como un susurro” tenía que caer, por lo menos para rendir homenaje a aquella histórica colaboración con Brian May (Queen) de la época. Estaban empeñados en que en esta gira existan las mínimas barreras posibles entre artistas y respetable, por lo que en ese contexto hay que interpretar el acto de la banda de sentarse en las escaleras del Antzoki. De esta guisa, con Ramoncín tirando de armónica, interpretaron “Una como tú”, si no me equivoco, procedente del recopilatorio ‘Angel de cuero: 20 años de canciones’ y políticamente incorrecta hasta la médula. Qué gustazo que siga intentando transgredir en un tiempo con la libertad de expresión bajo mínimos debido a esa peculiar justicia de redes sociales que no respeta ni el Estado de derecho.

La recta final nos trajo más joyas como el incunable “Rock and roll duduá”, original del histórico debut de 1978 de Ramoncín y W.C.?, ahí es nada, y las gargantas siguieron elevándose al máximo con “La cita”, con la banda acercándose a las escaleras una vez más. Esta vez hubo margen para interpretar “Ángel de cuero” con todos los honores posibles y poniendo piel de gallina con ese comienzo reminiscente de “Thunder Road” de Bruce Springsteen, así como una curiosa “Estamos desesperados”, con intervalo reggae incluido entre medias.

“Al límite” era material potencial para caldear ánimos, pero la presentación de la banda se nos hizo eterna y hasta provocó que perdiéramos el hilo del bolo, como hemos dicho. Sin embargo, enseguida nos pusimos firmes con el clásico “Hormigón, mujeres y alcohol”, en el que Ramoncín espetó a la audiencia: “Si queréis, os la enseño en euskera”. Dicho y hecho, pues cantó un buen trozo en la lengua de Aresti, todo un indicativo de que lo suyo era auténtico y no un mero postureo.

Nadie podría decir que tanto público como artistas no se saciaron de lo lindo aquella noche, la astilla de la visita anterior a Bilbao en la que no pudieron tocar “Ángel de cuero” se la sacaron con ganas, un recital de casi dos horas y media permite un gran margen de maniobra, aunque hubiéramos preferido una mayor presencia de los tres primeros discos. Pero, como todo en la vida, esto también depende de gustos. De lo que no cabe discusión es que se dejaron la piel y el alma en cada nota.

Etiquetas: , , , , , ,

Categorizado en: , ,

Esta entrada fue escrita por Alfredo Villaescusa

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *