Que se anuncie un espectáculo determinado y al final sea otra cosa diferente es algo en principio inquietante, sobre todo si tampoco se dan muchas explicaciones al respecto. Frente al chasco inicial, caben diversas actitudes, lamentarse por lo que podría haber sido y no fue o aceptar la situación con amplitud de miras, con la esperanza de que la noche acabe mereciendo la pena, o incluso superando nuestras perspectivas más entusiastas.
Esto último fue precisamente lo que sucedió en el bolo bilbaíno del veterano Mick Harvey, compañero de fatigas de Nick Cave desde los tiempos de The Boys Next Door o The Birthday Party y luego con Bad Seeds, aparte de colaborador de PJ Harvey (no, no les une ningún parentesco) y de un extenso currículum como compositor de bandas sonoras para películas. Un tipo que además cuenta con una prolífica trayectoria en solitario donde lo mismo homenajea el cancionero de Serge Gainsbourg que a nuestro Luis Eduardo Aute.
Pese a estar anunciada la presencia de la mexicana Amanda Acevedo, el otrora escudero de Cave ofició únicamente acompañado del italiano Georgio Valentino, que aportó guitarra atmosférica, y de una sección de cuerda compuesta por dos señoras llamadas Mónica que miraban de vez en cuando al australiano como si se hubiera escapado de un manicomio. Lo cierto es que era un tipo peculiar, hacía bromas desternillantes mientras desgranaba canciones deprimentes de las de cortarse las venas.
Tal vez la espantada de Amanda Acevedo restó algo de potencial público, pues el recinto no estaba a reventar, como sospechábamos ya solo por el pedigrí de la carrera de Harvey. No obstante, sí que se congregó un número considerable de fieles, los suficientes para generar cierto ambientillo, sin agobios de ninguna clase. Fue un recital de esos íntimos, que parece más de barra de bar, con chascarrillos incrustados aquí y allá que rompían la dinámica sobria del cancionero del protagonista de la velada.
Que no estuviera su compañera femenina a las tablas no iba a suponer ni de lejos un problema para Mick Harvey, que se arrancó en los primeros minutos con piezas de su último disco con Amanda como “Milk and Honey” o la emocionante “Golden Mirror”. Vale que se echaba a veces de menos una voz de la enjundia de Acevedo, pero el otrora escudero de Nick Cave se defendió muy dignamente a las cuerdas vocales y demostró que él solo se bastaba para lograr que un concierto llegara a buen puerto, por muchos contratiempos inesperados que surjan.
Repasó su reciente carrera en solitario con “When We Were Beautiful & Young” antes de sumergirse en ambientes crepusculares deudores de David Lynch con “Night of the Blues”. Y en “A Suitcase in Berlin” evocó la mítica capital alemana, con importancia también decisiva en la trayectoria de Cave. ¿Quién no se acuerda de aquella escena de ‘El cielo sobre Berlín’ de Wim Wenders con una multitud absorta en un garito tenebroso mientras el australiano interpretaba “From Her To Eternity”?

Harvey imaginó dónde estaría la fugada Amanda en el escenario, así como el vestido que llevaría o la poderosa mirada latina que lanzaría, a saber qué habrá sucedido en realidad entre ambos. Pero no estaba ahí para lamentarse como un muerto de hambre, sino para celebrar un repertorio con canciones tan rotundas como “Cover Me With Roses”, una de las cimas de la velada.
Se tomó incluso medio en broma su tendencia a rumiar miseria cuando atacó la versión de Lee Hazlewood “Dirtnap Stories”, pues la definió como “muy deprimente”, por lo que instó a “disfrutadla” con cierta sorna. Pero este era un bolo de contrastes, poco después provocaba las carcajadas confesando que nunca entendió a “esa gente que tiene trabajos”. Menos mal que este señor posee un alcance limitado, los piel finas no han alcanzado todavía este nivel.
“Photograph” acaparó aplausos en la recta final de un recital mucho más entretenido de lo esperado. “El tiempo vuela cuando te lo pasas bien”, afirmó Harvey antes de despedirse con “Setting You Free”, procedente de “un disco olvidado”, según explicó. No tardó en regresar a las tablas poniendo un mensaje de móvil que decía que al final del concierto “firmará cualquier cosa en la medida de lo posible”. Turno entonces para su sobrecogedora revisión de “Love is a Battlefield” de Pat Benatar, que no se la curró mal, pero con Amanda seguramente hubiera sido sublime. Y casi lo mismo podríamos decir de “Bonnie & Clyde”, a pesar de la interpretación estremecedora. Fijo que nadie vio venir la versión de Mano Negra, aunque muy a su manera, de “Out of Time Man”. Bueno, ya hemos dicho que en otras ocasiones ha recuperado “Al alba” de Aute.
En definitiva, Mick Harvey se arremangó cual improvisado chapuzas y arregló el desperfecto ocasionado por la falta de su compañera femenina. Sin Amanda Acevedo y con Berlín en la memoria, tiró de oficio y reivindicó una versátil trayectoria que cualquier melómano serio debería por lo menos valorar. Esperemos que la siguiente vez podamos disfrutar de las impagables melodías vocales de ambos sobre un escenario.
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