Crónicas

Idles + Ditz: Una noche eléctrica

«Saltos y bailes coronaban una noche eléctrica de 120 minutos de concierto y la esencia de Idles al mil por cien, que enciende la mecha desde el primer minuto y explota en una veintena de cortes directos a la vena»

2 marzo 2024

St. Jordi Club, Barcelona

Texto: Markceröck. Fotos: Pablo Gándara

Idles llegaron a Barcelona alfabetizando el ruido antifascista pro-Palestina armados al ritmo del rock de guitarras afiladas en un mundo inundado de hipocresía y amor por el capitalismo.

La noche prometía en esta jornada desenfrenada, en un baño de masas con el "sold out" colgado hace meses. El menú musical que proponían Idles incluía a sus vecinos Ditz, liderados por Cal Francis y su colección de vestidos para las performances. Están emparentados estética y musicalmente con Idles, no por nada fueron elegidos para compartir está gira.

Exprimieron en once canciones toda su innovación sónica plasmada en el disco 'Ded Wrüst', la experimentación en canciones como “Clocks” y el final apoteósico de “No Thanks, I’m Full”, que nos dieron la clave para seguir la huella de estos noveles del indie actual.

Idles, el combo británico irlandés, ya roza el mainstream con su último manifiesto, 'Tangk' (2024), leitmotiv de esta gira por media Europa. Con puntualidad inglesa, a las nueve en punto, asaltaron al recinto de Montjuic. “Idea 01” fue el pistoletazo en un abarrotado St. Jordi Club, que presagiaba la tormenta perfecta para una noche de sábado.

“Colossus” proponía un paso atrás en su prolífica discografía. Ya la fiesta estaba en el aire y los pogos y apretones en las primeras filas servían de material para el fotógrafo de la banda, que registró cada segundo de lo vivido en la ciudad condal.

Transcurridos menos de diez minutos de concierto, Lee Kiernan se lanzó con su guitarra a surfear sobre nuestras cabezas, detonando la reacción en cadena para el resto de la audiencia. Al final de “Gift Horse”, Joe Talbot, la voz cantante, aprovechó el poder de la palabra y arengó con un "Viva Palestina" hasta la eternidad, ahondando en el compromiso con su ideología por el bien común del mundo, cargando también contra la monarquía inglesa con un "Fuck The King".

El arsenal de canciones estaba servido y los dardos “Mr. Motivator”, “Mother” y “Samarithans” estremecían al personal, rodeado de hipsters naufragando en aguas peligrosas. La adrenalínica “I'm Scum” fue coreada a rabiar y encadenada a “1049 Gotho” y “The Wheel”. Un rojo carmesí de fondo sirvió de telón para “Divine & Conquer”. Joe, con un pie en el monitor de retorno, dirigía la procesión a la muralla de sonido en la que Kiernan jugaba con los pedales sincronizados al baile y gritos de Talbot.

La cenicienta de las cuerdas, Mark Bowen, también se apuntó a surfear con faldas y a lo loco por las primeras filas, enredado de pies a cabeza con el cable jack que le unía a su amplificador, teniendo que ser asistido por su roadie. “Televisión” fue el punto de inflexión al pasado y dio paso a la terna de las tranquilas “Ray”, “Grace” y “Haii & Oates”, con tintes al “You Really Got Me” de los legendarios The Kinks.

La base rítmica de Adam Devonshire al bajo y Jon Beavis a la batería funciona como reloj ametralladora en dos piezas de antología: “Crawl!” y la hardcore “Wizz”, que revive al público sediento del sonido Idles. La reciente “Pop Pop Pop”, cruda en directo, apacigua las aguas tras hora y media de concierto. Se agradecía la extensión del concierto en base a la constante alza en el precio de las entradas.

Es increíble el número de fanáticos que se han sumado desde 2017 hasta la fecha a estos predicadores del sonido rock “motorik” con toda rabia del punk. El hipnótico “Never Fight a Man a Perm” ejemplifica que no hay que estar donde no te llaman. Atacaron el embrión final con “Dancer”. A estas alturas había sudado más en el concierto que en una sesión semanal en el gimnasio.

Seguimos con la aeróbica “Danny Nedelko”, que nos sumerge en una oda a la aceptación y al estoicismo que llevamos dentro entre pogos y teléfonos móviles inmortalizando la velada. El chutazo de oxígeno en forma de parodia a todo pulmón de Talbot de la navideña canción “All I Want For Christmas Is You” de la estadounidense Maria Carey fue solo un impulso para tomar carrera hacia el pago final, “Rottweiler”, con innumerables crowdsurfers que se sucedían entre sí.

Saltos y bailes coronaban una noche eléctrica de 120 minutos de concierto y la esencia de Idles al mil por cien, que enciende la mecha desde el primer minuto y explota en una veintena de cortes directos a la vena que alegran el alimento del alma que es la música.

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Esta entrada fue escrita por Redacción

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