Crónicas

Bilbao BBK Live con Amyl and the Sniffers, Pulp, Carolina Durante o Damiano David (Måneskin): Un discípulo aventajado, bombas de relojería y un joven lehendakari

«Un discípulo aventajado, bombas de relojería o un joven lehendakari pulularon entre los diferentes escenarios para los que quisieran escarbar. Fundamental armarse de pico y pala»

Del 10 al 12 de julio de 2025

Kobetamendi, Bilbao

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

Existen muy diversas maneras de tomarse un festival, algunas incluso antagónicas y hasta censurables. Tenemos al que acude por puro interés melómano y procura no perderse nada, con una actitud como la del señor que va todos los domingos a misa desde hace décadas y que de un tiempo a esta parte parece haberse convertido en una criatura en peligro de extinción. Y luego están los que asisten al evento con espíritu de fiesta de pueblo, dispuestos a sentarse en algún lugar, o en el mismo suelo, en compañía de la cuadrilla mientras de fondo suenan diversos grupos. Habrá que esperar al hit de turno para acercarse cual abejas a la miel junto con la marabunta.

Amyl and the Sniffers.

Todos esos especímenes caben en el Bilbao BBK Live, una cita que se ha convertido en fundamental en el panorama festivalero estival y que en esta edición volvió a arrojar unos datos impresionantes de asistencia al congregar a más de 115.000 personas de más de 50 países, siendo el sábado la jornada de mayor afluencia. Dicen que la media de edad ha bajado de los 34 a los 32 años, aunque a un servidor demasiado le parece, pues ya estuvo en algún que otro concierto rodeado de juventud como venerable anciano del lugar. A los guiris se les suele distinguir fácil, pues son los que van pintados o disfrazados con frecuencia.

El acceso a Kobetamendi sigue siendo una gran proeza en términos de logística que posibilita que apenas se esperen colas con un poco de previsión y sentido común por parte del usuario, esto es, no abandonar el recinto cuando se marcha todo el mundo o no retrasar demasiado la salida de casa por la tarde. El punto negativo se lo lleva sin duda la raquítica zona de prensa de este año, con una sala que no daba abasto para cubrir las necesidades de los profesionales en cuestión de espacio y con agua caliente como única bebida, aparte de un baño tan inclinado como la torre de Pisa. Apoyarse en una pared podría entrañar una desgracia.

Canción protesta queer

La iniciativa Bereziak, que intenta acercar la música a diversos rincones de la capital vizcaína durante el Bilbao BBK Live, tuvo plato fuerte el primer día con la presencia de Raya Diplomática, proyecto pop punk del conocido actor y cineasta Javier Calvo, al que le acompañan en esta aventura miembros de The Parrots o El Buen Hijo, entre otros.

Raya Diplomática.

Su propuesta recupera tanto el descaro como el petardeo de Alaska y Pegamoides, a los que versionaron de forma doble con “Muy cerca de ti” y “Vértigo”, o Kaka de Luxe, de los que cayó también su mítico “Murciana marrana”. Canciones propias todavía no poseen muchas, pero valen de sobra para animar cualquier garito, o “fiesta sexy” como dicen ellos, caso de “Hetero Farlopero” o “Wanani (37 maricones)”, que dedicaron a la cancelada actriz Karla Sofía Gascón.

Definen lo suyo como queer punk y lo cierto es que dicha etiqueta les viene como anillo al dedo por su actitud transgresora. Hubo momentos hilarantes cuando saludaron a las chicas de la tienda Lefties de enfrente o se sorprendieron de que al lado hubiera un Pull & Bear. “¿Pero en qué sitio estamos?”, exclamó el frontman Javi. Pues en la calle más selecta de la capital vizcaína. “Todo rosa” puso fin a esta suerte de aperitivo al tiempo que anunciaban que a la tarde estarían de nuevo en Bilbao BBK Live por la baja a última hora de los británicos Wunderhorse, pero con verles una vez ya tuvimos suficiente.

Hinds.

Las “amigas y residentes en Madrid” de Hinds nos recibieron en Kobetamendi tras una apertura de puertas con retraso debido a un fallo en el lector de pulseras. Tuvieron que recortar su actuación para que así se pudieran ajustar el resto de horarios, pero contagiaron su desparpajo a un público bastante receptivo, habida cuenta del calor que todavía pegaba a esas horas. Destilaron profundidad shoegaze con “Superstar”, se hicieron las guiris a nivel musical con “Boom Boom Back” y hasta cantaron un trozo del “Common People” de Pulp, los cabezas de la jornada. Nunca nos hemos aburrido en un bolo suyo y esta vez tampoco fue una excepción.

Las promesas indies Japanese Breakfast llamaron la atención en un primer momento con una vocalista tan glamurosa que recordaba a Dee Dee de Dum Dum Girls. Quizás su rollo fuera demasiado onírico para las ocho de la tarde, pero era una delicia escuchar un chorro de voz tan evocador en canciones sobre enamorarse de gente sin dinero en “My Baby (Got Nothing At All)” o esa maravilla con ecos a Foals o Rural Zombies llamada “Be Sweet” que provocó que se acercaran al escenario chicas bailando. Pura elegancia.

Japanese Breakfast.

Otra de las bandas alternativas del momento eran los británicos English Teacher, que aunque disfrutamos de ciertos tramos, en las partes sosegadas se nos hicieron un tanto bola. Ellos mismos son un ejemplo de cómo la etiqueta post punk se aplica en la actualidad con bastante alegría, sobre todo cuando se trata de clasificar a combos raros de art rock como este, que lo mismo desempolvaban el legado de Editors o Joy Division que metían partes casi de spoken word.

Imagino que en una sala trasmitirían bastante más, pese a que el personal les acogió con los brazos abiertos y la carismática vocalista no dudó en bajar al foso para sentir a los fans de las primeras filas. Se quedaron unos segundos sin sonido y a la mayoría seguro que le daría algo cuando vieron al guitarrista quitarse el jersey con una temperatura media de treinta grados en la carpa del escenario Johnnie Walker. Cada cual tiene sus costumbres.

Discípulo aventajado de David Bowie y Bryan Ferry

Que por la pantalla avisen de que se trataba del concierto 569 de Pulp ya de entrada da a entender que para ellos cada actuación es importante y no ponen el piloto automático como otros funcionarios del directo. Lejos de la comercialidad de Oasis o Blur, lo cierto es que la banda de Jarvis Cocker encarna la vertiente más sofisticada del britpop, con indisimulados homenajes a David Bowie y Bryan Ferry, podría incluso decirse que su vocalista es un discípulo realmente aventajado de ambos y por eso mismo nos legó interpretaciones deslumbrantes desde cualquier punto de vista.

Pulp.

De esta forma, hubo un inicio muy intenso compuesto por piezas recientes como “Spike Island” o “Grown Ups”, que poseía un comienzo muy similar al celebérrimo “(I Just) Died In Your Arms” de Cutting Crew. Si semejante arranque no ponía como mínimo la piel de gallina, mejor comprobarse el pulso.

Al margen del cancionero, Jarvis Cocker era un frontman inmenso, a años luz del hierático Liam Gallagher, y más tipo Nick Cave en cuanto a intensidad. Se esforzó por hablar en euskera, se tumbó al fondo del escenario como si estuviera en el salón de su casa y hasta repartió bolsitas de té que podrían ser confundidas fácilmente con preservativos. Todo ello mientras desplegaba un considerable arsenal de movimientos y un soberbio estado vocal que ya quisieran muchos de su generación.

Pulp.

La peña se animó con las guitarras a lo “Rebel Rebel” de Bowie en “Disco 2000” antes de fundirse en un solo ser con saltos y coreografías más propias de ‘Fiebre del sábado noche’. Y volvieron a tocar la fibra sensible con “F.E.E.L.I.N.G.C.A.L.L.E.D.L.O.V.E”, pura majestuosidad de principio a fin con Jarvis sosteniendo la voz en un brillante epílogo. Y en una senda similar cursó “This is Hardcore”, otra pieza larga para los que les gusten las cosas con sustancia, algo que no predomina demasiado en la época de la inmediatez y  las pantallas.

En otra faceta diametralmente opuesta, moló del mismo modo la fusilada a New Order de “Got to Have Love”, para que nadie diga que en su show solo se rumió miseria, también se apeló al hedonismo. Y la inevitable “Common People”, presentada en castellano y euskera, certificó que este himno sigue muy vigente en el imaginario popular, con mareas humanas que se acercaban para escuchar el hit en plenitud.

En definitiva, una gran banda, una puesta en escena de categoría y un frontman descomunal convirtieron el bolo de Pulp en uno de los más destacados de esta edición del Bilbao BBK Live. Frente a hypes artificiales como una moneda de cartón, he aquí talento en bruto que no entendía de modas pasajeras. Al eterno hombre de las estrellas le habría encantado contemplar algo así.

Un joven lehendakari de la calle

Sabíamos que Hofe iba a reventar la carpa del escenario Johnnie Walker, pues por estos lares es todo un fenómeno social, algo que se certifica cuando empiezas a ver bastante gente con un corte de pelo similar o con esos pantalones de chándal que se han popularizado hasta un extremo impresionante, por lo menos por esta zona. Y todo el revuelo generado en torno a este proyecto liderado por Igotz Méndez está justificado por completo después de ver un demoledor directo que puso a botar a ingentes cantidades de jóvenes como si les fuera la vida en ello.

Hofe.

Entiendo que a los más puretas el uso del autotune les provoque cierta pereza, aunque este recurso hoy en día ya lo emplean hasta combos de rock o post punk. Su falta de prejuicios, que le lleva incluso a atreverse con una pseudobachata, también puede que no sea comprendida por los más sectarios, del mismo modo que esas letras en las que mezcla euskera y castellano, en consonancia con la verdadera realidad de los barrios y no con la que nos quieren imponer desde las torres de marfil de los despachos.

Pero entre todo ese conglomerado de influencias hay una esencia punk que sobresale en los mensajes nihilistas de “Si no te lo kiero decir”, con hasta una alusión a los “cerebros destruidos” de Eskorbuto, o como cuando dice “soy un puto yonki” en “El Xokas”. Y no hablemos ya de esa macarrada que sacó junto a La Élite llamada “Vampireando”, que enfervorizó los ánimos todavía más. Esto es el nuevo punk, acéptalo o recházalo. Nosotros abrazamos de lleno al joven lehendakari de la calle.

Cala Vento brindando con kalimotxo.

Y para cerrar la primera jornada ahí teníamos a los siempre efectivos Cala Vento, un dúo con el carisma y el sonido de una banda al completo que nunca defrauda en las distancias cortas, menos todavía en festivales, que parecen su hábitat natural. Difícil resistirse a un recital que comenzó calentando gargantas con himnos ya generacionales como “Isla desierta” o “Un buen año” e incluyó su reciente revisión del “Insurrección” de El Último de la Fila. Brindaron además con la concurrencia con kalimotxo que prepararon ahí mismo sobre las tablas. Desde luego tenían mucho que celebrar, como el espectacular tirón que siguen manteniendo año tras año. Cada vez más grandes.

Tecno punk y un francotirador

Al día siguiente los conciertos gratuitos de Bereziak nos sorprendieron con las guitarras potentes de Grande Amore, que a pesar de llevar la batería pregrabada, legaron uno de los bolos más ruidosos del festival. Su tecno punk ha seducido a gente como Nacho Vegas, y después de comprobar lo bien que se lo montan en directo, lo más razonable es convertirse en un fan más. Buenos pogos se montaron en “Esta pena que a veces teño”, llevaron al frontman en volandas como a una gran estrella y finiquitaron su tiempo en escena con un enérgico homenaje al “Kick Out The Jams” de MC5, una de las bandas más salvajes de la historia del rock. No voy a decir que sean iguales, pero perderse un bolo suyo sería un grave error.

Grande Amore, con su frontman en volandas.

El veterano cantautor Sr. Chinarro estaba un poco en tierra de nadie con su indie reposado cargado de letras surrealistas. Fue como entrar en otra dimensión en la que la edad se doblaba respecto a los asistentes al anterior concierto. Seguramente había que haber nacido en una época sin pantallas para apreciar las estrofas de “No dispares” o “Vieja gramola”, cargadas de dobles sentidos y juegos de palabras. Siempre valoramos a los francotiradores que hacen la guerra por su cuenta, sin importar lo que esté pegando en ese momento.

El aspecto sónico nunca ha sido el fuerte en directo de los valencianos La Plata, a menudo la voz suele quedar sepultada entre la maraña de instrumentos. Eso sucedía por lo menos en sala, pero en su bolo a la puerta de los juzgados de Bilbao les pudimos escuchar mejor que nunca, diría incluso que fue de los mejores conciertos que hemos visto de ellos hasta la fecha. “Victoria” y “Aire nuevo” sirvieron para iluminar el camino, antes de que apelaran al nihilismo con el acelerado post punk de “Incendio” o “Un atasco”. Y bordaron de igual manera una especie de tributo a los noventa con “Ángel gris”, puro grunge a lo Smashing Pumpkins. Imprescindibles para entender el panorama actual.

La Plata.

Bombas de relojería

Una vez en Kobetamendi apenas conseguimos catar unos pocos temas de la chaladura de Sal del Coche, arriesgado proyecto experimental con miembros de Vulk que lo mismo combinaba las enseñanzas de la no wave neoyorquina con el post punk primigenio de Gang of Four o The Fall, el spoken word o sonoridades cercanas al trap. En resumen, una ida de olla de tres pares de narices, pero ya había fieles que recitaban sus desconcertantes letras a pulmón, lo que indicaba la amplia repercusión conseguida por estos lares. Supongo que en sala brillarían mucho más.

En la jornada con menos propuestas rockeras brillaron, sin embargo, dos auténticas bombas de relojería. La primera de ellas fueron los controvertidos irlandeses Kneecap, que en Reino Unido han desatado un escándalo que ni los Sex Pistols en su época, con un primer ministro pidiendo a la BBC que les censure por su supuesto apoyo a organizaciones terroristas como Hezbolá. Que un grupo moleste a tanta gente es suficiente motivo para prestarles atención y preguntarse por qué la piel fina es tan selectiva y no se escandalizó ni ante el saludo nazi de Elon Musk ni ante el genocidio televisado que vemos todos los días en Gaza, entre otras cosas.

Kneecap.

Los raperos tocaban en territorio amigo, algo que demostraron enarbolando la ikurriña desde el inicio y con diversas alusiones a Euskal Herria, Cataluña, Gales y otras naciones sin Estado. Los gritos de “Free Palestine” fueron una constante a lo largo del show, con presencia incluso de un grupo de músicos palestinos, aunque también se les coló un “Fuck Franco”, y montaron los mayores pogos que uno recuerda en el Bilbao BBK Live.

En lo musical, podrían ser disfrutados sin problemas por los aficionados al rollo combativo, pues no se encuentran muy alejados de Beastie Boys en “Get Your Brits Out” y hasta emplean sampleados de guitarras en el trallazo “H.O.O.D.”, que atronó en directo. Fue un concierto salvaje de verdad, hasta uno de sus miembros bajó a participar en uno de los pogos al grito de “¡A tomar por saco la seguridad!”. Que sean siempre bienvenidas de esta manera las voces críticas contra el pensamiento único.

Amyl and the Sniffers.

El otro artefacto explosivo del día eran los australianos Amyl and the Sniffers, a los que pudimos ver hace un par de años en el Cala Mijas, pero diríamos que en esta ocasión fueron superiores y hasta más versátiles, debido a lo mucho que han abierto el abanico estilístico en su último disco ‘Cartoon Darkness’. Clarificaron coordenadas en un inicio con las impepinables “Security” y “Freaks to the Front” y ya para entonces el vendaval llamado Amy Taylor arreciaba con fuerza indómita, lo mismo agitando la cabellera que escupiendo como una macarra.

Los temas más recientes se han convertido en un gran atractivo para sus shows, por lo que legaron soberbias interpretaciones de “Chewing Gum”, “Tiny Bikini” o ese “Big Dreams”, con aroma a Patti Smith o Jefferson Airplane, que aceleraron respecto a la versión original y de esta manera aportaron una perspectiva inédita. Ni un segundo de respiro nos concedieron los marsupiales con la fundamental “Guided By Angels” o ese “U Should Not Be Doing That” en el que se acercan a Beastie Boys.

Amyl and the Sniffers.

Se nos hizo cortísimo, pero eso era también una prueba insoslayable de lo mucho que molaron. Es cierto que es uno de los combos de moda en el ámbito del punk rock y quizás hasta se les haya proporcionado demasiado bombo en los medios, pero basta asistir a un bolo suyo para darse cuenta de que no poseen absolutamente nada de artificial o de producto prefabricado. Son tan reales como el sudor y la adrenalina de las primeras filas o esas palizas físicas, que incluían sentadillas, que se pega su espectacular frontwoman cada noche sobre las tablas.

¿Sobrevalorados? Ni de coña, incluso los coros sonaban potentes. Eso sí, ojalá la próxima gira peninsular recale por salas y así terminen de convencer a los pocos reacios a su propuesta que todavía existen. Con toda probabilidad, de lo mejor del festival. Qué bien sentaba en un entorno así escuchar guitarrazos y macarreo a punta pala. Gloriosos.

Estrellas de ayer y de hoy

El synth pop del transgresor dúo Hidrogenesse tal vez se nos vaya un poco de enfoque, pero su cobertura cobraba todo el sentido del mundo en el mismo día en el que se pasarían sus admirados Sparks por ese mismo escenario. Con un atuendo que evocaba a Devo o Aviador Dro, Carlos Ballesteros y Genís Segarra andaban celebrando su cuarto de siglo de carrera, por lo que cayeron imprescindibles en su trayectoria, como “No hay nada más triste que lo tuyo” o “Disfraz de tigre”, pruebas inapelables de ese amplio universo en el que caben desde el surrealismo y humor absurdo de Salvador Dalí o Ramón Gómez de la Serna hasta el glam rock de los setenta, Kurt Cobain o The Smiths.

Hidrogenesse.

Unos tipos con una personalidad tan marcada desatan tanto fobias como filias, como era de esperar, pero un servidor siempre estará entre sus admiradores por su defensa a ultranza de la cultura alternativa y por situarse en contra de esa insufrible tendencia a encasillar todo en la época contemporánea. ¡Que vivan los caballitos pony!

Otros que iban a contracorriente de la estulticia imperante eran los cordobeses Viva Belgrado, que seguían dando cancha a su último largo ‘Cancionero de los cielos’, aunque con algún que otro cambio de formación, como pudimos comprobar. Nos parece casi un milagro que muchos se aprendan de memoria elaboradas letras como las de “Gemini” o “El Cristo de los Faroles”, algo que cobra todavía mayor importancia en un tiempo que no da a los textos la importancia que merecen.

Viva Belgrado.

Este combo siempre desató bastante entusiasmo desde sus mismos inicios, por lo que imaginamos que la lectura sí estará entre las actividades predilectas de la mayoría de seguidores. Eso tampoco implicaba tener que permanecer en un concierto como en una biblioteca, por lo que se montaron tanto los preceptivos pogos como un wall of death. Poéticos, políticos, espirituales… ¿Qué más se puede decir a estas alturas de ellos?

Lo de Carolina Durante ha alcanzado la categoría de fenómeno social, por lo que en el fondo no extrañó que consiguieran juntar en el escenario Nagusia a una de las multitudes más impresionantes de todo el festival. Se curraron además la puesta en escena configurando una especie de casa, por lo que en este sentido también podrían haber pasado por un grupo internacional.

Carolina Durante.

El vocalista Diego salió apoyado en una muleta, pero eso no impidió que se dejara la piel desde el abrumador inicio con “Joderse la vida” y la acelerada “Aaaaaa#$!&”, aunque también hubo margen para ineludibles clásicos como “Perdona (ahora sí que sí)” o “Las canciones de Juanita”. Ironizaron con el hecho de abrir para la australiana Kylie Minogue, cabeza de la jornada, y a buen seguro su actuación fue digna de los puestos más altos del plantel estelar de Kobetamendi.

Sin desmerecer a nadie, nos pareció una tremenda injusticia que un grupo relativamente reciente ocupara el escenario mayor mientras que a un combo con varias décadas de trayectoria a sus espaldas como los californianos Sparks, que incluso influenciaron al punk, les reservaran el más modesto espacio Repsol. Pero nadie dijo que la vida tenía que ser justa, en este caso lo que suele primar es el poder de convocatoria, y lo cierto es que el dúo formado por Ron y Russell Mael es más una cosa para melómanos y freaks.

Sparks.

Lo poco que pudimos catar de ellos, pues coincidían con Carolina Durante, disfrutamos del evocador inicio de “So May We Start” o la electrónica vintage de “Beat The Clock”. Había que ver del mismo modo el traje circense multicolor de su vocalista, así como el aspecto imperturbable de su compi al teclado con bigote dictatorial. La historia del rock también necesita personajes como ellos.

Nos sorprendió del mismo modo Heartworms, una suerte de proyecto gótico con ecos a Siouxsie and the Banshees capitaneado por una espectacular frontwoman con aire de sacerdotisa oscura y ojos de perturbada. El bolo en realidad tuvo mucho de ritual con canciones que remitían a los The Cure de “Lullaby” y que podrían sonar tranquilamente en las pistas de baile más tenebrosas.

Heartworms.

A pesar de tratarse de un dúo, la británica Jojo Orme llenó las tablas con sus impresionantes e hipnóticos tonos, sus incesantes movimientos de manos a lo Tilo Wolff y una actitud heredera del punk deseosa de entrar en contacto con el respetable. Por algo fue de las pocas que utilizó la pasarela de la carpa Johnnie Walker en “Celebrate” para corresponder al entusiasmo de un respetable que no paraba de vitorear a la artista. Ojalá se anime a regresar a salas después de tan grato recibimiento.

Dejando de lado a la diva del pop Kylie Minogue, aterrizamos de nuevo en la carpa para el rompedor recital de Fat Dog, una rave post punk que puso a botar al unísono a una impresionante multitud y dejó con el culo torcido a los que descubríamos en ese preciso momento a estos chalados ingleses que han descrito como “la banda más salvaje en directo”. Una afirmación que no podría discutirse por sus resabios industriales a lo Rammstein, programaciones y un desconcertante saxofón que añadía todavía mayor sensación de caos a este conglomerado sónico.

Fat Dog.

Cualquier cosa que se diga de ellos será poco mientras no se asista a un recital suyo y se viva de primera mano el frenesí colectivo que suscitan. El melómano Iñaki Gallardo nos preguntó: “¿Bolazo o ponzoña?”. La respuesta estaba clara, creo que no encontramos un fiestón igual en el resto del cartel. El eslabón perdido entre Kaiser Chiefs y The Chemical Brothers. Alucinante.

Damiano David.

Y cerramos el Bilbao BBK Live con Damiano David, líder de Måneskin que ha comenzado recientemente una nueva etapa con el debut en solitario ‘Funny Little Fears’ en el que abraza sonidos comerciales. Quizás todavía sea prematuro valorar si la jugada le ha salido bien, pero de lo que no cabe duda es de que ha conseguido colarse en los principales festivales veraniegos y de paso recuperar ese fenómeno fan de antaño, de griterío desmedido, especialmente cuando se confundió con las palabras y dijo que estaba “soltero”, aunque luego especificara que tenía pareja.

Fans de Damiano David con la emoción a flor de piel.

“Voices” o “Born With A Broken Heart” seguramente no apelen demasiado a los aficionados a la electricidad, pero el italiano posee una impactante presencia escénica, llega con bastante soltura a los tonos en las distancias cortas y cuenta con el carisma suficiente para labrarse una trayectoria por su cuenta al margen de la banda con la que alcanzó la fama. Que gusten o no sus canciones a los rockeros es ya otra cuestión. Su incuestionable talento no admite medias tintas.

Pues hasta aquí dio de sí otra edición muy versátil en lo musical que siguió la tendencia de abrir el abanico con propuestas cercanas a la juventud, aunque las joyas continúan estando ahí para los que no se queden en el mero oropel y el postureo. Un discípulo aventajado, bombas de relojería o un joven lehendakari pulularon entre los diferentes escenarios para los que quisieran escarbar. Fundamental armarse de pico y pala.

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Esta entrada fue escrita por Alfredo Villaescusa

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