Opeth + Grand Magus: Un viaje sónico en el tiempo para exigentes paladares

Opeth

La velada arrancó con sus compatriotas Grand Magus, quienes se encargaron de calentar motores con su heavy metal directo y efectivo. El trío supo ganarse al público, que no dudó en rendir homenaje al bajista, que celebraba su cumpleaños esa misma noche.

Desafortunadamente para Grand Magus, había poca gente en la sala, en gran parte debido a la congestión del tráfico a pesar de ser domingo, causada por una huelga ferroviaria de nueve días.

Grand Magus

Tras una breve pausa, la atmósfera en la abarrotada AB se cargó de misticismo con la introducción de “Seven Bowls”, una joya oscura del rock progresivo de Aphrodite's Child. Un guiño a la herencia setentera que ha influenciado el sonido de Opeth y que preparó el terreno para lo que estaba por venir.

A las 20:30, Åkerfeldt y compañía tomaron el escenario, desatando un torbellino de sensaciones con “§1”, el tema de apertura del más reciente trabajo de Opeth. La conexión con el público fue inmediata, y la banda no tardó en llevar la intensidad a otro nivel con “Master's Apprentices” y “The Leper Affinity”, dos piezas que hicieron vibrara los presentes y confirmaron que la banda sigue en plena forma.

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El setlist, como es habitual en ellos, fue un viaje a través de las diferentes facetas de su carrera. La fuerza del nuevo material convivió con clásicos inmortales y temas menos frecuentes en directo, como “Häxprocess”, “In My Time of Need” y la monumental “The Night and the Silent Water”, rescatada de su segundo álbum, que el próximo año celebrará tres décadas de existencia.

Durante el set, Mikael Åkerfeldt destacó a Univers Zéro como una de sus mayores influencias belgas, elogiando su inconfundible sonido de rock progresivo oscuro y su enfoque instrumental vanguardista.

Mención especial para Martín Méndez, coloso del bajo, cuyo groove explosivo fue pura dinamita. Con su inseparable chullo, el uruguayo dio una lección de potencia y precisión, brillando en momentos clave y reafirmando su papel como ancla rítmica de la banda.

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Además, el teclista Joakim Svalberg había celebrado su cumpleaños el día anterior, y el público le dedicó un estruendoso “Happy Birthday”, creando un momento especial y emotivo en la noche.

Pero si hubo un punto de inflexión en el concierto, fue sin duda “Ghost of Perdition”, un huracán sonoro que reafirmó la maestría de la banda en la fusión de lo extremo y lo progresivo. Seguidamente, los fans clamaron por “Windowpane” y, aunque Åkerfeldt llegó a deslizar las primeras notas, jugueteando con la posibilidad de interpretarla, finalmente se abstuvo, alegando con su característico sentido del humor que la guitarra estaba en una afinación diferente.

El cierre del set regular llegó con “A Story Never Told”, un tema que encaja perfectamente como epílogo de esta nueva obra de Opeth. Pero la banda aún tenía una última carta bajo la manga: un bis demoledor con “Sorceress” y “Deliverance”, dejando claro que, aunque han evolucionado en sonido y estilo, la esencia sigue intacta.

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Al final, el espectáculo no se apoyó demasiado en el metal extremo, pero sí en una ejecución impecable y una narrativa musical que solo Opeth sabe construir.

Como broche final, fuimos escoltados a la salida de la sala con “Jackie” de Scott Walker, un detalle refinado para los oídos más selectos.

Una noche inolvidable, una banda en estado de gracia. Gracias Mr. Lars Mikael Åkerfeldt.

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