Crónicas
Graspop Metal Meeting 2025 en Bélgica (jueves), con Iron Maiden, Dream Theater, Powerwolf o Epica: Sol, potencia sonora y comunidad metalera
«Con el atardecer como telón de fondo y miles de voces coreando los clásicos como verdaderos himnos, la atmósfera fue mágica. Salimos del show de Iron Maiden cargados de energía y nostalgia»
19 junio 2025
Graspop Metal Meeting, Dessel, Bélgica
Texto: Merry Jane. Fotos: Hughe Vanhoucke
Esto fue Graspop Metal Meeting: sol incandescente, grandes bandas, también con representación femenina, y un ambiente que osciló entre el fervor metálico y la lucha por una cerveza fría. Graspop 2025 será recordado como aquella edición increíblemente calurosa, pero también como el año en que nuevas bandas empezaron a escalar posiciones en el cartel del escenario principal. Con los cuatro días sold out, es decir, más de 85.000 asistentes, el festival volvió a brillar en su ya clásica mezcla de potencia sonora y comunidad metalera.
El clima acompañó, sí, pero también obligó a buscar sombra, agua… y paciencia. Aun así, desde temprano se respiraba un buen ambiente y una vibra de hermandad que se mantuvo durante todo el fin de semana.
Landmvrks
El primer día del festival arrancó para nosotros con Landmvrks en el escenario sur principal. El metalcore francés pegó con fuerza desde el primer tema. Esta banda parece haber escalado hasta la cima de forma meteórica y ya es una de las más grandes que Francia tiene para ofrecer. No temen experimentar, y eso les ha permitido crear un sonido propio y fresco que el público de todo el mundo parece disfrutar cada vez más. “Blistering” fue la banda sonora de decenas de crowdsurfers, y “Visage” nos mostró su faceta de rap francés.
Soen
El progresivo no se hizo esperar, y Soen fue el aperitivo perfecto antes de ver a Dream Theater. La banda sueca, liderada por el exbatería de Opeth, Martin López, atrajo a los amantes del progresivo moderno a la carpa del Marquee.
Cuando comenzó “Sincere”, la energía fue creciendo con un sonido heavy, pero siempre guiado por la voz melódica de Joel Ekelöf, cálida y envolvente. Sin necesidad de brutalidad, temas como “Martyrs” y “Lotus” destacaron por sus composiciones extensas y emocionales, sostenidas por una base rítmica sutil pero poderosa. No hubo moshpits ni caos, solo cuerpos que se mecían con los ojos cerrados, inmersos en un viaje sonoro profundo.
Más tarde, en la carpa del Marquee, la finura y la profundidad excelsa de los suecos Soen nos cautivó con una actuación exquisitamente ejecutada y un carácter envolvente a la par que poderoso. Lejos de incurrir en laberintos incomprensibles, su metal progresivo es digerible, colindante con el metal alternativo, y en “Antagonist”, la inmensa “Unbreakable”, cuyo estribillo fue tal vez el más coreado, “Lotus” o “Violence” nos dejaron prendados de su hondura.
Alestorm
El cambio de tercio llegó más tarde con los piratas escoceses Alestorm, de nuevo en los escenarios principales. En otras ocasiones los hemos visto imprecisos, pero esta vez su empaque y solidez multiplicaron su nivel. Tres patitos de goma gigantes flanqueaban un escenario, desde el que cayeron sobre nosotros toneladas de diversión, irreverencia y buena onda.
El inmejorable arranque con “Keelhauled” dio paso a cortes como “The Sunk’n Norwegian”, “Frozen Piss”, en la que una mujer vestida de extraña criatura verde cantó en japonés; “Shit Boats (No Fans)” o “Drink”, para la que su vacilón vocalista, Christopher Bowes, nos anunció que habían venido a beber nuestra cerveza.
Dream Theater
El escenario sur se vistió de gala para recibir a los veteranos del metal progresivo Dream Theater, que regresaban a Dessel tras 16 años de ausencia. Con cuatro décadas de trayectoria y una reputación impecable en cuanto a calidad sonora, la expectativa era altísima, y miles de fans acudieron para presenciar el esperado regreso de los maestros del género.
Petrucci, Myung y Portnoy brillaron con secciones instrumentales extensas y precisas, mientras James LaBrie, con su carisma intacto, logró mantener viva la conexión con el público. Si bien por momentos el show se sintió más como una exhibición técnica que como un concierto emocional, la banda logró condensar con solvencia 40 años de carrera en 75 minutos intensos.
Hubo espacio para sutilezas, como los guiños a Pink Floyd y Metallica fundidos con “Peruvian Skies”. A pesar de que el teclado sonó algo bajo en la mezcla, Jordan Rudess fue una figura central, robándose la atención con su virtuosismo y coronando su actuación con un brillante solo de keytar.
Epica
Con más de veinte años de trayectoria, Epica regresó a Graspop por décima vez y demostró por qué sigue siendo una figura clave del metal sinfónico. La banda neerlandesa no solo mira hacia atrás con orgullo, sino también hacia adelante, presentando su nuevo sencillo, “Arcana”, como adelanto de un álbum previsto para este 2025. Su ambición artística se refleja también en proyectos recientes como su versión de “Danse Macabre” de Saint-Saëns, grabada para el parque Efteling, y conciertos junto a orquesta sinfónica.
Pese a ser a veces subestimados frente a otros grupos como Within Temptation, Epica dejó claro que su alcance global y base de fans son sólidos. Aceptaron el desafío de tocar justo antes de Iron Maiden y no decepcionaron. La pirotecnia intensa en temas como “The Last Crusade” y “Fight to Survive” añadió dramatismo a una actuación ya de por sí potente.
Simone Simons brilló con su voz impecable y presencia escénica hipnótica, a pesar de que algunos temas resultaron algo similares en estructura. La energía del grupo, sin embargo, mantuvo vivo el show de principio a fin. Fue un concierto vibrante, preciso y visualmente impactante.
Iron Maiden
Iron Maiden ha sido un pilar fundamental del Graspop Metal Meeting desde su primera aparición en 1996, y este año regresaron para celebrar su 50 aniversario, atrayendo a fans de todas las generaciones, incluidos muchos rostros jóvenes. A pesar del paso del tiempo, la energía de la banda sigue siendo arrolladora, con una actuación que, enmarcada en su “Run For Your Lives Tour” (5 de julio en Madrid), estuvo completamente enfocada a la etapa entre su debut homónimo, que data de 1980, con Paul Di’Anno al micrófono, y ‘Fear of the Dark’, lanzado en 1992, un año antes de que Bruce Dickinson abandonase la banda.
Pidieron al público que guardara sus teléfonos y se entregaran al momento, mientras un imponente despliegue visual con pantallas LED acompañaba una escenografía fiel a las icónicas portadas de sus discos. Abrieron fuego sobrados de energía y oficio, y con un sonido infranqueable, con cuatro clásicos de su etapa primigenia: “Murders in the Rue Morgue”, “Wrathchild”, “Killers” y una inmensa “Phantom o the Opera”.
Bruce Dickinson estaba en su salsa, también interpretando los himnos originalmente registrados por su desaparecido predecesor, y leyó entre bromas las letras que algunos asistentes portaban en las primeras filas, donde se podía leer “happy birthday”. No había, afortunadamente, muchos móviles alzados, pero sí globos conmemorativos del aniversario que permanecieron visibles buena parte del show.
“The Number of the Beast” resultó increíble, y su efecto fue el propio de un himno absoluto del heavy metal perfectamente ejecutado, con Steve Harris dándolo todo, los tres guitarristas en liza impecablemente compenetrados y Simon Dawson, el batería que entró a la banda tras la marcha de Nicko McBrain y que fue reivindicado por Dickinson en varias ocasiones, clavando cada uno de los cortes.
“The Clairvoyant” y “Powerslave”, en la que Dickinson se puso una llamativa máscara de plumas, precedieron a la legendaria e inmensa “2 Minutes to Midnight”. Entre los momentos más impactantes, destacaron las interpretaciones épicas de “Rime of the Ancient Mariner” y “Seventh Son of a Seventh Son”, entre la que “Run to the Hills” hizo de aquello una auténtica olla a presión.
Dickinson mantuvo una conexión constante con el público, incluso cambiando la bandera británica por la nacional, gesto que desató la ovación. En cualquier caso, la bandera de Reino Unido la ondeó, ataviado como de costumbre, en la gloriosa “The Trooper”, sucedida por una “Hallowed Be Thy Name” que resquebrajó todos los límites con el cantante cantando en una jaula para luego trepar por una logradísima ladera de lava escapando de un fantasma que pretendía ahorcarle.
“Iron Maiden” fue la última mirada por el retrovisor hacia sus álbumes primigenios antes de que, ya en el terreno de los bises, “Aces High”, una apoteósica “Fear of the Dark” en la que Dickinson vestía capa y sombrero al tiempo que portaba un farol, y “Wasted Years”, con el cantante ya más justito vocalmente, echasen el cantado a la actuación.
Con el atardecer como telón de fondo y miles de voces coreando los clásicos como verdaderos himnos, la atmósfera fue mágica. Salimos del show cargados de energía y nostalgia, convencidos de que Iron Maiden sigue siendo una fuerza viva.
Powerwolf
Cuando la luna se alzaba sobre el primer día de Graspop y los restos del huracán Maiden aún flotaban en el aire, Powerwolf tomó el relevo con la confianza de quien sabe que está jugando en casa. No importó el ligero retraso ni la presión de seguir a una leyenda: los alemanes salieron con todo desde el primer zarpazo. “Bless ’Em With the Blade” e “Intense & Iron” abrieron las puertas de su catedral metálica, una donde el órgano escupe fuego y los riffs rugen como lobos hambrientos.
Attila Dorn, como siempre entre lo teatral y lo entrañable, nos recordó que el heavy metal no necesita guerras: somos un ejército, sí, pero uno que canta, baila y bebe sangre simbólica al ritmo de “Army of the Night”. Tras la ya clásica “Amen and Attack”, se echó un divertido “duelo de danza” con el incansable Falk Maria Schlegel, teclista y animador oficial del aquelarre.
El show fue una mezcla explosiva de épica, humor oscuro y puro espectáculo. Dorn presentó con voz de ultratumba la siniestra historia de “1589”, y de ahí en adelante fue un desfile de himnos pegadizos: “Demons Are a Girl’s Best Friend”, “Blood for Blood”, la incendiaria “Sanctified with Dynamite”, y, por supuesto, el doblete final con “We Drink Your Blood” y “Wherewolves of Armenia”, que convirtió el escenario en una auténtica fiesta de medianoche.
Visualmente imponentes, musicalmente sólidos, Powerwolf volvió a demostrar que domina como pocos la fórmula del heavy metal espectáculo. Eso sí, las pistas pregrabadas —incluida la del eterno bajista fantasma— siguen siendo una mancha en un directo tan potente. Y si bien sus discursos entre canciones ya suenan algo gastados, el fervor del público demuestra que su fórmula aún tiene cuerda para rato.
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