Crónicas

Nacho Vegas en Basauri (Bizkaia): Señor y caballero

«Sigue siendo señor y caballero en cualquier tipo de circunstancia. O sublime sin interrupción, en palabras de Baudelaire.»

12 noviembre 2022

Social Antzokia, Basauri (Bizkaia)

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

El componente emocional es fundamental a la hora de acudir a un concierto. Puede hacer que el resto de factores que influyen al valorar un recital queden anulados por completo. La expectación o sorpresa es una pieza decisiva en esta ecuación, pero cuando predomina la función sentimental como que da igual todo lo demás. Que la ejecución no sea óptima o que uno haya visto ese mismo espectáculo ya varias veces en lo que va de año se antojan datos accesorios cuando hablamos de cosas que realmente ponen la piel de gallina.

A un servidor le sucede esto último con el bardo asturiano Nacho Vegas, cuyo último disco ‘Mundos inmóviles derrumbándose’ nos parece de lo mejor del 2022. Ya habíamos visto la presentación de tal lanzamiento hace unos meses en Getxo y luego también coincidimos con el cantautor en el Bilbao BBK Live, un entorno a priori antagónico para su propuesta, pero la magia que consigue desatar en sus shows hace que cada bolo sea diferente, a pesar de que el cancionero tampoco varíe demasiado o prácticamente nada.

La presencia de Nacho Vegas en el modesto festival MAZ Basauri ponía el broche de oro a una cita ya consolidada en el panorama musical de Bilbao y alrededores. Tras el parón pandémico, sus responsables han demostrado que siguen vivos y con ganas de contribuir a una boyante escena repleta de actividad en directo que posibilita que un sábado uno se pueda encontrar con hasta cuatro o cinco eventos interesantes. Que no falte donde elegir.

De Enric Montefusco no pudimos catar demasiado por el motivo antes mencionado y únicamente llegamos cuando interpretaban el último tema en medio de un público tan concentrado como si estuviera asistiendo a alguna clase magistral. Por lo menos pudimos comprobar que el Social Antzokia de Basauri andaba con una afluencia nada desdeñable con la cantidad de conciertos que coincidían en esa jornada.

Bajo una iluminación tenue y con algunas esferas colgando del techo, Nacho Vegas irrumpió con su elegancia y sobriedad habitual mientras arrancaban las primeras notas de la épica “Belart” y logró de un plumazo que a la mayoría se nos pusiera el corazón en un puño. Se tornó más clásico con “Detener el tiempo”, donde evocó a Dylan, Leonard Cohen y otros grandes bardos de la historia de la música. Y “Ser árbol”, de su anterior álbum ‘Violética’, realzó el papel a la voz de acompañamiento de su guitarrista alemana Juliane, de Berlín Este, “el bueno”, como dijo Nacho posteriormente al presentar a la banda.

Alabó el euskera y se quejó de que el asturiano fuera todavía “una lengua proscrita por las instituciones” y se escucharon por ahí algunos “¡Puxa Asturies!” a modo de apoyo. El contexto adecuado para lanzarse con “Muerre’l branu”, adaptación al bable de un tema de John Prine. “El don de la ternura” siguió la tónica sosegada, pero permitió al guitarrista Joseba Irazoki tomar protagonismo a los coros. En este grupo no existen egos de ningún tipo, si alguien quiere aportar, lo hace sin cortapisas.

“Ciudad Vampira” no ha faltado en los recitales del asturiano en los últimos años, pero en esta ocasión sustituyó en una parte de la estrofa los “vampiros” por “fascistas”, con el cachondeo general. “Lo que comen las brujas” podría clasificarse como una especie de canción infantil decadente y evoca aquellas graciosas imágenes en las que Sid Vicious jugaba con niños en un concierto benéfico de los Sex Pistols.

Juliane, la guitarrista berlinesa de Nacho Vegas.

El universo Vegas está plagado de personajes curiosos como Miss Carrusel, Mark Spitz, Blanca o el “Ramón In” que nos da la mano en ‘Mundos inmóviles derrumbándose’, un tipo entrañable que desde luego merecería una estatua, como bien dice el asturiano en la canción mientras habla de “fumar heroína”, para no perder el componente maldito de sus inicios. Al contrario de lo que sucedió en Getxo, esta vez nadie gritó: “Nacho, vuelve a las drogas”.

La tradición doliente del cantautor estuvo más que cubierta con “El mundo en torno a ti”, una de esas piezas desgarradoras para encoger el alma que legó una interpretación deslumbrante. Giro de timón para “Cómo hacer crac”, seguramente el tema con el que dio inicio a su etapa más política con frases que siguen sonando rotundas a día de hoy como la de “Te informan de que han desarticulado a la cúpula de la CEOE”. Conciencia anticapitalista de cabo a rabo, su pensamiento sí que es para sentirse orgulloso, no como el de esos que se llaman “progresistas” y blanquean torturas, terrorismo de Estado y lo que haga falta para mantenerse en el poder.

El guitarrista Joseba Irazoki, fiel escudero de Vegas.

Se mantuvo en esta senda comprometida con “Big Crunch”, que podría definirse como un villancico antisistema y que en las distancias cortas gana bastante con Irazoki cantando partes de la letra. Para ir despidiéndose el rapsoda reservó “La gran broma final”, donde facturó un in crescendo impresionante y además se marcó una suerte de dueto con la guitarrista berlinesa de poner pelos de punta. Sin duda esta crónica de un colapso sentimental es siempre uno de los puntos álgidos de sus shows.

En esta gira ha recuperado “La pena o la nada”, de ‘El tiempo de las cerezas’, aquel soberbio disco que grabó junto a Bunbury, una joya cargada de referencias a la actriz mexicana Katy Jurado o al cantautor Townes Van Zandt, una de las grandes influencias de Vegas. En este nuevo pico de emoción Nacho aprovechó para bajar las escaleras y cantar a escasos metros de unos fieles tremendamente respetuosos. Solo una chica intentó sacarse un selfie, pero el vocalista miraba hacia otro lado. Mala suerte.

Regresó para los bises con una cima doliente como “El Ángel Simón”, uno de los pocos temas en el panorama patrio que habla sin tapujos de algo tan tabú como el suicidio. Otro de los grandes aciertos de esta gira, sobre todo por ese aire fantasmagórico que le dan a lo Nick Cave. Maravilla total. Esto debería estudiarse en clase de literatura en las escuelas.

Y como colofón, nada mejor que reivindicar a un personaje irrepetible que decía que “En esta vida se puede ser todo menos coñazo”. En efecto, nos referimos a “El hombre que conoció a Michi Panero”, una pieza que se ha convertido en un himno para reivindicar el canalleo y el malditismo. La solemnidad se rompió con un incidente con el megáfono que suele sacar en la parte final de la canción que en vez de funcionar como es debido emitía sonidos siderales como si fuera un theremín. A Nacho no le debió hacer mucha gracia aquello porque tiró el artilugio al suelo, pero muchos de los asistentes nos partimos de la risa.

Como decía anteriormente, lo bueno que tiene este artista es que es capaz de lograr que cada concierto sea emocionante sin variar en absoluto el repertorio, una habilidad que no está al alcance de muchos. Sigue siendo señor y caballero en cualquier tipo de circunstancia. O sublime sin interrupción, en palabras de Baudelaire.

Alfredo Villaescusa
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