Crónicas

Los Rebeldes en Bilbao: Desbordante corazón de rock n’ roll

«Alguna vez dije que hacer rock n’ roll en este país no es que sea llorar, como decía Larra de escribir, sino más bien es de perros verdes, con independencia de las décadas que pasen. Menos mal que todavía nos quedan grandes profetas en este sentido como Burning o Los Rebeldes.»

28 octubre 2023

Sala Azkena, Bilbao

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

Si en este país siempre habrá un agradecimiento perpetuo a los que llevaron el rock n’ roll a las plazas de los pueblos y les enfilaron directos a la modernidad, no menos admiración merecen los que ejercieron de pioneros a la hora de adaptar los ritmos deudores de Elvis, Eddie Cochran y otras luminarias a la idiosincrasia patria. Lo fácil hubiera sido cantar en inglés para hacerse los molones, pero apostar por el castellano parecía desde luego una aventura arriesgada en un lugar que todavía no se había desprendido de prejuicios ancestrales.

Carlos Segarra, todo un paladín del rock n’ roll junto con Loquillo, tuvo las ideas muy claras y por eso no dudó en titular el debut de Los Rebeldes ‘Cerveza, chicas…y rockabilly!’. Sin rollos. Y seguro que no existen demasiados grupos rockeros con un tema que hasta se convirtió en canción del verano como “Mediterráneo”. Lo accesible nunca debería estar reñido con la autenticidad, algo que en algunos personajes casi viene de serie.

Con una trayectoria que supera ya las cuatro décadas, lo cual tiene mérito en un estilo situado casi siempre en las antípodas de las tendencias del momento, era previsible que se acabaran agotando las entradas para el concierto en la bilbaína sala Azkena. Daba igual que se tratara de una suerte de acústico, el personal les tenía muchas ganas y la posibilidad de entonar sus grandes himnos a pleno pulmón no se antojaba para nada desagradable.

Al igual que esos garitos por donde pasas y la música te agarra de inmediato por la solapa, así fue el rotundo comienzo del recital de Los Rebeldes con la inapelable “Quiero ser una estrella”, que versionó Fito & Fitipaldis en su laureado álbum ‘Lo más lejos a tu lado’. “Un español en Nueva York” nos mostró su lado más comercial antes de regresar a piezas que ponen piel de gallina como la homónima “Cerveza, chicas…y rockabilly” o “Eres especial”, que Carlos dedicó a las “neskas”.

El carismático vocalista con sombrero no dudó en presentar sus progresos con el euskera en cuanto se presentaba la ocasión, aunque en realidad fuera algo parecido a lo de Karra Elejalde en ‘8 apellidos vascos’. Pero vamos a lo que nos interesa, su voz sonó impecable de principio a fin, con un vigor admirable para alguien que lleva subido a los escenarios más de cuatro décadas. Su estado de forma, por tanto, era espectacular. Y la banda que le acompañaba no resultaba menos deslumbrante. Toda una coalición de talentos.

“Agua de Valencia” encendió los ánimos de la concurrencia y no tardaron en gritar: “¡Rock and roll!”. Dicha petición no cayó en saco roto, pues enseguida arrancaron con “Noche de acción”. Se notaba que la banda estaba muy a gusto, como en su segunda casa, Segarra incluso saludó a los fieles de las primeras filas, por lo que aquello iba a ser una celebración por todo lo alto de una trayectoria.

Bajaron revoluciones con la balada a la vieja usanza “Siete lunas de miel” y se pasaron al country macarra con “Immabelle”, que puso a la peña a saltar. “Dos horas más” evocó a sus compañeros espirituales Gabinete Caligari y desterró definitivamente esa idea absurda de que los recitales acústicos suelen ser un peñazo.

Salió Aurelio, viejo amigo de la banda, que les echó una buena mano asumiendo tareas vocales en “No quiero verte”. Carlos aparcó la guitarra por unos momentos y se marcó unos bailes, algo muy comprensible, pues con ese ritmo tan contagioso se te podrían ir los pies en cualquier instante. Y de mucho nivel resultó su versión del celebérrimo “C’Mon Everybody” de Eddie Cochran, esto sí que era un homenaje en condiciones, aunque nunca olvidaremos aquellas imágenes de Sid Vicious cantando a pulmón este tema en ‘The Great Rock N’ Roll Swindle’, el falso documental de Sex Pistols.

“La rosa y la cruz” evocó aquella época en la que Los Rebeldes salían por la tele y estaban en boca de todo el mundo, las gargantas se elevaron hasta la estratosfera en otro de esos cortes para poner pelos de punta. “Días de lluvia” era para lucir poncho a lo Clint Eastwood y mascar tabaco, mientras que sorprendieron con otra revisión la mar de curiosa, “A World Without Love”, un tema compuesto por Paul McCartney a los 16 años que cedió a su compañero de piso y posteriormente fue registrada por el dúo británico Peter and Gordon.

Los Rebeldes con Aurelio.

Esta canción me gusta mucho”, confesó Segarra antes de “Mía”, uno de sus grandes himnos donde se pudo comprobar el prodigioso estado de su voz. Qué temón, dios, anda que no debió de sonar en radiofórmulas y demás en la época. Aquí el frontman aprovechó de nuevo para echarse unos bailoteos, lo cual no sorprende con su animado aire swing.

Emuló a Freddie Mercury en sus intercambios de gritos con el respetable y tras un “bat, bi, hiru, lau” se arrancaron con “Esa manera de andar”, pura dinamita para aquellos con cierto sentido del ritmo. Y “Mi generación” fue acogida con tal entusiasmo que se cantó la letra a pulmón antes de que empezara. Cuando un grupo posee varios cortes que suscitan tal unanimidad, es evidente que nos hallamos ante algo grande de verdad.

“Bajo la luz de la luna” siguió apelando a los espíritus sensibles y Segarra nos legó otra deslumbrante interpretación vocal mientras intercalaba algún movimiento de cadera a lo Elvis. Sin perder el tiempo, se dirigieron raudos hacia “Mediterráneo”, cuyos coros a lo The Beach Boys insuflaron de inmediato ambiente estival.

Había sido un repertorio intachable, no sobraba nada, así era casi perfecto, pero todavía regresaron para “Mescalina”, un gran éxito que no podrían obviar de ninguna manera y que elevó las voces hasta lo indecible, como era de esperar. Por si fuera poco, intercalaron “Hound Dog” de Elvis antes de volver  a la composición inicial, lo cual añadió todavía mayor dinamismo.

Alguna vez dije que hacer rock n’ roll en este país no es que sea llorar, como decía Larra de escribir, sino más bien es de perros verdes, con independencia de las décadas que pasen. Menos mal que todavía nos quedan grandes profetas en este sentido como Burning o Los Rebeldes. Su desbordante corazón de rock n’ roll no les cabe en el pecho.

Alfredo Villaescusa
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