Crónicas
Azkena Rock Festival con Jane’s Addiction, Queens of the Stone Age, Arde Bogotá o Demolition 23: Un tesoro de la tierra
«Más de 50.000 personas refrendaron el festival en una arriesgada edición en la que se optó por abrir el abanico con la inclusión de Arde Bogotá, una decisión polémica que congregó el mayor número de personas el viernes. Los tiempos cambian, pero podemos seguir sintiéndonos orgullosos de este auténtico tesoro de la tierra.»
Del 20 al 22 de junio
Mendizabala, Vitoria
Texto y fotos: Alfredo Villaescusa
Hay ediciones de ciertos festivales que en ocasiones vienen acompañadas por la polémica. No es algo que se busque deliberadamente, por supuesto, aunque en esta época de ofendiditos y pieles finas por doquier, casi resulta imposible caminar sin que uno se tope de bruces con algún colectivo o particular agraviado. Y en tiempos de redes sociales de sobra es sabido que un grano de arena se puede transformar en toda una montaña, o hasta una cordillera, si nos apuran.
Al tradicional mantra de que si los festis ahora son de los bancos y demás, hubo que unir el insolente atrevimiento de incluir en el cartel del Azkena Rock Festival a los murcianos en boga Arde Bogotá, algo que se consideró en ciertos foros como una traición a la esencia del evento. Vale que exista una línea determinada de pensamiento, o incluso ortodoxia, a la hora de configurar un plantel estelar. Siempre es bueno apelar a la esencias rockeras y no perder el norte, pero poco revuelo recordamos que se produjo cuando tocaron allí, por ejemplo, Ocean Colour Scene, un combo de brit pop bastante más flojo que los protagonistas de la discordia. ¿Que esto de los linchamientos solo funciona con grupos de una considerable repercusión mediática y no con otros que no importan a nadie? De acuerdo, lo entendemos.
Al margen de la opinión de cada cual, lo cierto es que algunos aspectos podrían ser susceptibles de mejora, caso de ese despropósito de tener que esperar cola para acceder al escenario Trashville. La idea originaria de dedicar un espacio cubierto a los sonidos más enfocados al rock n’ roll clásico y derivados fue loable en su momento, pero lo que parecía que se convertiría en un refugio para frikis irredentos es ya algo realmente multitudinario que se va un poco de las manos. Y ese calor infernal estilo sauna del interior también debería solucionarse, salvo que uno tenga intención de perder varios kilos.
El cambio de la oferta gastronómica a una de las colinas del recinto tampoco nos resulta demasiado práctico, solo había que ver la que se montó allí en la jornada del viernes, el día de mayor afluencia. Por si fuera poco, en uno de los puestos nos ofrecieron un bocadillo que el jueves era doble cantidad. Para que luego digan del racionamiento en los regímenes comunistas. En el capitalismo salvaje no se quedan muy atrás.
Solvente danza de la lluvia
Sin más dilación, vayamos a lo que dio de sí la presente edición del Azkena Rock Festival, que comenzamos con la lluvia cayendo pero bien durante la actuación de los belgas Whispering Sons. Hay que ver lo que ha crecido este consolidado grupo que en un inicio se antojaba únicamente para entendidos en post punk o dark wave y ahora ya ha pegado el salto a grandes festivales como Mad Cool o el que nos ocupa.
El agua tal vez deslució el desmedido potencial de este combo comandado por el inquieto vocalista Fenne Kuppens, heredero directo de Ian Curtis de Joy Division, tanto en los tonos como en esos movimientos que dejan perplejo la primera vez que los ves. Con un traje enorme que podría llevar David Byrne de Talking Heads, el frontman se metió hasta lo indecible en su papel con piezas envolventes del estilo de “Dragging” o “Something Good”. Hace unos años, su tema “Wall” era fundamental en las sesiones góticas con fuste, pero no han perdido en absoluto nada de ese ímpetu y garra de los comienzos. Una solvente danza de la lluvia.
Siguió diluviando durante la actuación del multiinstrumentista Ty Segall y eso tampoco animaba demasiado a permanecer a la intemperie. Además de tan importante detalle, nos pareció que su propuesta psicodélica pegaba más en modestas salas que en un festival al aire libre. Y muchos asistentes seguramente pensarían lo mismo, pues el ambiente se asemejaba más al de un gigantesco bar con música de fondo que a un concierto al uso.
El que no fallaba en ningún tipo de situación era Tarque junto a La Asociación del Riff, que ofreció un repertorio muy similar al que hemos podido ver en su último bolo en el bilbaíno Kafe Antzokia, lo cual no es poco. Es decir, sonaron temazos impepinables como “Bombas en son de paz”, “Heartbreaker” o “Escapa del amor” con un frontman inspiradísimo capaz de levantar un festival incluso lloviendo. Qué se puede añadir a estas alturas de uno de los más grandes vocalistas patrios del rock, así como de la espectacular banda que le acompaña. Reivindicó las esencias con su contundente revisión del “Helter Skelter” de The Beatles o con “Donde nace el Rock & Roll”, un lugar que identificó con el propio Azkena. Magisterio total sobre el escenario.
De entre las bandas que despuntaron en los noventa, los Jane’s Addiction de Perry Farrell y Dave Navarro siempre fueron bastante especiales. Hay algunos que nunca pillaron su rollo inclasificable entre el funk, el rock alternativo o el metal, pero a nosotros precisamente por eso nos llamaron en su día la atención. Bastaba escuchar “Whores” o “Pigs in Zen”, con un Farrell casi en estado de trance, para hacerse fan de inmediato.
Encima, la complicidad y la buena onda que destilaban sobre las tablas daba a entender que esta reunión nada o poco tenía que ver con la pasta. Unos tipos que simplemente disfrutaban tocando, con un Dave Navarro pletórico a las seis cuerdas que demostró por qué en una época se lo rifaban, aparte de su conocido paso por Red Hot Chilli Peppers, una banda grande pero que no molaba tanto ni irradiaba tanto glamour como la de los creadores de ‘Ritual de lo habitual’.
Farrell pegó unos cuantos viajes a su botella al tiempo que exclamaba: “¡Me encanta vuestro país y vuestro vino!”. Espero que alguien le haya llevado a alguna bodega de La Rioja alavesa. Al margen de la evidente alegría etílica, legó interpretaciones impresionantes, a veces incluso deslucidas por la proliferación de molestas cotorras. El himno “Jane Says” fue impagable en este sentido, aparte del inevitable “Stop!” o la bailonga “Been Caught Stealing”. Imposible encontrar un comentario negativo respecto a su actuación. Cabezas de cartel de ese día por derecho propio.
Y para terminar el jueves, la apelación a las entrañas de los suecos Bonafide sentó de lujo con sus guitarrazos básicos en la senda de AC/DC o Airbourne. No era hora de pajas mentales, por lo que se agradecieron piezas que entraban como chupitos de whisky del calibre de “Smoke & Fire” o “Hero to Zero”. No inventarán la rueda, pero ni falta que hacía. La prueba de su tremenda aceptación la encontramos en que el grueso del personal permaneció en el recinto para verlos. Reivindiquemos el agite capilar de madrugada.
Una reinona afable y el torbellino Monroe
El viernes era día laborable, por los que nos perdimos propuestas tan interesantes como la de las gallegas Bala o los siempre efectivos en las distancias cortas Ezpalak, pero conseguimos llegar para los maestros del power pop Redd Kross, que seguían tan chalados como es habitual en ellos con una llamativa vestimenta y hasta una especie de manta brillante que se colocó el vocalista en la cabeza durante un tema.
Sonaron maravillas de su discografía como “Uglier”, la versión de The Quick “Pretty Please Me”, “Annie’s Gone” o “Mess Around”. Los hermanos McDonald bordaron sus características armonías vocales, a la par que demostraron cómo debía ser un concierto entretenido. Habían actuado ya previamente en el Azkena, por lo que su número de fieles por estos lares ya alcanza una cifra considerable. No podían defraudar.
La propuesta de las norteamericanas L7 de tocar el mítico álbum ‘Bricks Are Heavy’ tampoco tenía pinta de salir mal. Dicha obra ha soportado muy bien el paso del tiempo y el rotundo comienzo de “Wargasm” es casi como si una apisonadora te aplastara por encima. No hablemos ya de “Scrap”, otro rotundo ejercicio, mientras que el himno “Pretend We’re Dead” mostraba su faceta más accesible. Antes de que se normalizara la presencia de féminas sobre el escenario, ya existían estas tipas tan macarras que hasta llegaron a lanzar un tampón al público, como nos contaba Courtney Love (Hole). Auténticas a más no poder.
Como comentábamos al principio de la crónica, la participación de los murcianos Arde Bogotá parecía una afrenta a muchos, aunque no se sepa los motivos claros. Porque ni son pop ni tampoco pijos a los que les han regalado todo, pues un servidor les sigue desde el comienzo cuando tocaban en garitos para 300 personas y ya entonces destacaban por su espectacular directo.
Probablemente, conscientes de la polémica, ellos se presentaron con toda la humildad del mundo en un festival al que calificaron como “un tesoro”. Con una puesta en escena impresionante que subía la apuesta respecto a lo que vimos en su última gira por salas, el inicio con “Clávame tus palabras” y “Cariño” daba a entender que era un grupo serio como pocos por ese sonidazo que se gastaron, muy por encima al de gran parte de las bandas.
El vocalista Antonio cada vez emula más en sus maneras, e incluso tonos, a Enrique Bunbury. No en vano recientemente se unieron ambos en “La salvación” y en “De vuelta a casa”. Los más aguerridos renegarían de ellos, pero el recinto estaba hasta la bandera, aparte de que la segunda jornada se convirtió en la de más afluencia del festival. No sé si habría más peña que la vez aquella en la que tocó Pearl Jam, aunque el salto en cuestión de asistencia sí que se notó en especial a la hora de comer o de realizar necesidades básicas.
“Escorpio y Sagitario” atronó y elevó la cita consolidándola como uno de los mejores conciertos del presente Azkena. “Los perros” se entonó a pulmón como el himno en el que se ha transformado y se despidieron dejando el pabellón por las nubes con “Abajo”, que desató un entusiasmo similar entre la afición. Ni rastro de los odiadores, los de Cartagena habían ganado por abrumadora mayoría. A ver si lo igualan.
Casi coincidían en el tiempo, pero logramos sacar un rato para ver a los canadienses The Black Halos, comandados por el salvaje frontman Billy Bonito, que simuló masturbarse sobre el escenario o incluso rascarse el culo, o eso nos pareció por lo menos. Al parecer, por lo que nos enteramos a posteriori, apareció Michael Monroe para ayudarle en un par de temas, pero andábamos en esos momentos en Arde Bogotá. Todavía no poseemos el don de la ubicuidad.
Mucha expectación había asimismo por catar a Queens of the Stone Age, que desataron pogos de inmediato con el enérgico comienzo de “Little Sister”. Homme, con barba y pañuelo en la garganta, echó por tierra de un plumazo su fama de tipo broncas que agredía a fotógrafos mostrándose más bien como una reinona afable que quería a todo el mundo y decía “I love you” cada dos por tres. Serían cosas del divorcio.
En lo estrictamente musical, fue un concierto que tuvo instantes inspirados como en la potente “Paper Machete”, la inevitable “Burn The Witch” o cuando Josh se puso a fumar mientras entonaba “Make It Wit Chu”, una de las canciones más sexys de la historia del rock, que además juntó con el “Miss You” de The Rolling Stones. Pero en otras ocasiones parecían limitarse simplemente a cubrir el expediente, sin demasiado entusiasmo.
Por fortuna, la sangre nunca llegó al río, pues ofrecieron un repertorio muy equilibrado, con piezas fundamentales que levantaban el asunto cuando hacía falta, por lo que jamás nos aburrimos. Destacaría en particular esa espectacular traca final con la apabullante “You Think I Ain’t Worth A Dollar, but I Feel Like A Millionaire”, “No One Knows” y “A Song for the Dead”. Daban ganas de gritar “¡Guau!” a los cuatro vientos al terminar. Dudo que nadie se quedara con mal sabor de boca.
Y para dar la puntilla a la jornada de mayor afluencia ahí estaba la encarnación pura del rock n’ roll más salvaje y desbocado, el torbellino Michael Monroe y sus Demolition 23, que dejaron con el culo torcido al personal a eso de las dos de la madrugada. Como si hubieran pulsado un interruptor, el inquieto frontman finés demostró una vez más lo que era dejarse la piel y el alma en un escenario desde el trallazo punk “Nothin’s Alright”. Si a alguien no le levanta esto, mejor que se compruebe el pulso.
Monroe ya se lanzó hacia los fieles de las primeras filas con otro himno punk del calibre de “Endangered Species” de UK Subs y hasta se animó con unas volteretas en el suelo en “Same Shit Different Day”. Lo de este hombre no era normal. Ni un segundo paró mientras se sucedían los cortes de ese recordado y único álbum de estudio de Demolition 23 producido por Little Steven. Oportunidad única de oír aquello.
Piel de gallina pusieron con la decadente “You Crucified Me”, pero también hubo recuerdo a grandes caídos como Johnny Thunders en “I Wanna Be Loved” o a Stiv Bators, con “What Love Is” de Dead Boys y la piedra angular “Ain’t It Fun”, que también versionaron en su día Guns N’ Roses en ‘The Spaghetti Incident?’. Gloria bendita. Y encima rescataron un corte tan olvidado como “Tooting Bec Wreck” de Hanoi Rocks, muy de pogo, por cierto.
¿Era posible todavía mejorar un menú tan contundente para fans de la electricidad desbocada? Pues sí, ahí estaba “Kick Out The Jams” de MC5 o el “Problem Child” de Hanoi Rocks, que tampoco es que suene demasiado en directo. La frenética “1970” de The Stooges le sirvió a Monroe para encaramarse por un lado del escenario y desatar la ovación popular mientras seguía subiendo hacia lo más alto y a la vez le daba por enlazar el “Radar Love” de Golden Earring. Impresionante como acróbata también este señor, pues subió hasta una altura considerable. Si se cae, no lo cuenta. Faltan palabras para describir semejante despliegue de talento, agallas o agilidad. Decir que fue inmenso es quedarse corto.
El día tonto
El ambiente poco motivador en lo musical de la tercera jornada del Azkena lo encontramos definido a la perfección cuando escuchamos calificarlo a unos tipos como “el día tonto”, no lo podrían haber dicho mejor. Más grave afrenta que lo de Arde Bogotá (modo irónico on) era contar como cabezas de cartel con los insulsos Sheryl Crow y Band of Horses. ¿En serio que esta gente podía movilizar a alguien?
Por lo menos, la cosa se inició de manera muy competente con los vitorianos Moonshine Wagon, cuyo palo bluegrass tampoco era lo que más nos emocionara del mundo, pero se lo montaban realmente bien a las voces con sus pintas de camioneros de Wisconsin. No se podría discutir la autenticidad de estos tipos que lo mismo cantaban en inglés para conmemorar una petición de mano en “Days Gone By” que rendían homenaje a una piedra angular de la cultura vasca como el “Txoria Txori” de Mikel Laboa, aunque la caña que le meten no sé si le gustaría a este último. Demostración práctica de que el folk también puede ser macarra.
Al cantautor, músico y actor irlandés Glen Hansard no le teníamos muy controlado, pero lo que vimos parecía decente, puesto que empezó emulando a Leonard Cohen y fue añadiendo poso rockero a su repertorio, como en “Down On Our Knees”. Lo cierto es que pensábamos que iba a ser más peñazo, sorpresa total.
The Detroit Cobras era un nombre mítico del garage rock procedente de la ciudad del motor. Tras el fallecimiento de su vocalista Rachel Nagy, se ocupaba ahora del micro Marcus Durant (MC5, Zen Guerrilla) y la verdad es que tampoco inventaban la rueda con sus ritmos deudores hasta las cachas de The Sonics. “Cha-Cha Twist” debería servir para expulsar muertos de sus ataúdes o para que los pies cobren vida propia. Entretenidos.
El guitarrista estadounidense Warren Haynes formó durante una larga temporada de The Allman Brothers, fundó el proyecto Gov’t Mule, aparte de girar con antiguos miembros de Grateful Dead y contar con una carrera en solitario. Un currículum deslumbrante, sí, pero eso no garantizaba un show dinámico como se espera en un festival. Lo que nos topamos allí fue un peñazo de proporciones bíblicas destinado únicamente a los muy fieles, aunque admitimos que pueda tratarse de una cuestión de gustos. Para los muy cafeteros.
Los redivivos The Pleasure Fuckers, sin Kike Turmix, evidentemente, consiguieron montar un reseñable jolgorio punk en una reunión, de momento, exclusiva para el Azkena. La aceptación del personal fue descomunal ante trallazos de los que volaban la cabeza del calibre de “Little Train” o “Super Real Fuck”, por lo que no sería extraño que se animaran con algún concierto más con Scott Deluxe Drake (The Humpers) al micro. El momento cumbre llegó cuando salió Manolo UVI, considerado el primer punk español, junto a Marga, la viuda de Kike, para cantar juntos el impepinable “Socio de Satán”. Palabras mayores.
Se atrevieron incluso a pasar por un tamiz sucio y macarra el “Hot Legs” de Rod Stewart y al final la viguesa Linda Lamarr (gracias a Aitor Bakaikoa por la info) entonó “La balada de Enrique Vitoria”, una canción dedicada precisamente a la figura de Turmix. Sincero homenaje o sacrilegio, nos la gozamos en su incendiario bolo y sin duda contribuyeron a levantar la endeble última jornada.
Puesto que la diva Sheryl Crow no nos dejó ni hacerle fotos, pasamos completamente de ella para ir a catar en el horno crematorio del Trashville a las madrileñas Tiburona, mucho más cercanas a nuestro rollo. El calor infernal que nos recibió nada más entrar en la carpa nos hizo recordar por qué ni pisamos el sitio en la anterior edición.
Pero había dentro un ambiente impresionante y el brebaje que nos dio Nando Fausto, inolvidable bajista de Los Carniceros del Norte, fue como la poción de Astérix para ponernos a tono. Estas chicas podrían ser una versión muy sucia y punk de Los Fresones Rebeldes por las pegadizas melodías de “Pensando en ti”, también evocaban a The Beach Boys en las armonías vocales de “Que mueras bien” o Tarantino podría pillarles para una peli por “Brebaje del amor”, su conseguida adaptación en castellano del mítico “Love Potion Number 9”.
Me fliparon tanto sus conjuntados zapatitos de muñeca como su chulería sobre las tablas, aparte de sus notables habilidades musicales. Seducido por completo por las llamadas sirenas del Manzanares. Que me perdonen el baboseo. Fan total.
La propuesta soul de St. Paul & The Broken Bones podría haber encajado en otro momento, pero no a esas horas. Y casi lo mismo podríamos decir de los norteamericanos Band of Horses, cuyo folk rock épico pudo llamar la atención en determinados instantes, pero no tanto como para aguantar un concierto entero. La sobresaturación del Trashville nos impidió regresar para ver a The Mummies, por lo que nos quedamos con las ganas de ver a los vendados fundir la carpa.
Los que no suelen defraudar son Lendakaris Muertos, menos todavía a eso de las dos de la madrugada, aunque el sonido tardó un poco en despegar. Una vez drogopropulsados, como dirían ellos, aquello fue como un tiro, con un himno tras otro. “Fuimos ikastoleros”, “El último txakurra” o “Cerveza sin alcohol” convivieron con piezas recientes como la gloriosa “Pablo Echenique” o “Sanchista y Jujano”, con la melodía y la incitación a repetir “Que te vote, Txapote” que no cuajó.
Hubo las típicas coñas respecto a Arde Bogotá y el vocalista Aitor le pidió al guitarra Iván que se cortara el pelo y se dejara barba. No faltó tampoco el habitual numerito de perderse de vista entre el público en “Héroes de la clase obrera”, pero esta vez no vino el muñeco gigante para “Oso panda”. Supongo que en esas fechas tan señaladas pillaría vacaciones. Que no les digan que maltratan a sus mascotas como el camarada Pablo.
Más de 50.000 personas refrendaron el festival en una arriesgada edición en la que se optó por abrir el abanico con la inclusión de Arde Bogotá, una decisión polémica que congregó el mayor número de personas el viernes. Los tiempos cambian, pero podemos seguir sintiéndonos orgullosos de este auténtico tesoro de la tierra. Y que sea por muchos años.
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1 comentario
Currado como extenso resumen para otra edición de uno de nuestros festivales más longevos e históricos como es el AZKENA ROCK vitoriano y donde sobresalieron las grandes actuaciones rockeras por parte de bandazas como QUEENS OF THE STONE AGE junto a JANETS ADDICTION ARDE BOGOTÁ o los combativos LENDAKARIS MUERTOS.