Crónicas

Guadalupe Plata en Bilbao: Apóstoles del blues deconstruido

«Pues la verdad es que moló ver a un grupo que solamente se dedicaba a tocar sin más aspavientos. Una auténtica rareza en una época en la que abundan los falsos profetas dispuestos a venderte su moto a la mínima de cambio. Menos mal que todavía tenemos apóstoles del blues deconstruido que conservan la esencia misma de los shows en vivo.»

8 abril 2022

Sala Crazy Horse, Bilbao

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

El filósofo francés Jacques Derrida entendía la deconstrucción como un intento de organizar el pensamiento occidental plagado de contradicciones. Quizás eso mismo podría aplicarse a ciertos géneros musicales y así lavarles la cara con tanto ahínco que al final casi no quede rastro de la idea original. No por hacernos los modernos de turno, sino por guardar fidelidad a esa confusa realidad en la que se levantan y se desmoronan edificios y otros objetos mientras crecen semillas que tal vez con el tiempo devengan en algo brillante o prometedor.

Decir que los jienenses Guadalupe Plata tocan blues sería simplificar mucho el asunto, casi tanto como llamar rock a todo aquello que contenga guitarras. Ese poso místico o esotérico que a veces linda con el surrealismo de Dalí o Buñuel les proporciona una mirada característica que me atrevería a afirmar que no se encuentra en ninguna otra banda del mundo. No hablemos ya de esa peculiar cadencia escorada hacia el psychobilly que del mismo modo les otorga un punto cinematográfico que no desentonaría en una peli de Tarantino. No sería descabellado imaginarse una discoteca llena de vampiros y de fondo unos muertos vivientes oficiando notas retorcidas hasta la extenuación.

Suponemos que gran parte del respetable que acudió al bilbaíno Crazy Horse de veras estaba familiarizado con la música de los andaluces, pues solo así se entiende que el recinto estuviera abarrotado hasta la bandera, aunque otras fechas de la presente gira también han gozado de una espectacular asistencia. Da igual que ahora sean un dúo, al contrario de la última vez que les vimos, siguen conservando el ingrediente necesario para que su conjuro incite al trance desde la primera canción.

Tal vez suene a tópico, pero con Guadalupe Plata se cumple aquello de que no necesitan hablar para entenderse a la perfección, una magia que despliegan sin aparente esfuerzo desde “Serpientes negras” y “Hoy como perro”. Otro rasgo relevante de lo especial de aquel bolo era que no había presentaciones ni charlas estériles, enlazaron tema tras tema como si con ello persiguieran que los ritmos se te subieran a la cabeza, igual que si fuera una especie de cannabis sonoro que con cada bocanada de humo te hace sentir más relajado. Un auténtico colocón.

“Tormenta” creó una atmósfera noctívaga de poner pelos de punta, mientras que en “Demasiado” se escoraron más hacia el rockabilly tradicional. Los bailes desenfrenados se reproducían por el recinto como si se tratara de una suerte de virus, incluso a veces hasta a un servidor se le iban los pies, y eso que nos solemos mover menos que un gato de escayola.

“Tengo el diablo en el cuerpo” se asemejó a un ritual de santería por su evocación tanto al blues clásico como a la chatarrería fantasmagórica de Nick Cave, todo un descenso a los infiernos del que nadie osaría apartarse. Y su himno “Milana” entró cual locomotora en una estación de tren destartalada, apelando a esa pulsión animal que obligaba a la mayoría de los asistentes a danzar en torno a los dos sumos sacerdotes que proclamaban su verdad desde el escenario.

Mantuvieron el subidón con “Calle 24”, otra de esas piezas inevitables que no pueden faltar en un concierto suyo. En realidad, ellos son la prueba más palpable de que no hace falta un gran despliegue para llegar a epatar a la peña. Como si se tratara de un duelo a pleno sol, ahí teníamos a dos tipos, dos instrumentos y un destino conjunto que podría ser la hipnosis colectiva a la que nos estaban sometiendo.

Rompieron la armonía del dúo con el concurso de un invitado que salió a escena para raspar una botella con un tenedor en la sureña “Lo mataron”. Que no se pierda esa vertiente artesanal que siempre caracterizó a este proyecto, no en vano su vocalista se encarga de dibujar a mano las portadas de los discos.

“Huele a rata” cobró una nueva dimensión en las distancias cortas y algunos especularon con el hecho de que lo que decía el título era la sensación imperante en diversos rincones. Consecuencias de una afluencia desbordante. Y “Duermo con serpientes” reincidió en la obsesión particular que tienen con los ofidios en esta banda, a la par que rememoraban el rollo maquinal y repetitivo del “Ghost Rider” de Suicide. Más hipnosis en vena.

“Esclavo” supuso munición adicional para el cuelgue antes de que se enredaran con algunos punteos que no hacían sino incrementar las posibilidades del ambiente cargado del garito. Un simple “Muchas gracias” valió para avisarnos que hasta aquí habían llegado. Por suerte, no tardaron en regresar con un doble bis, si mal no recuerdo, en el que hasta se acompañaron algunos riffs con silbidos. Para que nadie diga que no hubo implicación desde el público.

Pues la verdad es que moló ver a un grupo que solamente se dedicaba a tocar sin más aspavientos. Una auténtica rareza en una época en la que abundan los falsos profetas dispuestos a venderte su moto a la mínima de cambio. Menos mal que todavía tenemos apóstoles del blues deconstruido que conservan la esencia misma de los shows en vivo. Sin palmas ni otras mierdas verbeneras, música disparada a bocajarro. Tómalo o déjalo.

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Esta entrada fue escrita por Alfredo Villaescusa

1 comentario

  • Juandie dice:

    Extenso resumen hacia el buen concierto que se marcaron esta buena banda de la preciosa ciudad de Úbeda como son GUADALUPE PLATA con ese buen aroma al mejor Blues/Rock que tan sabiamente se curran. A ver si descargan por la preciosa provincia de JAÉN para disfrutar de su directo.

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