Messer Chups en Bilbao: Hipnotismo surf

Tal vez esto en realidad tampoco influyera tanto, pero un servidor lo cree a pies puntillas con tanta rotundidad como que grupos como To/Die/For o HIM hicieron lo propio con el rock gótico. No viene mal que nuevas generaciones se interesen por fenómenos underground que seguramente no hubieran descubierto sin un enganche contemporáneo lo suficientemente fuerte.

Los rusos Messer Chups se tiraron de golpe a la piscina con una extensa gira por la península que todavía sigue su curso, por lo que podrían haberse aprovechado de la buena reputación del género gracias al séptimo arte. En la recién inaugurada sala Rocket no se veía a mucha juventud, sino a los habituales del paisanaje concertil bilbaíno, uno miraba hacia atrás y conocía a la mayoría de los asistentes, o por lo menos le sonaba de vista. Así era el curioso microcosmos del rock n’ roll en el Botxo.

Debido al nuevo emplazamiento para bolos en el centro de Bilbao, mucha curiosidad había en el ambiente, sobre si la sala respondería en cuanto a capacidad sónica o si se consolidará en el tiempo en la agenda de la zona. En el primer apartado, cumplió de sobra, veremos si termina convirtiéndose en otro histórico templo de la villa como el Kafe Antzokia, la sala Azkena y tantos otros.

En un apañado formato trío se presentaron Messer Chups ante un respetable atento como en una clase magistral. Si no hubo peña tomando apuntes, poco faltaría. Lo cierto es que Oleg Guitaracula parecía un auténtico erudito de las seis cuerdas, con una habilidad y un arsenal de recursos que quitaban el hipo. En este sentido, todavía me acuerdo de ese increíble efecto de guitarra que se asemejaba a gritos humanos sin utilizar ningún tipo de pedal. Flipante.

Pese a que en ocasiones pueda pecar de predecible, la música surf es en realidad un universo en sí mismo y no debe resultar nada sencillo desenvolverse en un género en el que meras notas cobran una importancia crucial. Acompañaban además la misteriosa bajista Zombierella, que aportaba ese contrapunto exótico tan frecuente en los combos de psychobilly, o un batería rudo y melenudo que le pegaba bien y hacía pensar que quizás estuviera habituado a sonidos más contundentes.

Rompían el tripi instrumental conocidas revisiones como la de “Das Model” de Kraftwerk, muy conseguida, por cierto, o la del eterno “Nights in White Satin” de The Moody Blues. Esos no fueron los únicos homenajes de la noche, pues también escuchamos el clásico “Popcorn”, del pionero de la electrónica Gershon Kingsley, o la BSO de ‘La Pantera Rosa’, rescatada hasta la saciedad por infinidad de bandas.

Moló del mismo modo el aire spaghetti western que insuflaban a muchas de las piezas o el rollo de serie B de “Insomnia of the Mummies” o “Hound of Baskerville”, algo acrecentado por las imágenes de fondo que se vieron durante todo el bolo que incluían desde monstruos de la más diversa condición y pelaje a señoritas ligeras de ropa bailando de manera sugerente. Al que le ofenda, que no mire.

Este recurso quizás también provocó que aquello se asemejara una sesión de hipnosis en la que nadie pestañeaba y perderse cualquier segundo parecía imperdonable. “Estáis mirando demasiado a la pantalla”, decía un fiel desde la primera fila y tal vez tuviera razón, aunque las habilidades de los de San Petersburgo conseguían captar sin problemas la atención.

Al contrario de lo que temíamos, el show no se tornó en ningún momento aburrido, pues intercalando versiones aquí y allí lograron un resultado muy dinámico. Si la destreza de Oleg era para maravillarse por los cuatro costados, ya hemos dicho que los acompañantes no le iban a la zaga, con la femme fatale Zombierella realizando de vez en cuando aportaciones la voz, caso de “Crypt-a-Billy Tales”.

“They Call Me Zombie” volvió a otorgar protagonismo a la voz femenina y al mismo tiempo nos introdujo en los estertores finales del recital, sin apenas enterarnos, tal era el grado de ensimismamiento que alcanzaron en el recinto. Pusieron el garito en ebullición con el mítico “Misirlou” de Dale, a pesar de que algún purista hiciera amago de irse. Aquí pasa como con todo, revisiones de este clásico del surf instrumental habrá a porrillo, pero seguro que no tantas interpretadas con la competencia y el sentimiento adecuado.

Hubo petición de bises, pues su clase magistral se esfumó casi en un visto y no visto, pero no dudaron en complacer al personal regresando a las tablas con “Jerry Theme”, que debe ser una composición nueva por lo que hemos investigado, y ya para finiquitar, la ya mencionada “Popcorn”, conocida en nuestro país como “Palomitas de maíz”, toda una invitación al cuelgue sintético.

Si eres un fan de la música con mayúsculas, y todavía estás a tiempo o posees la oportunidad en el futuro, ni se te ocurra perderte esta impecable sesión de hipnotismo surf, con ritmos y cadencias que se meten en lo más profundo y te hacen sumergirte en otra dimensión en la que las listas de éxitos o la accesibilidad importan una mierda. Nunca dejará de ser un género de vocación underground.

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Alfredo Villaescusa

Eclecticismo en vena. No hay nadie que no dispare el viernes por la noche, ni hay quien esquive los disparos.

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