Crónicas

Maika Makovski en Bilbao: Un búnker para toda la eternidad

«Maika estuvo majestuosa una vez más, con un talento descomunal. Cerremos la puerta con llave y quedémonos en ese búnker para toda la eternidad»

17 enero 2025

Kafe Antzokia, Bilbao

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

Frente a lacayos del poder y demás lamebotas políticamente correctos, cómo mola encontrarse con almas libres, sin cortapisas, que solo obedecen a lo que les dicta su sentido crítico o artístico. Son la otra cara de los fríos algoritmos matemáticos que nos dicen lo que hay que escuchar y hasta que pensar, un recuerdo de otra época, aquella en la que para conseguir información había que sudar tinta y no nos daban todo mascado. He aquí la verdadera batalla cultural. Seres humanos contra máquinas. Como en ‘Terminator’.

Precisamente, el último álbum de Maika Makovski ‘Búnker Rococó’ es todo un ejercicio de resistencia, una manera de alzar la voz frente al ruido exterior, entendido como todo lo que no nos deja prestar la atención debida a la música. Como, por ejemplo, esa absurda noción de que es obligatorio captar la atención en quince segundos, un sinsentido para los que entienden que para las mejores cosas de la vida no se mira el reloj. Y si lo haces, mal asunto.

Íbamos con ciertas dudas respecto al repertorio, pues acostumbrados a la inmediatez de su predecesor ‘MKMK’, su material más reciente no parecía el más adecuado para las distancias cortas. Pero hay veces en las que las cosas no son lo que parecen y te llevas agradables sorpresas que ni siquiera imaginabas.

Una ingente multitud recibió en el bilbaíno Kafe Antzokia a la artista de origen macedonio, que ya ha estado varias veces por la zona norte, se ha labrado un público fiel, y por eso su concierto en la capital vizcaína sería totalmente diferente al de otros sitios. En especial por la descomunal entrega de la afición, que provocó incluso que al final la cantautora se saliera del guión estipulado. Otro detalle que la distinguen del resto de músicos es su negativa a poner el piloto automático y hacer siempre lo mismo fecha tras fecha, álbum tras álbum.

El espectáculo que proponía Maika Makovski en esta ocasión estaba muy cuidado, ya de entrada por el aspecto decimonónico de la protagonista de la velada, con afectada peluca versallesca y un maquillaje no menos llamativo que subrayaba todavía más sus hermosos rasgos naturales. Y la banda anterior había pasado a mejor vida, una pena no contar de nuevo con la inmensa batería Mariana, pero entendemos que era necesario para que se produjera una ruptura total con lo anterior.

La hipnótica “Muscle Cars” ejerció de sugerente entrada hacia su refugio, antinuclear y antindeseables, mientras que “A.I.” recordó a otras grandes damas del calibre de PJ Harvey o Kate Bush, con las que siempre han comparado a la mallorquina, y no sin motivo. El abanico de influencias que atesora es de tal envergadura que en un momento dado puede arrancarse con una pieza con ecos de glam rock y chatarrería fantasmagórica de Nick Cave como “Body” y acto seguido fundirse en algo tan inclasificable como “Just A Boy”, donde lo único constatable es que se trata de Maika y su peculiar forma de hacer las cosas.

“The Spanish Inquisition” constituía otra prodigiosa mezcla de géneros de las que dejaban turulato. Había que reconocer que los temas del nuevo disco ganaban mucho en directo, diría incluso que ahí adquirían su verdadera dimensión por la soberbia interpretación de Maika, cuyo rango vocal sigue siendo de poner piel de gallina.

Y de otra dimensión pudo parecer “When The Dust Clears”, aquí sí que era inevitable acordarse de Kate Bush por su ambiente onírico y esos tonos imposibles que se antojan patrimonio casi exclusivo de ella y de la autora de ‘Hounds of Love’. Del cuento de hadas pasamos a esa especie de cabaret siniestro que resulta “Iron Bells” y que confirma que uno jamás se aburrirá en un bolo suyo con una mente lo suficientemente abierta.

Recuperó la accesibilidad de ‘MKMK’ con “Love You Till I Die” y fue un tanto curioso, pues en la anterior gira solían utilizar este corte, si no me equivoco, para cerrar los conciertos. Incrementaron todavía más la garra con “Reaching Out To You”, que desde la primera vez que la escuchamos pensamos en Billy Idol y fue sin duda una de las cúspides de la noche con Maika guiñando el ojo al final como si fuera Marilyn Monroe. Enorme.

El viaje sónico por diferentes estados de ánimo alcanzó una espesura importante con “Syrinx” o “B Movies”, que quizás las primeras veces no llamen demasiado la atención, aunque acaben cogiendo en directo la solera de los grandes vinos. El personal estaba tan a gusto que no dudó en gritar: “¡Ese búnker!”. Que nos encierren a perpetuidad en ese refugio a salvo de inclemencias contemporáneas, sí.

Maika Makovski con Anni B Sweet.

Maika confesó que lo más aterrador para un artista es ponerse en la piel de otro y para certificarlo mandó subir al escenario a la maravillosa Anni B Sweet, la Lana del Rey patria, para “My Head Is A Vampire”. Si con sus recientes colaboraciones junto a Rufus T. Firefly ya la pusimos en un pedestal, faltan palabras para describir el dueto vocal que se marcaron, otro de los instantes fundamentales de la velada.

“Hunch of the Century” se contagió de la psicodelia de The Doors y en el sobrecogedor inicio de “Lava Love” alguien gritó: “¡Para David Lynch!”. Pues sí, con toda la razón del mundo, esto agradaría al responsable de ‘Twin Peaks’. La despedida con la intimista “The Door” pillaría a la mayoría con el pie cambiado, incapaces de asumir que la sesión había terminado así de improvisto, sin avisar.

Los bises se exigieron a grito pelado, incluso cuando encendieron las luces. De ahí no se iba a mover nadie. Tuvo que salir de nuevo Maika para poner orden y asegurar que no había nada más preparado. Pero los grandes artistas están acostumbrados a improvisar y eso es lo que hizo ella al interpretar en solitario “Song of Distance”, no sin antes dedicar al emocionado respetable las siguientes palabras: “¡Sois una maravilla!”.

Es en detalles como este último donde uno distingue a los que suben a las tablas como grises funcionarios frente a los que viven la música al límite en cada uno de sus poros. Maika estuvo majestuosa una vez más, con un talento descomunal. Cerremos la puerta con llave y quedémonos en ese búnker para toda la eternidad.

Alfredo Villaescusa
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