Crónicas
Rammstein en San Sebastián: Instaurando una ley marcial a fuego eterno
«Dan igual las veces que se les haya visto en directo, los alemanes continúan facturando uno de esos grandes espectáculos que merece la pena vivir por lo menos una vez en la vida.»
5 junio 2024
Estadio Anoeta, San Sebastián
Texto: Alfredo Villaescusa. Fotos: Iñigo Malvido.
Es curioso el desmedido pábulo que se da a hechos negativos, pero en cambio de lo bueno apenas se habla. Todo un terremoto se produjo en el mundo del rock cuando se acusó a Till Lindemann, vocalista de los alemanes Rammstein, de drogar y abusar de mujeres hasta que la justicia alemana paró los pies a un destacado medio sensacionalista como Der Spiegel por difundir graves acusaciones sin las pruebas necesarias. Sin poner en tela de juicio ningún testimonio, dicha causa fue archivada, pero eso no se difundió tanto en unas redes sociales que tienen poco de democráticas pero mucho de dictatoriales. No extraña que este canal sea uno de los favoritos de la extrema derecha para propagar sus postulados.
Superado el escándalo, tocaba centrarse en lo verdaderamente relevante, el aspecto musical, y la increíble repercusión que todavía generan las visitas de los germanos a nuestro país. En esta ocasión, San Sebastián se convirtió en la primera parada de una gira peninsular que congregó a un notable grupo de extranjeros y de gente venida de otras partes del país. Por mucho que se pusieran autobuses para trasladar al personal, el despliegue de las autoridades fue a todas luces insuficiente, con varios particulares recurriendo a garajes privados de familiares o conocidos para conseguir aparcar el coche.
Una vez en el interior, había varias cosas que clamaban al cielo. Como esa prohibición a los fotógrafos de disfrutar el concierto, un desprecio a la labor informativa como pocas veces se ha visto. Y tampoco moló nada observar cómo el equipo de seguridad se llevaba a la fuerza a varias personas, hasta siete u ocho llegue a contar, por algún oscuro motivo, tal vez grabar un vídeo o colarse en esa zona VIP para ricachones que estaba en determinadas partes prácticamente vacía. Vaya usted a saber.
Al margen de polémicas, a modo de entremés, estaban las pianistas francesas Abélard, que desde una plataforma en frente del escenario ofrecieron versiones a piano de clásicos de los protagonistas de la velada. Su participación sirvió más bien de hilo musical mientras el grueso de la peña se incorporaba al espectáculo, aunque cuando arremetieron con “Du Hast” se desataron varias palmas en señal de aprobación. Suponemos que el amplio despliegue utilizado impedía la participación de un grupo en su formato habitual.
El instante deseado por todos llegó cuando sonó esa introducción con música de Händel que suelen emplear en esta gira y a continuación una explosión ejerció de toque de corneta para el show de Rammstein. “Ramm 4”, esa pieza que llevan utilizando ya unos añitos para iniciar su espectáculo, funcionó a modo de percutor para elevar los ánimos de unos fieles que seguramente se encontraban en su momento álgido desde el comienzo.
Pero el ambiente despertó de veras con la marcial “Links 2 3 4”, con Till Lindemann desfilando como si estuviera en ‘El triunfo de la voluntad’ de Leni Riefenstahl. Algún indocumentado se emocionó tanto con la atmósfera militar que hasta se atrevió a hacer el saludo fascista, intuyo que de coña, pues el tipo parecía bastante perjudicado por el alcohol. En Reino Unido o Alemania eso supondría la expulsión inmediata de un concierto, quizás aquí se respeten más los derechos de los mejores pagadores.
“Keine Lust” pilló carrerilla en la tónica de la velada y “Sehnsucht” siguió elevando un espectáculo de por sí impresionante incluso aunque lo hayas presenciado en otras ocasiones. Las llamaradas de fuego provocaban una impresión enorme, sobre todo cuando te llegaba el calor, al igual que esa descomunal máquina de humo que envolvía todo en niebla. En despliegue no les gana nadie, las cosas como son.
“Mein Herz Brennt” erigió de nuevo al fuego como gran protagonista, con espectaculares llamas en el estribillo, y en “Puppe” nos legaron uno de los momentazos de la noche con un carro de bebé gigante al que posteriormente prendieron fuego, como era esperable, y una descomunal lluvia de confeti cayó sobre los asistentes. Para purificar.
“Wiener Blut” fue acompañada por humo a mansalva y en “Zeit” se encendieron las linternas de los móviles, creando una sobrecogedora estampa. En el intervalo discotequero previo a “Deutschland”, el guitarrista Richard Z. Kruspe dejó las seis cuerdas para asumir las funciones de teclado mientras cuatro figuras con trajes luminosos ejecutaban una peculiar coreografía. Una manera curiosa de introducir el tema que le hizo ganar todavía más fuerza, si cabe. Se ha convertido sin duda en uno de los grandes himnos de sus últimos discos.
Un Till Lindemann con gorro de cocinero y un caldero gigante, creo que con el teclista dentro, centraron la atención en “Mein Teil”. Ni qué decir tiene que hubo varios intentos de chamuscar al comestible humano, en este sentido la dramatización conseguida fue deslumbrante.
Estaba claro que “Du Hast” se transformaría en uno de los instantes más deseados, por lo que no escatimaron en medios, con una llamarada que cruzó el estadio por encima de nuestras cabezas y devino en fuegos artificiales. “Sonne” continuó elevando la temperatura del recinto, literalmente, en una orgía de fuego que parecía no tener fin. Qué bien que en un concierto de estos uno nunca pase frío, sea la época del año que sea.
Aprovecharon el consabido parón para los bises para enfocar a diversos fans por las pantallas, con alguno tan notorio que parecía el jefe de la tribu caníbal de la peli ‘Infierno verde’. Con los miembros del grupo mudados a la plataforma de las pianistas teloneras, arremetieron a la vuelta con “Engel” y se dirigieron de regreso al escenario en lanchas neumáticas entre las cabezas de la concurrencia. Esto tampoco se veía todos los días.
“Ausländer” incrementó la intensidad y el clásico “Du Riechst So Gut” sonó contundente hasta despeinar. Faltaba quedarse bien a gusto como el falo gigante de “Pussy” descargando espuma. A este respecto, no puedo evitar recordar la anécdota protagonizada por un colega que intentó utilizar la letra de la canción como técnica de seducción. Solo decir que los resultados no fueron los esperados.
“Ich Will” cuadró de inmediato a los fieles para otro desfile militar, con explosiones que retumbaban en el estribillo y un Till que pronunció las palabras: “¡Levanten las manos!”. Para finiquitar en condiciones un espectáculo de más de dos horas de duración se reservaron el tema homónimo “Rammstein”, con el vocalista desplegando una impresionante aura de fuego a su alrededor. Y la reciente “Adieu” valió para bajar el telón sin desmadrarse demasiado, deberían tal vez haber optado por algo más potente, la sensación de despedida la consiguieron, eso sí.
Dan igual las veces que se les haya visto en directo, los alemanes continúan facturando uno de esos grandes espectáculos que merece la pena vivir por lo menos una vez en la vida. Una suerte de distopía en la que acaban instaurando una ley marcial a fuego eterno. Que no rechiste nadie.
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2 comentarios
Gran resumen hacia otro gran recital de los maestros del Metal Industrial como son RAMMSTEIN a través de estos clásicos en el estadio de la Real Sociedad.
Buena crónica Alfredo, lástima que estés tan malito con el tema de las extremas izquierdas...o eran las derechas? No se, al final son igual o peores....
Que maldita lástima el que hayáis de politizarlo todo, dais auténtica pena.
Agur