La Excavadora + Catalina Grande Piñón Pequeño en Bilbao: Un sitio genial para huir

La Excavadora

Justo hace un año La Excavadora había recalado en la bilbaína sala Stage, en la presentación de su espectacular reválida ‘Todo es para destruir’, y la onda de lo vivido entonces todavía nos perduraba. A pesar de que había importantes conciertos de punk y de otros géneros ese día, la elección estaba clara, sobre todo en cuanto escuchamos a una chica decir: “Pela nunca falla” nada más entrar al recinto. Y la verdad es que tenía mucha razón, el frontman era una garantía de solvencia absoluta en cualquiera de sus proyectos.

Vimos por allí a varios habituales de los bolos y eso nos confirmó todavía más que nuestro criterio era el adecuado, aunque nunca fuimos de seguir al pelotón. Luego durante el show Pela aludiría a la coincidencia de eventos esa jornada y afirmaría que los presentes habíamos hecho bien, porque eran “los más jóvenes”. Habría que comprobar ese dato, pero en lo que superaban a la mayoría era en ganas de comerse el escenario, eso sí.

Catalina Grande Piñón Pequeño

Los adalides del punk fandango Catalina Grande Piñón Pequeño se asentaron tan rotundamente en el personal como unas tapas generosas en el Barrio Húmedo de León. Pero cuidado, que ellos no son de “la Capi”, sino de pueblo, y con orgullo. Su poso rústico se notó en la familiaridad con la que trataron al respetable, al que dieron incluso de comulgar en la gloriosa “Condones de cecina”, o en objetos tan pintorescos como “el orinal del abuelo” o un peculiar bebedero de patos.

Era la tercera vez que coincidíamos con ellos y tal vez algunos gags humorísticos ya no posean el encanto de la novedad, pero nos lo pasamos genial igualmente. En su breve trayectoria disponen de himnos en los que enuncian verdades totales como “Pudrirme en la ITV” o “Arroz con costilla”, todo un dardo contra mamarrachadas gastronómicas. Por fin un grupo con potencial para ofender. De los mejores combos surgidos en los últimos tiempos. El que no se lo crea, que les vea en directo.

La Excavadora

Muy alto había quedado el listón para La Excavadora si nos podíamos a recordar la última vez en Bilbao, pero por fortuna ambos recitales nada tuvieron que ver. Ni en gente congregada ni en repertorio, aunque con apenas dos discos de estudio eran inevitables los lugares comunes.

La primera diferencia fue que de entrada apostaron por una novedad como “¿Quién manda aquí?”, una jugada arriesgada que funcionó para agarrar por las solapas a la peña y meterla de un plumazo en el show. “Mi novia y yo odiamos a la humanidad” mantuvo el tirón con dignidad y sin duda picos importantes se alcanzaron con “Canción sin nombre” y “Kímika”, que sigue volando la cabeza en directo como la primera vez que se escucha. Aquello se trataba de munición de envergadura, poca broma.

La Excavadora

“Mi carrera delictiva” valió para tomar la temperatura a la afición, que tampoco es que hubiera desbordantes multitudes, pero los que había estaban muy motivados, preparados para permanecer en primera línea de fuego, si hacía falta. Las guitarras de escuela escandinava reforzaron unos argumentos que eran más que creíbles de por sí.

“Perder el vicio” dio paso a “Bulldozer”, otra contundente novedad en la que se volvía a palpar la influencia de combos tipo Backyard Babies o Turbonegro, especialmente de estos últimos en los coros. Pero a pesar ir a piñón fijo también sabían de vez en cuando pegar un puñetazo en la mesa a la inversa, esto es, reduciendo revoluciones en “Contra el suelo”. Pela dedicó esta pieza a “los corazones rotos”, como suele ser costumbre, y ciertamente les quedó un corte muy sentido. Aquí emocionaban hasta los medios tiempos.

La Excavadora

“Animales” recuperó de nuevo el ímpetu y nos voló la peluca con ese halo a lo The Hellacopters y una letra para enmarcar cargada de bilis. Las bandas actuales sin pelos en la lengua ni miedo a ofendiditos podrían contarse con los dedos de una mano. Ellos son de esos, no cabe duda. “Ceniza” brindó otra ocasión para elevar las gargantas, nadie se iba a quedar con las ganas esa noche.

“¿Más baladas?”, retó Pela a la concurrencia antes de arrancarse con un demoledor “Grasa en el taller”, que te deja con el culo torcido la toquen al principio, a la mitad o al final. Y el frontman evocó varias sintonías radiofónicas previamente a “Mala música”, un proyectil que tampoco se desviaría de su objetivo, enardecer al personal.

La Excavadora

“Quiero ver cómo sufren” era otra de las que mejor funcionaban en las distancias cortas, por lo que seguramente les acompañará una buena temporada en el repertorio. “La Excavadora” era un himno que les daba nombre que tampoco podía dejarse de lado y “Aún queda sitio donde huir” se antojaba un bombazo sonoro difícil de escapar a su impacto. Ni un segundo de respiro.

“Esclavos del siglo XXI” de Gatillazo confirmó su plena vigencia en la actualidad con tanto alelado pegado a la pantalla de móvil pululando por las calles y no se les quitaron las ganas de bronca en “Habrá pelea”. La guinda definitiva solo se entendería con “Futuro”, no sin que Pela aconsejara cagarse “en los sionistas” todos los días de nuestra vida.

Pueden apuntar para la saca otro conciertazo apabullante, de esos bonitos, con pogos descontrolados y sin palmas ni mierdas verbeneras. Han construido un sitio genial para huir bien lejos de tanto aborregamiento y ansia por aparentar. Lo suyo es un oasis de pensamiento crítico. Todo lo que existe a su alrededor es de verdad. Vengan y compruébenlo a la próxima.

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Alfredo Villaescusa

Eclecticismo en vena. No hay nadie que no dispare el viernes por la noche, ni hay quien esquive los disparos.

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