Crónicas

Depresión Sonora en Bilbao: Un fenómeno juvenil

«Esto es un fenómeno juvenil y es imparable. De lo mejor que nos ha traído este futuro imperfecto.»

18 noviembre 2022

Sala Stage, Bilbao

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

Seguro que algún lector ha estado en uno de esos conciertos en los que uno se siente el más anciano del lugar, el recinto está abarrotado de jóvenes en la flor de la vida y el griterío es realmente ensordecedor, como si fuera a aparecer por allí una estrella de radiofórmula, un youtuber o cualquier otro tipo que lo pueda petar en la actualidad. Al contrario de lo que muchos piensan, aquello de los fans histéricos no murió con las boy bands de los noventa, sino que sobrevive hoy en día con música que en realidad no tiene nada de comercial.

Lo cierto es que imaginábamos que el bolo de Depresión Sonora en la bilbaína Sala Stage iba a estar a reventar, no porque fuéramos adivino, sino por una simple observación de lo que llamamos “el nuevo punk”. De hecho, diría que gran parte de los asistentes eran los mismos que vieron a La Élite hace casi un mes en un también abarrotado Kafe Antzokia.

El proyecto del vallecano Marcos Crespo comparte con los catalanes antes mencionados el rollito urbano, un sentido artesanal que entroncaría con el famoso do it yourself del punk y un desparpajo total a la hora de abordar letras que apelen directamente a chavales en la veintena o menos, esa misma generación que se comió la crisis, luego la pandemia y todos los indicadores dicen que vivirán peor que sus padres. Por algún lado tendría que llegar su no future particular.

Multitudes de chavalas emocionadas copaban las primeras filas para ver el directo de Depresión Sonora, que en su mismo formato seguía la tradición post punk al contar con guitarra, bajo y batería pregrabada. No faltaría tampoco niebla a borbotones y una casi penumbra en el escenario que convertiría la labor de los fotógrafos en una tarea verdaderamente titánica.

Para tener al público comiendo de su mano, Marcos no necesitaba ni hablar, pues los chillidos arreciaron cual aguacero en cuanto asomó por las tablas acompañado de sus escuderos. “Veo tan dentro” se tornó en un claro ejemplo del motivo por el que ha conseguido conectar con gente tan diversa, su mensaje, en ocasiones nihilista, es universal. ¿Quién no está de acuerdo con aquello de aprovechar el momento que ya preconizaban incluso los pensadores clásicos?

Para un servidor una de las cimas compositivas de su reciente ‘El arte de morir muy despacio’ sería sin duda “Te mientes a ti mismo para ser feliz”, toda una joya del post punk contemporáneo que funde las atmósferas de bandas rusas tipo Molchat Doma con la verborrea rotunda del rap. En esta propuesta no hay lugar para sectarismos.

Como ya hemos dicho, la fidelidad de los fans de Marcos no conoce límites, es una especie de dios al que reverencian como si estuviera revelando algún arcano indescifrable. Mencionar a modo de anécdota que en un momento dado se colaron al entrar en una canción y una chica gritó cuando intentaron justificar la pifia: “¡Las culpas no existen!”.

Muy revelador fue asimismo el hecho de que mientras intentaban solventar el problema técnico el guitarrista se entretuviera homenajeando clásicos, como cuando se arrancó con el riff de “Whole Lotta Love” de Led Zeppelin, algo que a buen seguro las criaturitas del bolo ni reconocerían.

Esta breve pausa no restó dinamismo al show, al contrario, pues la multitud cada vez se movía más. “Voy a explotar”, en ese sentido, muchos se lo tomaron literalmente mientras coreaban la letra a pleno pulmón. Al igual que las alusiones a Eskorbuto que cuelan La Élite en sus canciones, tal vez ese “mierda de ciudad” tenga algo que ver con Kortatu.

“Fumando en mi funeral” me parece otra pieza soberbia cuyo inicio podría ser de The Cure antes de que aparezcan melodías reminiscentes del post punk ruso y estrofas que reflejan como pocas la angustia vital de esa generación perdida que lleva comiendo mierda sin parar en términos sociales. Pero no cuentan esto para desatar la compasión ni nada de eso, ya lo dejan bien claro: “No me regalen flores”.

Marcos recordó su estancia en la capital vizcaína, en especial durante el periodo festivo de Aste Nagusia, antes de ese himno a la juventud que es “Dónde están mis amigos”. Desde luego es muy sencillo emocionarse con frases que apelan a un segmento de edad concreto, aunque más bien diría que en verdad su propuesta no tiene edad, se trata de una cuestión de espíritu. Dudo que sus temas apelen por ejemplo a viejos prematuros a los que eso de salir de fiesta les suena a la prehistoria.

Vamos a tocar las antiguas, las que os molan”, dijo Marcos a esa entregada concurrencia que cantaba hasta los punteos antes de “Tú no me tienes que salvar”. Y pensar que todo esto se originó en una habitación, de la misma manera en la que podrían aprovechar su tiempo libre miles de adolescentes.

Por suerte, el aborregamiento tecnológico no ha llegado a la inquieta mente de este vallecano y se congratuló de que no hubiera “muchos móviles” porque eso significaba que la gente estaba realmente viviendo aquello en el instante adecuado, como tiene que ser. Nada mejor que arrancarse en este contexto con “Apocalipsis Virtual”, en la que apreciamos hasta cierto parecido a la banda de post punk turco She Past Away.

El carismático vocalista recordó sus orígenes cuando tocó en Bilborock y un chaval llamado Eneko se tuvo que quedar fuera por el tema de aforo, así que en su honor fue “Gasolina y mechero”. Esa noche no dormiría. Y la peña echó el resto con pogos frenéticos en “Hasta que llegue la muerte”, que finalizó con Marcos llevado en volandas de un lado a otro de la sala hasta regresar al escenario. En brazos de los fieles, como un auténtico Cristo de los desesperados.

Imagino que habrá los que despreciarán la original propuesta de Depresión Sonora únicamente por la juventud de su creador, pero lo que nadie podrá discutir es que ha sabido dar con la tecla adecuada para conectar con el espíritu de los actuales olvidados del sistema, esos que ni siquiera se pueden plantear vivir fuera de casa de sus padres. Esto es un fenómeno juvenil y es imparable. De lo mejor que nos ha traído este futuro imperfecto.

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Esta entrada fue escrita por Alfredo Villaescusa

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