Crónicas

Gros Coeur en Bilbao: Psicodelia post punk tropical

«En definitiva, la psicodelia post punk tropical podría convertirse en un género codiciado a partir de ahora en las citas veraniegas al aire libre, pero no conviene olvidar que es en las salas o en los garitos de reducidas dimensiones donde alcanza su verdadera dimensión o razón de ser.»

20 noviembre 2024

La Nube, Bilbao

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

Es curioso las connotaciones negativas que puede poseer un término en concreto en determinados contextos. Basta mencionar la palabra “tropical” para que el público rockero salga huyendo como alma que lleva el diablo, pensando que ya les quieren enseñar el último género fusionado con la cumbia o tal vez se trate de alguna propuesta apropiada para degustar en una playa paradisíaca entre cocoteros. Similar suspicacia levanta del mismo modo “latino”, pues la mayoría tardaría segundos en asociar aquello con reggaetón, autotune y otras cosas de repugnancia considerable. Vade retro.

Pero a veces no conviene dejarse llevar por los prejuicios, sobre todo si hablamos de una banda con un espectro de acción tan versátil como los belgas Gros Coeur, cuyo nombre precisamente alude a los vínculos profundos entre cuatro amigos. Ya han pisado el prestigioso festival holandés de Roadburn, una plataforma importante dentro de la música underground, y no sería descartable que en breve se produzca todo un furor en torno a esta original formación.

Labrarse un hueco en la capital vizcaína empieza a ser complicado incluso cualquier día, pues es rara la jornada en la que no coinciden varios eventos apetecibles en los últimos tiempos. Hay que tomar decisiones, a veces por  comodidad o cercanía al domicilio, y otras por lo fácil o complicado que sea contemplar a esa banda en directo.

Ver a un grupo en pleno esplendor, antes de que peguen el pelotazo y se los empiecen a rifar en diversos festivales, no es una oportunidad al alcance de la mano habitualmente, por lo que la pregunta anterior ya la consideramos respondida. Luego podríamos añadir que los bolos en el palo eminentemente instrumental que sean dinámicos y no se conviertan en meros onanismos para virtuosos se cuentan con los dedos de una mano.

Lo cierto es que pocos grupos pueden presumir de haber logrado un sonido propio de personalidad apabullante con un primer disco. Tal es el caso de Gros Coeur, con un somero trabajo de apenas cinco temas, pero con mucha miga. Cualquiera que lo haya escuchado, sabrá de inmediato que no abundan los referentes debajo de las piedras. Los más avezados, y puestos al día con la actualidad, probablemente les puedan asociar las chicas internacionales de Los Bitchos, si bien estas profundizan más en estilos como el surf rock o la cumbia.

El enfoque de estos muchachos estaba sin duda en la psicodelia y en el krautrock hipnótico de ritmos que casi parecen inducir a un estado superior de consciencia. La canción “Java” era un claro ejemplo de esto último, con su aire a lo Talking Heads y esa peculiar percusión tribal que diría que es una de sus principales señas de identidad.

Las voces etéreas contribuyeron a crear un ambiente onírico que se rompía cuando el bajista nos mostraba sus conocimientos de nuestro idioma, una manera de rellenar huecos también cuando había que cambiar de instrumento. Es lo lógico en viajes tan intensos como el que proponían los belgas, con subidas y bajadas, pues un excesivo tiempo en lo más alto se tornaría por completo inviable.

Uno de sus grandes aciertos es haber encontrado una especie de territorio común para fans del post punk contemporáneo y el progresivo añejo de siempre. Las explosiones guitarreras que se marcaban, por ejemplo, apelarían de igual forma a aficionados al post rock que a los del rock sinfónico de toda la vida en la estela de Pink Floyd.

Un trabajo de cinco temas no proporcionaba de por sí demasiado margen de maniobra a la hora de configurar un repertorio, por lo que también recurrieron a piezas nuevas. El personal se mostró muy receptivo, con alguna chica incluso realizando movimientos místicos, lo cual sorprendió en un estilo opuesto a cualquier atisbo de comercialidad. He aquí la posibilidad de alcanzar un cuelgue sano y natural, sin drogas ni otros medios artificiales de influir en la consciencia.

“Sacrifice” fue otro de los títulos que logramos distinguir en el viaje sonoro que nos proponían y además confesaron que habían grabado el videoclip en las Bardenas Reales, un paraje semidesértico que encajaba cual guante en sus canciones plagadas de subidas y bajadas de intensidad. Karlos Peligro, que no se quiso perder el concierto, señaló que había “más pedales que en una vuelta ciclista”, otra prueba de que el sonido que han conseguido no surgió de la noche a la mañana, sino fruto de la experimentación y de un esfuerzo mejorado show a show.

“Monique” era otro de los cortes que más llamaba la atención de su debut y en directo no defraudó lo más mínimo, con guitarras realmente aceleradas y potentes al final. Alguno de los miembros hizo el símbolo del corazón con las manos, aunque en este caso probablemente evocando el nombre del grupo y no la ñoñería con la que se suele acompañar ese gesto de hippies trasnochados. Los signos nunca fueron categorías inmutables.

En definitiva, la psicodelia post punk tropical podría convertirse en un género codiciado a partir de ahora en las citas veraniegas al aire libre, pero no conviene olvidar que es en las salas o en los garitos de reducidas dimensiones donde alcanza su verdadera dimensión o razón de ser. Esos lugares en los que es posible perderse y no volverse a encontrar. Atrévanse a vivir la experiencia.

Alfredo Villaescusa
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