Crónicas
Delpalo: De hito en hito hacia la cumbre del rock estatal
«Este grupo de amigos transmite una proximidad y una magia de la que se hace quimérico no desear seguir formando parte. El siguiente capítulo de Delpalo está a la vuelta de la esquina, y lo vamos a devorar como quien espera el siguiente libro de su saga favorita»
18 enero 2025
Sala Moby Dick, Madrid
Texto y fotos: Jason Cenador
Hay noches que suponen un antes y un después en la vida de uno, que se recuerdan durante años, que abren la puerta a la siguiente pantalla y allanan el camino a lo que está por llegar. Los madrileños Delpalo vivieron una de esas veladas que se llevan tiempo aguardando y que terminan resultando, tal vez, todavía mejor que lo que las expectativas más elevadas marcaban.
Era el fin de su gira de presentación de ‘Soportales’, su primer elepé, y agotaron por completo las entradas de la Sala Moby Dick de Madrid. Quienes las adquirieron jugaron un papel esencial en la transición de la banda hacia el siguiente nivel. Su bandera ya está clavada en la cúspide del presente, y el futuro se atisba rutilante en el horizonte.
Pocas son las veces que las canciones de la etapa primigenia de una banda alcanzan en ese preciso instante la categoría de himnos ilustres. La mayoría de las ocasiones, la banda va carburando y aquellas canciones pretéritas adquieren un halo de grandes clásicos con el paso del tiempo, salvo, tal vez, un par de ellas, las más celebradas en su día.
Con Delpalo ocurre algo distinto. Cada canción que fue interpretada sobre el escenario de la icónica sala madrileña fue coreada con fervor y casi unánimemente como si de un himno imperecedero se tratase, como si fueran clásicos de toda la vida, en una química equiparable a la de una audiencia entregada coreando los temas con los que creció de una banda célebre, de primer orden.
Pero se trata de apenas los primeros pasos discográficos de una banda que lo va a tener complicado, muy complicado, para cercenar según qué canciones de su repertorio según se vaya engrosando. Han pasado de cero a cien como un Fórmula 1 y, tanto con ‘Soportales’ como con su inmenso primer EP, ‘La dama y el rey’, han dejado el listón muy alto.
Delpalo no es un grupo de virtuosos, ni mucho menos. Es un grupo de canciones, de sentimientos, de franqueza y efectividad. De comunicarse en el mismo idioma que sus acólitos y lograr trasladar el mensaje de sus letras hasta la esquina más recóndita de su cerebelo. Sus canciones son digeribles, afables y sencillas, y precisamente en esa inusitada redondez está su magia. Llegar a aportar tanto en tan pocos minutos, llegar a entusiasmar tanto con una canción es una meta que muy pocos logran cruzar con esa solvencia.
El de Madrid era un concierto importante para ellos, una prueba de fuego para evaluar el rodaje adquirido después de un buen puñado de actuaciones en diferentes plazas del país, y, como si de una banda con décadas a sus espaldas se tratase, proyectaron antes del concierto una suerte de vídeo documental empapado de sinceridad sobre lo andado hasta el momento, las vicisitudes añadas por el camino, las decisiones tomadas y los tiempos de (mayor) juventud, con imágenes de años atrás que arrancaron la sonrisa entrañable de los presentes. Y es que en pocos años se puede lograr lo que otros en muchos. Ellos así lo han hecho.
“De parte del diablo”, en la estela del rock urbano más aguerrido y coreable, fue un expeditivo y celebradísimo el pistoletazo de salida, sucedido por la emocionante “Tan chaval” y la nostálgica y sensible “Cuando fuimos felices”, siempre ávida de erizar el vello de quien se sumerja en su sentida lírica y su inmensa accesibilidad y su envolvencia cautivadora.
Con el corazón derretido arribamos a la primera versión de la noche, en la que esa combinación de melancolía y motivación para afrontar decisiones difíciles que evoca su predecesora se tornó el jolgorio y despreocupación, pues se trató de “Quiero ser como tú”, la famosa canción de El Libro de la Selva. Aquello era una fiesta de sábado noche de las que todavía se celebran en contacto con la almohada.
Pablo Finque, vocalista y guitarrista de la banda, nos invitó entonces a “un viaje astral solo apto para los amantes de los boletus especiales”, para dar paso a “Niños perdidos”, otro corte en el que cientos de gargantas prácticamente eclipsaban la de Pablo en un alarde de entrega inusual por parte del público hacia una banda incipiente.
Tomó la palabra el guitarrista Julio Morcillo para avanzarnos que aprovecharían el concierto para enseñarnos canciones nuevas, y dio paso a “Tejados”, cantada por él mismo y, para regocijo de quienes hemos caído en las redes de Delpalo, en una onda de gancho, cercanía y fuerza semejante a las que ya tanto hemos trillado. Es una gran noticia: los Delpalo del futuro seguirán fieles a los que tanto han conseguido y así, seguramente, conseguirán mucho más.
Aprovechamos la versión de “La madre de José” de El Canto del Loco, que no es precisamente de la cuerda de quien suscribe estas líneas, para abrirnos hueco entre la densa muchedumbre hacia la barra, y desde ahí contemplamos el estallido de emoción en caudal torrencial que supuso “La dama de negro”, cantada por el bajista Óscar Ortuño, una de sus canciones más monumentales, con una letra de campeonato, capaz de servir de refugio y punto de anclaje para la autoafirmación a cualquiera que la escuche. Espero de corazón que jamás dejen de tocarla.
Otro tema nuevo realmente fantástico, “Luci”, fue la antesala de una electrificada versión de fuente de energía de Estopa, que dio paso a uno de los momentos más emotivos de la velada, cuando Pablo comentó que la siguiente canción, otra de nuevo cuño titulada “Sin tierra”, le valió para recuperar a la persona más maravillosa que ha conocido. Se trataba de su pareja, presente en las primeras filas, y tanto ella como él derramaron algunas lágrimas durante el tema, verdaderamente significativo, elocuente y magnético. El contraste lo puso después la más gamberra y desinhibida “Mi perdición”, fervorosa aunque algo vacua, si bien gana puntos en vivo.
Aquello era una olla a presión con la sala a reventar, y la complicidad de la audiencia fue aprovechada por Óscar para enardecer a los presentes en un diálogo de ida y vuelta. “Si yo digo “del”, vosotros decís”, profería el bajista, a lo que la muchedumbre respondía a coro: “¡palo!”. La química era más intensa que en el laboratorio del Profesor Bacterio, ideal para enarbolar la muy enjundiosa “Libertad”, absolutamente genial, y la versión de “Jesucristo García” de Extremoduro, con algún que otro punteo de guitarra patinando, pero en excelsa comunión con el respetable. Pablo fue casi poseído por el espíritu de Robe en el histórico directo ‘Iros todos a tomar por culo’.
La última pieza de nueva creación fue “Buenos Aires”, la cual estoy deseando escuchar de nuevo y que fue cantada por Óscar, y tras ella fue momento de “Volando solo”, sensible y conmovedora balada que decidieron subir considerablemente de voltaje y que volvió a poner a prueba nuestros lagrimales.
Fue entonces momento de presentar a toda la banda, tras lo que Óscar invitó a escena a su padre, también llamado Óscar Ortuño, no sin subrayar son sorna que la sala se había acojonado por su imponente presencia. El progenitor empuñó la guitarra para acompañar a la banda en la festiva y agitada “Viernes de resurrección”, otro himno que dudo se carguen del repertorio cuando las circunstancias lo exijan, pues es un canto a la amistad y a la juerga con la familia que elegimos realmente memorable.
Bajando las revoluciones y manteniendo la exaltación colectiva en la picota, acometieron luego “Cómo decirte”, inaugurada en evocador, cercano y campechano acústico, con el carismático batería Dani de Pablos en primer plano tocando una miniguitarra, y culminada en eléctrico. Metidos ya de lleno en la recta final, era tiempo para los agradecimientos por parte de un Pablo que se deshizo en elogios ante el entusiasta público, gracias al que, dijo, le dan” ganas de hacer más música”.
La locura de desató sin dique que pudiera contenerla al son de la aclamadísima “El rey de los piratas”, en la que hicieron bajarse al piso a los presentes para después estallar de júbilo y brincar sin parar, y cuyo estribillo exprimieron alargándola como el clásico en el que ya se ha convertido.
El broche de oro lo puso, acto seguido, una “Soportales” que es muy importante para este grupo de amigos que transmiten una proximidad y una magia de la que se hace quimérico no desear seguir formando parte. El siguiente capítulo de Delpalo está a la vuelta de la esquina, y lo vamos a devorar como quien espera el siguiente libro de su saga favorita.
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1 comentario
Buen resumen hacia el rockero y cañero concierto por parte de DELPALO en la Moby Dick madrileña presentando su último álbum.