Crónicas
Lendakaris Muertos en Bilbao: Un vuelo de altura
«Fue una delicia reencontrarse con esta suerte de oasis musical en el que solo se alargan las canciones si la peña da pie a ello y que sigue tornándose imbatible en las distancias cortas. Normal que en estas circunstancias su poder de convocatoria no haya mermado en absoluto. Un vuelo de altura hasta lo más arriba.»
1 octubre 2022
Sala Santana 27, Bilbao
Texto y fotos: Alfredo Villaescusa
Habría que preservar ese tipo de conciertos que van siempre como un tiro. Entre el mar de palmas y de charlas innecesarias que no interesan a nadie presentes en la mayoría de los bolos, todavía quedan aguerridos punks que van al grano, apelan a los instintos primarios y se cachondean de todo lo imaginable, la actitud más sana en los delirantes tiempos actuales. Un auténtico antídoto contra esa plaga de ofendiditos que pululan por redes sociales y que quieren que volvamos a esas oscuras sacristías en las que estaba prohibido reírse.
En teoría aquel evento de Lendakaris Muertos en la bilbaína sala Santana debía haberse producido a comienzos de enero, si no me equivoco, pero se pasó al mes de octubre debido a los rigores de la pandemia. La última vez que habíamos coincidido con los navarros había sido con la peña sentada, algo que podría considerarse un crimen para un grupo de este palo, por lo que la expectación era total por vivir una de esas citas a la vieja usanza, con pogos y el vocalista Aitor pasándose más tiempo abajo que encima del escenario. ¡Cómo lo echábamos de menos!
Para una banda acostumbrada a tocar en fiestas veraniegas de pueblos cada dos por tres, hubo una notable concurrencia que demostraba que los veteranos de la kale borroka siguen teniendo un tirón impresionante entre la juventud y también en los señores hechos y derechos. Un ambientazo versátil con personal variopinto que mandaba a cascarla antiguos prejuicios entre tribus urbanas de otras épocas.
Lamentablemente, aún se estilan costumbres de antaño, como esa de solo ver a las estrellas de la noche, por lo que muchos se perdieron el contundente calentamiento efectuado por los leoneses CGPP, o Catalina Grande Piñón Pequeño para los amigos. Ya de entrada, te topas con un cantante vestido con una suerte de traje luminoso capaz de mil y un hazañas del calibre de echar alcohol en una plancha y bebérselo o de hacer comulgar con cecina a los asistentes. Un espectáculo tremendo en el que no te aburres ni un segundo. Y encima a velocidad supersónica.
En lo musical se movían entre la ausencia de complejos de Siniestro Total y las ganas de partirse la caja de Lendakaris, aparte del lanzamiento de pullas rotundas tipo Def Con Dos, por lo que eran el complemento ideal para la velada. Volaron la cabeza con trallazos a machete de la envergadura de “Ropa de mercao”, “Buenas tardes caballero” o “El ofensor del pueblo”, entre muchos otros. Para apuntar este genial descubrimiento desde la vera del río Órbigo.
Como novedad de este recuperado concierto de Lendakaris Muertos teníamos la incorporación de Iván de The Guilty Brigade, que sustituía a las seis cuerdas a Joxemi, supongo que por sus compromisos con Ska-P, y dio la talla con bastante soltura. Parecía que llevaba una vida entera junto a Aitor y compañía. Un buen reemplazo.
Pocas bandas quedarán en la actualidad que se casquen bloques de temas casi sin respirar a una velocidad tan endiablada, si parpadeabas, ya te perdías bastante. Apelando desde el inicio al personal con himnos como “Estamos en esto por las drogas” o “El último txakurra” iba a tornarse un recital apabullante, de esos en los que no se permitía ni un minuto de descanso. El inquieto vocalista Aitor preguntó a todos los que se habían incorporado a última hora dónde estaban durante los teloneros, algo muy adecuado, pues se pudo ver a los propios miembros de Lendakaris apoyando a sus colegas leoneses entre las primeras filas. Compañerismo de verdad y no de postureo.
“Detector de gilipolleces” mantuvo el fiestón en lo alto, y más cuando el frontman se metió entre el respetable para que algunos repitieran “gilipollas”, una chica hasta se resbaló de la emoción. Y en “Violencia en acción” hubo un momento cómico cuando el cantante se vio obligado a cantar a viva voz porque el micro se lo había quedado una espectadora. Enorme.
“Cómeme la franja de Gaza” nos condujo con el acelerador pisado a tope hasta “Fuimos ikastoleros”, una de esas que no podía faltar, y “Pasao de rosca” no aminoró lo más mínimo el ritmo trepidante del concierto. Qué gustazo vivir un repertorio cargado de clásicos como “Cerveza sin alcohol” o “Nunca más volverás a aplaudir en un avión” donde no cabían pijadas del estilo de alargar canciones, como nos tratan de engañar tantos otros para evitar sudar la camiseta. Aquí desde luego se dejaban la piel en el escenario, o debajo en el caso de Aitor. Tienen que acabar reventados.
“Donald Sutherland” nos conectó con ese oscuro pasado de la pandemia, algo totalmente pertinente con la cantidad de “Anacletos del espacio” que todavía pululan por las calles. Y en “Héroes de la clase obrera” su vocalista predicó con el ejemplo sumergiéndose entre la multitud para desparramar con ellos, más proletario imposible. En un momento dado incluso se perdió su rastro y luego apareció por una esquina para regresar al escenario.
Había que intimar con el respetable y por eso subió a las tablas un tipo con el traje luminoso que habían utilizado CGPP. Aitor, al verlo de esa guisa, exclamó: “¡Has venido con el vestido de la comunión!”. Y nada mejor para demostrar tolerancia que darse un beso en los morros con el invitado antes de “Besos gaztetxeros”.
Sin dejarnos recuperar el aliento, “Veteranos de la kale borroka” desató de nuevo las gargantas, al igual que “Drogopropulsado”, que se convirtió en un karaoke masivo. El aire discotequero de “Húngara chúngara” puso a botar al personal y no cesó el entusiasmo con su himno “Gora España”, en la que hubo hasta un circle pit al final.
Preguntó Iván por los heavies de Bilbo y a ellos les dedicó “Satán”. Los cánticos de “Esto no va para nada de política” habían arreciado mucho antes de que se arrancaran con la épica “Urrusolo Sistiaga” y no faltó la típica contribución del respetable para recalcar que aquello “no va para nada de política”, aunque Aitor señalara a su término: “Bueno, un poco sí va, ¿no?”.
Se acordaron de los currelas de Tubacex antes de “ETA, deja alguna discoteca” y provocaron el delirio con “Modo Dios”. “Llegáis más alto que Carrero Blanco”, dijo Aitor ante el desmedido entusiasmo de la afición. Y “Oso panda” puso la guinda a un pastel sin desperdicio alguno, para rebañar hasta el final. Sonó el himno de la URSS y gritaron: “¡Viva Rusia, copón!”. Sin perder la sonrisa ni el halo políticamente incorrecto.
Como he dicho antes, fue una delicia reencontrarse con esta suerte de oasis musical en el que solo se alargan las canciones si la peña da pie a ello y que sigue tornándose imbatible en las distancias cortas. Normal que en estas circunstancias su poder de convocatoria no haya mermado en absoluto. Un vuelo de altura hasta lo más arriba.
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1 comentario
Otro gran concierto que se marcaron una de nuestras mejores bandas de Punk Rock combativo como son los vascos LENDAKARIS MUERTOS en la Santana bilbaina presentando su último álbum y siempre con la critica sincera y directa a la casposa y aborregada sociedad española.