Crónicas

Nudozurdo en Bilbao: ¡Vaya reencuentro!

«Lo que no cabe discutir es que Nudozurdo han regresado con las pilas cargadas a tope, tanto en creatividad, al marcarse uno de los lanzamientos más reseñables del año, como en su extraordinaria destreza en directo, aunque esto también fuera una de sus señas de identidad en el pasado.»

15 febrero 2024

Kafe Antzokia, Bilbao

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

Deberían preservarse como linces ibéricos todos aquellos grupos que demuestran una personalidad apabullante desde el primer disco y marcan un antes y después en el panorama estatal. En tiempos en los que se glorifica gratuitamente a gente sin habilidad alguna, no está de más romper una lanza a favor de una aristocracia espiritual que ocupe un lugar privilegiado, no por hechos tan banales como la procedencia, sino por un talento incontestable al margen de cualquier discusión.

Con los madrileños Nudozurdo podría suceder un poco esto último, pues decidieron tomarse un respiro cuando lo necesitaban ellos mismos y regresaron cinco años después al sentir que todavía conservaban la capacidad para aportar algo a nivel artístico en el saturado panorama actual. Lo normal en estos casos sería acusar el parón, por lo menos en cuanto a directo, pero, por lo que contemplamos en la parada bilbaína de su gira, no se trataba tampoco para nada de su caso.

La expectación ante su bolo en el piso superior del Kafe Antzokia era máxima y me consta que unos cuantos se quedaron con las ganas al agotarse las entradas. Siempre fue un grupo con bastante predicamento en el sector indie y hasta me atrevería a decir que su poso post rock podría cautivar del mismo modo tanto a metaleros como rockeros sin prejuicios. Si hubieran tocado en la planta baja del recinto, con mayor capacidad, la habrían llenado igualmente.

La abundancia de personal en el llamado “Antxiki” saltaba tanto a la vista que al poco de salir a escena Nudozurdo el vocalista y guitarrista Leo Mateos no pudo evitar pronunciar las siguientes palabras: “¡Vaya reencuentro!”. Dicha tónica no cabría considerarse una excepción, pues lo de colgar el cartel de sold out se ha convertido en una especie de costumbre desde que iniciaran la gira a finales de enero.

Que aquel iba a ser un espectáculo para melómanos y no para cotorras nos lo indicaron desde que se arrancaron con piezas tan intimistas de su material más reciente como “Carta a Nina”. A pesar de que se daría cierta cancha a su reciente ‘Clarividencia’, no se descuidarían viejos clásicos como “Mil espejos”, que sigue poniendo piel de gallina en las distancias cortas.

La primera diferencia que advertimos respecto a la etapa anterior es que la banda actual sonaba mucho más agresiva, con un importante poso ruidista y shoegaze que no hacía sino engrandecer un catálogo ya formidable de por sí. Y Leo Mateos a la voz estuvo pletórico, clavando cada tono, poniendo el corazón en un puño o acercándose al registro de un genio tan a veces inabarcable como Antonio Vega. Ahí tuvimos a “Cripto Mundi” como una especie de deuda hacia el compositor de “Una décima de segundo” o “Lucha de gigantes”. Le preguntamos por este aspecto en la entrevista que aparece en el número 458 de La Heavy y reconoció esa influencia con orgullo.

Volviendo al repertorio de la velada, el tripi hipnótico de “Bisontes albinos” o “Elvira/Santuario combate” brillaron hasta la estratosfera, con un sonido además tan certero como contundente, ya lo hemos dicho. “Soledad/Clarividencia” fue otra delicatesen para degustar, pese a que probablemente sea de las composiciones más accesibles en la historia del grupo. No pasaba nada, no estábamos ahí para rasgarnos las vestiduras ante una banda sin complejos.

En determinados momentos no hacían falta ni presentaciones, bastaba el inicio de “Ha sido divertido” para que la concurrencia empezara a aullar de la emoción. Este siempre era uno de los instantes fundamentales en su show y eso no ha cambiado un ápice con la configuración actual de Nudozurdo, con una mayor carga de ruido shoegaze, eso sí.

El tremendo perfeccionismo de Mateos quedó demostrado cuando pidió reiniciar un tema porque no parecía satisfecho con el comienzo y subieron, no un escalafón, sino toda una escalera entera en la inmensa “Dosis modernas”, con una interpretación realmente deslumbrante. En piezas tan conseguidas como esta de ‘Tara Motor Hembra’ reside buena parte de su grandeza.

Si existía todavía algún témpano de hielo en el recinto, acabaría por derretirse con la preciosista “El diablo fue bueno conmigo”, que antaño contaba con un montaje audiovisual en YouTube tan emocionante como la propia canción. Lástima que haya pasado a mejor vida, quizás por derechos de copyright o una vaina semejante.

Después de levitar, Leo nos bajó a la Tierra con una costumbre tan mundana como la de presentar a la banda. Cortó un poco el rollo, por una parte, pero por otra sirvió para se pidiera con más intensidad el regreso de los madrileños al escenario para los consabidos bises.

Leo Mateos cantando sobre la barra.

“El hijo de Dios” valió para recuperar la atención y transformarlo en una especie de himno digno de una iglesia del Bronx. Y lo que desde luego no esperábamos es que el líder se lanzara al público con capucha como de personaje de Star Wars y deviniera en un Mesías que tal vez no caminara sobre las aguas, pero sí que se subió a la barra, el altar supremo de cualquier garito.

“Prometo hacerte daño” encajó cual guante en esta nueva reencarnación ruidista de la banda y además nos dejaba a la mayoría con un regusto inmejorable tras el bolo, pese a que no sonara nuestra favorita del último disco, “Angel Genetics”. Qué se le va a hacer, no se puede tener todo.

Lo que no cabe discutir es que Nudozurdo han regresado con las pilas cargadas a tope, tanto en creatividad, al marcarse uno de los lanzamientos más reseñables del año, como en su extraordinaria destreza en directo, aunque esto también fuera una de sus señas de identidad en el pasado. Que no se marchen nunca. Vaya reencuentro, sí señor.

Precisamente, Nudozurdo, con una entrevista a colación de su reciente ‘Clarividencia’, es uno de los protagonistas del número 458 de La Heavy, con Sôber ocupando la portada y otros contenidos relevantes de Greta Van Fleet, El Pirata, Bunbury o Steve Hackett. Corre a tu kiosco o visita nuestra tienda online para no perderte nada.

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Esta entrada fue escrita por Alfredo Villaescusa

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