Crónicas

Morgan en Bilbao: Lo íntimo y lo eléctrico

«Un pedazo recital en el que bascularon con mucho tino en esa dicotomía entre lo intimo y lo eléctrico, aspectos que en su caso nunca están enfrentados, pues forman un único universo en el que no se excluye nada.»

28 noviembre 2021

Teatro Arriaga, Bilbao

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

Conectar con la gente resulta una tarea más complicada de lo que parece. Seguro que nos vienen a la cabeza infinidad de casos de personas que no sintonizan de ninguna manera, una cuestión que muchas veces va más allá de una mera afinidad o antipatía personal hasta el punto de convertirse en formas antagónicas de ver el mundo. No pasa nada, nadie está obligado a caer bien por decreto, por eso siempre cobrará valor ese carisma que poseen algunos para agradar a sus interlocutores de un plumazo. La magia del encantador de serpientes.

El idilio que mantienen los madrileños Morgan con su público viene ya de lejos. Si la memoria no nos falla, ya agotaron entradas en el Kafe Antzokia en la ocasión precedente, así que estaba cantado que sucedería lo mismo con su cita en el bilbaíno Teatro Arriaga. Daba igual que en el exterior hiciera un tiempo horrible a más no poder, la cola para poder acceder al recinto podía divisarse desde lejos. Alegraba comprobar que la cultura no está ni mucho menos muerta, a pesar de los múltiples intentos de asesinato en los últimos tiempos por parte de políticos e indignos ministros del ramo.

Aquella era una de esas ocasiones de alto copete, no en vano se trataba de la presentación del tercer disco ‘The River and The Stone’, otro colosal trabajo que mantiene el nivel ya demostrado en ‘North’ y ‘Air’. En su reciente redondo incluyen además una pieza en la que abrazan sin reparos el hard rock, por lo que también había cierta curiosidad por parte de un servidor por ver cómo se desenvolvían en ese aspecto en particular. Tal vez les dé por profundizar en ese camino en el futuro.

Con la emoción del respetable en un puño, Morgan iniciaron su recital con “Hopeless Prayer”, una pieza que funcionó a modo de delicada introducción y permitió observar un tenue escenario con rocas salpicadas por aquí y allá, aparte de un reseñable juego de luces, que brillaría, nunca mejor dicho, en determinados momentos del show. Los ánimos andaban ya caldeados, por lo que “River” no pudo sino confirmar que se avecinaba un bolazo de impresión. De esos que permanecen durante largo tiempo en la memoria.

Sin perder ni un ápice de sentimiento, “Blue Eyes” nos mantuvo en una senda ascendente antes de una colosal “On and On”. Todo un lujazo tener la oportunidad de disfrutar de un sonido tan inmaculado como cristalino y una interpretación de los músicos realmente sobresaliente, con Nina cantando mejor que nunca y demostrando una versatilidad tremenda. A pesar de que muchos de los temas se muevan por un rollo en plan blues o soul sosegado, el componente eléctrico siempre flotó en el ambiente.

A estas alturas ya han conseguido reunir un catálogo de canciones muy respetable que se lucen de veras en las distancias cortas. En este sentido, impresionó desde luego que su vocalista se levantara para el derroche de energía de “Paranoid Fall”, un temón en el que se acercan a sonidos más contundentes y que contó con uno de esos solos de guitarra que se clavan en las entrañas.

Era curioso ver a Nina sin el escudo de su piano y tal vez sí que le faltara algo más de soltura como frontwoman, pero no se puede tener todo, ya les gustaría a muchas poseer esas cuerdas vocales capaces de hacer que te tiemblen hasta las canillas. Por lo tanto, no haremos sangre sobre ese asunto, aparte de que tampoco se trataba del espectáculo adecuado para ello. El que quiera ver a una vocalista moviéndose como una diosa, que vaya a un bolo de The Kills.

No estoy acostumbrada a estos esparcimientos”, dijo Nina con su candor habitual e ironizó sobre sus limitadas habilidades en escena afirmando que si algún día le dan un premio por ello, lo dedicará al público. Sin complejos.

“Silence Speaks” apela a su faceta intimista sin permitir que el personal decaiga en el aburrimiento, aunque solo contemplar lo bien empastados que sonaban todos los miembros ya era lo suficientemente entretenido y motivador. “Oh Oh” legó uno de los momentos cumbres de la velada y nos acordamos de que en la anterior gira esta pieza también funcionaba de maravilla. “Flying Peacefully” se tornó más inesperada, pero igualmente acertada para conformar una grata impresión del repertorio. Nina quiso compartir con nosotros lo que significaba para ellos tocar en el Arriaga y para eso rememoró un paseo que dio por Bilbao en el que fantaseó con tocar en ese sitio tan elegante. Otro sueño que puede tachar de su lista.

Con la voz copando el protagonismo absoluto, “Volver” era otro certero disparo al corazón. Y sin dar ocasión para levantarse nos descerrajaron “Un recuerdo y su rey”. Concatenar dos baladas seguidas no suele resultar muy conveniente si lo que se busca es no amuermar a la concurrencia, pero estos temas en castellano ejercen más bien de nota pintoresca entre canciones en la lengua de Shakespeare, por lo que enlazarlas casi parece lo más natural.

“Home” de su debut provocó aplausos desorbitados, no en vano podría afirmarse que se ha convertido en un clásico total en sus conciertos. Y qué decir de los alardes vocales de Nina, guindas que sazonan un plato ya de por sí excelente. “A Kind Of Love” en estudio no llama demasiado la atención, aunque si le añadimos un espectacular juego de luces que se apagaban y encendían como si fueran un manto de estrellas o ese magnífico solo de guitarra que se marcaron a lo “Free Bird” de Lynyrd Skynyrd, pues aquello se acerca bastante a la gloria. Qué genial manera de despedirse con épica a raudales.

Los gritos reclamando bises fueron estruendosos, por lo que el regreso a las tablas no se demoró mucho. Volvieron en clave reposada con “Alone”, una pieza que a Jon, el responsable de comunicación del teatro, le recordó a Adele. Hay que ver lo que ganaban de cerca muchos temas de ‘The River and The Stone’. Una delicia para flotar con ecos a Pink Floyd y un poso eléctrico que va incrementándose hasta desembocar en un solo de guitarra de impresión. Qué momentazos nos dejaron también las seis cuerdas.

“Sargento de hierro”, el corte en castellano que faltaba para completar la trilogía, tenía que caer sí o sí. Nina cortó el rollo tristón diciendo “¡Basta ya de pena!” y arrancándose con la marchosa “Another Road (Gettin’ Ready)”, con un ímpetu soulero que levantaría a un muerto o a un ser falto de ritmo. Y terminaron con un “Marry You” casi desenchufado con Nina cantando sin micro como las grandes divas y pidiendo amarse los unos a los otros, igual que si estuviéramos en la eucaristía dominical. Nos damos por comulgados.

Un pedazo recital en el que bascularon con mucho tino en esa dicotomía entre lo intimo y lo eléctrico, aspectos que en su caso nunca están enfrentados, pues forman un único universo en el que no se excluye nada. ¿Habéis oído hablar de los ecos de luz que consiguen verse en el espacio detrás de un agujero negro? Pues lo de Morgan es algo similar, sí.

Alfredo Villaescusa
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