Crónicas
Bilbao Bizkaia Rock Day con Metallica y The Hellacopters: La familia unida
«En un momento dado del recital, Hetfield habló de “la familia de Metallica” y subrayó que reconfortaba saber que no estaban solos ahí arriba. En realidad nunca lo estuvieron, siempre les cubrieron las espaldas y certificaron una lealtad de caballeros de esas que no necesita explicitarse para que se mantenga.»
3 julio 2022
San Mamés, Bilbao
Texto: Alfredo Villaescusa Fotos: Iñigo Malvido
Existen canciones que las escuchas y que evocan de inmediato grandes estadios, ingentes multitudes y todo tipo de maneras de estrellas del rock. Un servidor lo pudo comprobar de primera mano durante la adolescencia cuando le daba por tocar la guitarra y se arrancaba con “Seek and Destroy”, “For Whom The Bell Tolls” y cualquier otro clásico de Metallica. Aunque no sonara exactamente igual que a los hombres de negro, uno podía sentir el poder de esas notas que simbolizaban eventos multitudinarios donde la vista se te pierde al divisar tanta gente.
Esa magia la pudimos sentir en el abarrotado estadio bilbaíno de San Mamés en el llamado Bilbao Bizkaia Rock Day, una suerte de festival configurado a la medida de Metallica que al final quedó deslucido por la baja por enfermedad de The Regrettes y la de Weezer por problemas con su vuelo, que se conoció en el mismo recinto. A causa de esto último, hubo que aguantar excesivos parones entre grupo y grupo, alguno alcanzando incluso la hora y media. Habría dado tiempo de sobra para ver otro concierto, anda que no habría grupos locales con solvencia deseosos de saltar a ese mítico escenario.
Ya de entrada, la sensación imperante en el recinto, con el famoso golden circle que posibilitaba ver a los astros a escasos metros y las otras subdivisiones, era que existía una suerte de sistema de castas en la que uno era lo que pagaba. Así como en la exclusiva zona de prensa no olimos una cola ni en los baños ni en ese bar en el que había más camareros que personas, nos decían que abajo era “el infierno”. Como si estuviéramos en la película de ‘El hoyo’ en la que la gente de los niveles inferiores recogía las pocas sobras de comida que les llegaban de arriba y soportaban todo tipo de perrerías. Democracia cero.
Al margen del tufo elitista, los guipuzcoanos Niña Coyote eta Chico Tornado abrieron la velada demostrando la tremenda pasta de la que están hechos con sus ritmos potentes de ínfulas stoner y la espectacular pegada a la batería de Úrsula, que llamaba igual la atención en una sala reducida que en un recinto de grandes dimensiones.
El dúo logró momentos epatantes con su versión del “I Wanna Be Your Dog” de The Stooges o un “Ariñau” igual de inapelable. Por la lejanía se perdió ese peculiar juego de miraditas que se marcan entre ellos y que revela una química asombrosa entre ambos, pero superaron con creces su condición de entremés. Así daba gusto comenzar.
Los británicos Nothing But Thieves daban la impresión de estar metidos en el evento con calzador, pues su propuesta indie rock no parecía interesar a ninguno de los asistentes. Por eso se podía divisar en la pista a grupillos charlando animadamente como si estuvieran en cualquier garito con hilo musical de fondo. Y eso que temas como “Amsterdam” no están mal para escuchártelos en casa, pero esa noche el cuerpo pedía otra cosa.
El ambiente genuino de concierto llegó con The Hellacopters, que pusieron el recinto patas arriba desde el cañonazo de inicio “Hopeless Case of a Kid in Denial”. Con Dregen desbocado como una locomotora y Nicke Andersson dejándose también el alma en los punteos nada podía salir mal.
Conscientes del lugar en el que estaban, no se excedieron con temas de su reciente álbum ‘Eyes of Oblivion’, pero brilló la pieza homónima, así como el glorioso “Reap a Hurricane”, la pegadiza “Try Me Tonight” o el blues de copa y puro “So Sorry I Could Die”. ¿Quién dijo que no se podían tocar cortes lentos en un estadio? Sujétame el cubata.
No descuidaron piezas míticas del calibre de “Soulseller”, “By the Grace of God” o ese “(Gotta Get Some Action) Now” que terminó de poner los puntos sobre las íes acerca de lo que debería ser un bolo enérgico de los que te deja con el culo torcido. Mucho tendrían que esmerarse los siguientes para superar aquello.
Tras la baja a última hora de Weezer y un excesivo espacio entre bandas que bordeaba lo inaceptable, llegó por fin el turno de Metallica, con la muchedumbre volcada por completo con los de San Francisco desde que se proyectó por las pantallas la legendaria escena del cementerio de ‘El bueno, el feo y el malo’ en la que suena el épico ‘The Ectasy of Gold’ de Morricone. Prietas las filas.
El comienzo apabullante con un frenético “Whiplash” fue sin duda para cuadrarse. El sonido renqueó un poco en el inicio y quizás no adquirió la suficiente categoría que un himno de tales proporciones merecía, aunque ya se sabe que en San Mamés las condiciones sónicas difieren bastante del lugar en el que uno se encuentre. Si en Fito & Fitipaldis nos llegaba todo rebotado, esta vez lo escuchamos divinamente de principio a fin, salvo algún breve hándicap de vez en cuando.
Con la peña ya en el bolsillo más que de sobra, “Creeping Death” era otro notable punto de enganche, con un mar de puños a lo largo y ancho del estadio. El célebre riff de “Enter Sandman” provocó una ovación, las gargantas se elevaron y se alzaron brazos a la orden de Hetfield. El vocalista y guitarrista no dudó en vanagloriarse de que solo tocaban “canciones buenas”. Nadie lo discutiría con un repertorio plagado de éxitos y con poco margen para los caprichos personales.
“Harvester of Sorrow” les quedó impecable, al igual que “Wherever I May Roam”, con ese inconfundible empiece de los que hacen afición. Muy logrado además estuvo ese efecto en la pantalla en el que se podía apreciar una especie de aureola sobre los diferentes componentes, como si fueran santos o deidades dignas de la adoración más absoluta.
Me sobró “No Leaf Clover” de su sinfónico ‘S&M’, pero si unas estrellas de su categoría no se pueden permitir algún derecho en ese sentido, apaga y vámonos. Recuperaron fuelle con el rotundo “Sad But True”, que legó una imagen impagable de Hetfield arrodillado junto a su guitarra como si le fuera a cantar una nana.
Preguntó el voceras si deseábamos escuchar un tema de ‘St. Anger’, la respuesta no pareció muy convincente, y hasta se vio a alguno por la pantalla negar con la cabeza, pero se arrancaron igualmente con “Dirty Window”, otro antojo de los hombres de negro. Como luego lo compensaban con creces, se lo permitimos. No hay problema.
Kirk Hammett se quedó un momento solo y jugueteó un rato antes de desembocar en el inicio, también inconfundible, de “Nothing Else Matters”. Respecto al guitarrista, mencionar que probablemente fue el que más sudó la camiseta, pues se pegó unos cuantos paseos por el inmenso escenario. Los años no pasan para él.
“For Whom the Bell Tolls” no admitía del mismo modo discusión, otra interpretación que les ganó el cielo. Y “Moth into Flame” captó el interés por la espectacular escenografía que se curraron con llamaradas por doquier e iluminación de club de alterne. No tardó en llegar un gancho tan efectivo como “Welcome Home (Sanitarium)”, a pesar de que me pareció que el punteo de Hammett del comienzo fue algo más corto al de la versión de estudio, un detalle que pudimos advertir en otras piezas de vez en cuando. Muchos artistas señeros hacen esas cosas y no pasa nada, les debe resultar agobiante ceñirse a los límites de sus propias canciones.
“Seek and Destroy” constituyó una importante punta de lanza antes de los bises. Apelaron además al componente nostálgico con imágenes en blanco y negro que mostraban entradas de diferentes shows de la banda, incluyendo su participación en el BBK Live de 2007. Enorme el arrebato punk del final con Trujillo dando vueltas sobre sí mismo como si fuera una peonza.
Tal vez aquello se había tornado algo corto, pero para unos señores que ya peinan canas ni tan mal. Todo un puntazo que al regresar se marcaran un soberbio “Metal Militia” en el que Hetfield sufrió para alcanzar los tonos agudos de la época primeriza de la banda. “One” no podía faltar de ninguna manera en el repertorio y contó con las habituales explosiones, láseres rojos y un solo de Hammett que reivindicó todavía más su figura en el bolo.
La piedra angular “Master of Puppets” puso el broche de oro a una noche para recordar y que a saber cuándo se vuelve a repetir. En un momento dado del recital, Hetfield habló de “la familia de Metallica” y subrayó que reconfortaba saber que no estaban solos ahí arriba. En realidad nunca lo estuvieron, siempre les cubrieron las espaldas y certificaron una lealtad de caballeros de esas que no necesita explicitarse para que se mantenga. Como la de Don Vito Corleone en ‘El padrino’. La familia unida. Eso es lo primero.
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2 comentarios
Otro gran concierto de los históricos METALLICA con todo petado en el estadio San Mamés y que junto a los suecos THE HELLACOPTERS y los NOTHING BUT THIEVES dejaron el listón muy alto como teloneros muy dignos que fueron.
Falta mencionar el fallo de sonido a mitad de Master of Puppets que nos dejo sin escuchar el solo y su parte previa gritando Master! Master!
Creo que es algo a mencionar en una reseña como esta