Crónicas

Evan Dando (The Lemonheads) + Rüdiger en Bilbao: Un icono de la Generación X

«No íbamos con las expectativas demasiado elevadas, pero su bolo no nos pareció horrible como anticipaban los más negativos, sino una experiencia curiosa. Como irte de campamento con colegas, con uno de ellos músico, que a la menor ocasión saca la guitarra y se propone demostrar su talento.»

5 noviembre 2024

Kafe Antzokia, Bilbao

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

La curiosidad probablemente sea el motor infatigable que nos mueve a realizar múltiples actividades, incluyendo animarse a asistir a un concierto. Basta evocar aquella época pretecnológica donde las redes sociales no nos habían sorbido el cerebro y pensar en personajes malogrados como Kurt Cobain o carismáticas actrices como Wynona Rider para concluir que los noventa nunca fueron una mala época, pese a que exista cantidad de gente que opine lo contrario. Pero claro, ¿cómo renegar de esos años si por aquel entonces uno empezaba a descubrir la música, el amor o las drogas? Todo un aprendizaje vital que nos ha convertido en lo que somos hoy.

Evan Dando

Habíamos leído en comentarios que el otrora cantante de The Lemonheads, Evan Dando, todavía andaba pasadísimo con ciertas sustancias y que sus shows eran más lamentables que otra cosa. Nos sucedió lo mismo con la última película de Francis Scott Coppola, ‘Megalópolis’, las críticas negativas que recibía nos incitaron a descubrir si de verdad era tan mala como decían (lamentablemente, lo era) o la peña en realidad funcionaba con mentalidad borrega siguiendo a los líderes de opinión de turno.

Diría que gran parte de los asistentes acudieron más con el recuerdo de lo que era el señor Dando, todo un sex symbol de la época, que por lo que es ahora. El siempre versado Aitor Bakaikoa nos recordó que la última vez que The Lemonheads recalaron en el bilbaíno Kafe Antzokia estaba lleno de chicas, “pijas de la margen derecha”, en esta ocasión la presencia femenina no era tan abrumadora, pero sí importante, hasta le dedicaron varios gritos de “guapo” a lo largo de la noche.

Rüdiger

Calentó la velada otro artista en solitario como Rüdiger, con una reseñable trayectoria en la escena euskaldun como batería de Willis Drummond o Joseba Irazoki, entre otros grupos. El formato acústico le sentó decente a composiciones como “The Dancing King”, que da nombre a su último disco en solitario, o “Downtown”, aunque realizar un recital tan sosegado con la desmedida proliferación de cacatúas en la entrada parecía poco menos que una chaladura. Hubiéramos preferido de telonero a Kurt Baker, como en Madrid, pero no nos desagradó este artista de Bera (Guipúzcoa). Nos entraron ganas de verle con banda al completo.

Ya la simple irrupción en escena de Evan Dando nos indicó que no se trataría de un bolo más al uso, pues colocó en el suelo una hoja de set list que más bien parecía las tablas de Moisés por su tamaño y justo al lado varios cuadros, suponemos que pintados por él. El arranque con “The Outdoor Type”, versión de Smudge, sonó convincente y desató gestos de complicidad entre los fieles, alguno hasta dijo: “¡Qué bonita!”.

Evan Dando

El segundo tema ya se tornó un poco más raro en la interpretación. La chica de al lado nos preguntó: “¿Tú crees que está drogado?”. Y respondimos que tampoco andaba el hombre de caerse por los suelos, pero un poco achispado es probable que sí estuviera. Eso sí, la voz no estaba mal para un tipo que fue adicto al crack. Había algunos instantes en los que se le iba la letra o terminaba abruptamente, pero se le podía perdonar.

Conseguir entretener en un show acústico tiene su mérito, ya hemos mencionado lo mucho que nos traumatizaron aquellos horribles conciertos en sillas de la pandemia. Y fijo que nadie puede decirse que se aburrió, aquello era como cuando pillas a un colega músico por banda y le pides que te toque unas canciones. Si se pretendían interpretaciones puristas, aquel no era el lugar adecuado, pero con una mente más abierta en ese sentido se podía hasta disfrutar.

Los cuadros de Evan Dando.

“Confetti” o “My Drug Buddy” le quedaron realmente bien y el respetable le ovacionó en el himno “It’s a Shame About Ray”. Podría afirmarse que el otrora líder de The Lemonheads iba a mesa puesta, con el público ganado de antemano, con el personal prestando atención como si se tratara de una clase magistral. Las piezas populares como “Into Your Arms” apelaron a la fibra sensible de muchos, pues era casi como si te encontraras a Dando en un bar y te la cantara al oído.

En los recitales del norteamericano suele haber versiones de lo más variopintas, desde “Snowblind” de Black Sabbath o “Fade to Black” de Metallica hasta Joni Mitchell o Lucinda Williams. Y lo mejor es que va improvisando en cada fecha. En estos tiempos con bandas que se tiran giras enteras con un repertorio grabado a fuego, es de agradecer un poco de improvisación, eso que precisamente convertía a los conciertos en algo especial y a veces inesperado.

Evan Dando

En este sentido, reconocimos “You Tore Me Down” de Flamin’ Groovies, y no estuvo mal, aunque hubiéramos preferido que se animara con algo de The Replacements, como ese “Unsatisfied” que a veces toca cuando le da el punto. Y que no incluyera la celebérrima versión del “Mrs. Robinson” de Simon & Garfunkel que catapultó a The Lemonheads en su día nos resultó increíble como mínimo.

Dando no renunció a utilizar su propia guitarra como improvisada batería y el final con el vocalista y guitarrista acercándose hasta al público para cantar a capela fue un tanto surrealista a la par que inesperado. La peña pidió bises y el tipo respondió regresando al de poco tiempo. “Eso es todo, amigos”, dijo al terminar recuperando una frase mítica de dibujos animados y sugiriendo que la excesiva pompa de las rock stars tampoco era lo suyo.

No íbamos con las expectativas demasiado elevadas, pero su bolo no nos pareció horrible como anticipaban los más negativos, sino una experiencia curiosa. Como irte de campamento con colegas, con uno de ellos músico, que a la menor ocasión saca la guitarra y se propone demostrar su talento. En este caso no había nada que probar, pues no todo el mundo puede presumir de haber sido un icono de la Generación X que seguramente decoró muchas habitaciones.

Alfredo Villaescusa
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