Delpalo

Soportales

Autoeditado (2023)

Por: Alfredo Villaescusa

9

Frente a prejuicios infundados que relegan el llamado rock urbano a un divertimento únicamente de perroflautas, habría que sacar los dientes y defender un género más nuestro que ningún otro, de todos los habitantes de la península sin excepción. Nos referimos a esa estirpe que inauguraron Leño y más tarde Extremoduro a la que siguieron nombres hoy en día fundamentales para entender el rock en castellano como Platero y Tú o La Fuga, entre muchos otros.

Si tienes a Robe entre lo más alto de tus preferencias y rezas también a otros dioses como Fito Cabrales o Kutxi Romero, deberías pegar una escucha de inmediato al nuevo trabajo de Delpalo, jóvenes madrileños que recogen toda la tradición de la que hablábamos anteriormente, pero le proporcionan el toque personal necesario para que sus influencias no resulten tan evidentes y logren un sonido propio y distintivo, lo cual no es poca cosa en un estilo tan practicado.

Te aseguro que la pieza homónima “Soportales” no se te antojará lo mismo de siempre y te contagiarás de inmediato por esa onda positiva en plan los Despistaos de los inicios que trasmiten estos muchachos y que incita a correrse una fiesta entre colegas cuanto antes. “Cuando fuimos felices” apela más a la nostalgia, pero el resultado es un temón brillante de principio a fin y que tal vez pueda recordarte a Razkin o a La Fuga con Pedro.

Pero si este redondo contiene un himno como ningún otro, ese es “Viernes de Resurrección”, que debería entonarse ya a pleno pulmón en sus bolos para no estar cometiendo una terrible injusticia. Y vuelvo a acordarme del “Camarote” de la banda de Reinosa, en especial por ese halo tipo Los Rodríguez que borda una composición absolutamente genial.

Vuelven a romper la pana con “Libertad”, sin desmelenarse demasiado, pero poniendo piel de gallina con un temón de puño en alto que merece desde ya que miles de gargantas canten la letra al unísono. “De parte del diablo” recupera brío rockero con notables resultados y cierto macarrismo de garito que nos encanta a los que nos acordamos de cuando se podía fumar porros en los bares.

“Volando solo” no resulta tampoco un desenfreno, pero confirma una vez más que sus inspiradas estrofas son uno de los grandes atractivos de este combo. ¿Quién quiere caña con palabras propulsadas como proyectiles? Y “Niños perdidos” se contagia de un ritmo festivo con leves pinceladas de ska que te pondrá tanto como una moto como ese chupito que cae en mitad de la noche cuando ya andas bien cargado. Y la letra, de nuevo, brillando hasta la extenuación.

“Mi perdición” cierra un álbum sobresaliente en el que lo único malo es que se pasa demasiado rápido, aunque eso tiene fácil solución, volver a recorrer sin demora esos surcos destinados a alcanzar su verdadera dimensión en los escenarios. ¡Deseando que recalen cuanto antes por la mayoría de lugares de la península!

Alfredo Villaescusa
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