Crónicas
Behemoth + At the Gates + Wolves In the Throne Room: A las puertas del infierno
«Pese a la brevedad, Behemoth volvió a reivindicar su momento de gracia en un infierno musical y visual increíblemente logrado con una intensidad sin descanso»
19 enero 2019
Sala La Riviera, Madrid
Texto: Jason Cenador. Fotos: Alfonso Dávila
La cima es mucho más estrecha en la montaña del metal extremo casi que en ninguna otra, y son muy pocos los grupos que consiguen alcanzarla colmando de público grandes recintos sin renunciar a la más encarnizada brutalidad y sin doblar el dedo sobre el interruptor que ilumine su propuesta. Una de las bandas que más fuerte ha mantenido el pulso hasta lograrlo ha sido Behemoth, que persevera en su cruzada contra las divinidades católicas en ‘I Loved You at Your Darkest’, álbum de reciente publicación que justifica la gira que recaló el pasado fin de semana en nuestro país.
La triada de ferocidad sonora en directo la completaban los norteamericanos Wolves In the Throne Room y los históricos suecos At the Gates. Fueron los primeros los encargados de abrir la lata con su black metal de corte atmosférico, unos minutos más tarde de lo que estaba inicialmente previsto. Evocadores, densos y absorbentes, nos sumieron por completo en su onírica tenebrosidad de agrestes sonoridades, ritmos que rápidamente oscilaban desde el comedimiento hasta el mayor avasallamiento imaginable y melodías y riffs efectivos que succionaron nuestro contacto con la realidad en temas como “Angrboda”, “The Old Ones Are With Us” o “Born From the Serpent’s Eye”, soberbia cuando menos.
Pronto, demasiado pronto, retomamos la conexión con la realidad tangible a golpe de reloj, pues fueron tan solo veinticinco minutos los que pudimos disfrutar de una banda cuya propuesta merece más tiempo incluso cuando se trata de la escogida para abrir una velada. Exprimieron tanto su actuación que ni una palabra tuvieron con el público, pero se hizo excesivamente corta. Hasta para ser un aperitivo, pues era demasiado bueno.
Un cambio de bártulos prolongado en el tiempo desembocó, al fin, en el esperado concierto de At the Gates, banda fundada en Gotemburgo allá por 1990 y protagonista de la renombrada escuela de aquella ciudad sueca, la de un death melódico que a lo largo de los años ha ido generando grandes nombres. 28 años después de sembrar de aquel estilo lo que entonces era campo yermo, estos pioneros continúan al pie del cañón fieles al sonido que idearon, y acudieron a Madrid para defender su más reciente LP, ‘To Drink From the Night Itself’, que ha obtenido muy buenas reacciones por parte de sus seguidores y del que no se cortaron un pelo al defender con toda la intensidad del mundo la que le presta su título, "A Stare Bound in Stone" y "Daggers of Black Haze".
Los otros álbumes representados fueron el penúltimo ‘At War with Reality’ (2004) y, cómo no, el eternamente recordado y obra sagrada del melodeath ‘Slaughter of the Soul’, del que sonaron la propia “Slaughter of the Soul”, “Cold”, “Suicide Nation” y, cómo no, “Blinded By Fear”.
El concierto comenzó con un sonido endeble y difuso en el que se echaba mucho en falta un mayor peso de las guitarras, pero al cabo de unos cuantos temas se fue tornando más férreo, enérgico y aguerrido, ideal en combinación con la irreprochable disposición de una banda afable en su veteranía que, encabezada por el cercano y entregado vocalista Jonas Björler, sabe meterse a en el bolsillo a la audiencia en cada uno sus shows. Era la única banda ajena por completo al black metal y fue la única que entabló un contacto más terrenal y campechano con el respetable. El estilo, a veces, en estas veces, determina irremediablemente la actitud.
Al fin llegó el momento de que el gran reclamo de la velada, Behemoth, los principales aunque no los únicos responsables de que la Sala La Riviera luciese el aspecto de las grandes ocasiones, hiciera acto de presencia. Comandados por un Nergal irreconocible y completamente volcado en la causa, y ataviados con terroríficos atuendos y negras caretas, los máximos representantes del blackened death metal de nuestros días – por volumen de convocatoria – pusieron a prueba los cimientos del local e hicieron temblar el tronco de la palmera que preside la barra de sala, cuya presencia pegaba menos que nunca en el concepto de la noche, desde el primer momento en el que arremetieron con su extrema violencia sonora. Fue de la mano de “Wolves of Siberia”, que, precedida por la intro de su última referencia discográfica, vino acompañada de un derroche de pirotecnia nada habitual en recintos cerrados. Y a mí que el estilo de este tema me sigue recordando a aquel mítico “Into the Deepest Bane of Hope” de los emblemáticos Emperor…
Con el maquillaje ya al descubierto, prosiguieron con “Daimonos” y “Ora Pro Nobis Lucifer”, en cuyo arranque Nergal blandió una vistosa antorcha para después invocar al maligno con la vehemencia de un huracán. A estas alturas, uno ya se había olvidado de la cara de un personaje que en persona – coincidí con él en la preescucha de ‘I Loved You at Your Darkest’ en Berlín el pasado año – se antoja cercano, sincero, directo e inteligente. Él ya no era él, era ese personaje que él mismo ha diseñado, una prolongación de sí mismo portadora de un mensaje que va mucho más allá de la banalidad de la dicotomía luz-oscuridad y de la ficción de criaturas con tridente y rabo. Hay mucha miga tras sus letras y mucha, mucha emoción tras sus pentagramas. Los musicales, claro. Pero hay que saber entenderlo.
Uno de los momentos álgidos del show llegó, sin duda, de la mano de “Bartzabel”, clásico de nuevo que apuesto a que dentro de unos años será vanagloriado como pocos temas por sus acérrimos. Dinámica, abrumadora, evocadora y casi hipnótica, la mejor canción de su más reciente esfuerzo discográfico tuvo un estupendo recibimiento por parte de un público que, de todos modos, había dejado atrás los mosh pits desatados al calor de At the Gates para sumirse en una posición más contemplativa, atraídos por una lugubridad de la que era imposible abstraerse. Fue también el pretexto para que Nergal cambiase de gorro, imitando al de alguna virgen pero en negro. Lamento desconocer la nomenclatura exacta de los susodichos atuendos.
“Ov Fire and the Void” nos devolvió a aquel exitoso ‘Evangelion’ lanzado en 2009, antes de regresar a su último trabajo, al que le brindaron un más que merecido protagonismo, de la mano de “God = Dog”, que funcionó en directo lo bien que se puede esperar de un tema que fue elegido como punta de lanza del álbum. Regresaron a un pasado aún anterior, el de ‘Demigod’ (2004), con la abrasiva y trepidante “Conquer All”, puro salvajismo sonoro cuya crudeza se topó con el dinamismo de “Ecclesia Diabolica Catholica”. El título, elocuente donde los haya.
En ese constante viaje de ida y de vuelta cronológica que diseñaron para su repertorio, prosiguieron con “Decade of Therion”, de ‘Satanica’, álbum publicado en 1999 y único de aquella década que obtuvo representación, antes de que “Blow Your Trumpets Gabriel”, una de las más celebradas y una de las que más magnetismo atesoran en vivo, nos llevase en volandas hasta ‘The Satanist’ (2014), quizás el disco más venerado por el grueso de sus acólitos y penúltimo publicado. Fue un pretexto ideal para ilusionarnos con más cortes de su tracklist, algunos considerados imprescindibles por la plebe profana que abarrotaba el lugar, pero nos quedamos con las ganas. Imperdonable que a estas alturas de la película de terror, conscientes de su impacto, se dejen en el tintero piezas como “The Satanist” o “O Father O Satan O Sun!”. ¿Se cansarían de tocarlas en la anterior girar?
“Slaves Shall Serve”, la pretérita y primitiva “Chant for Ezkaton 2000 E.V.” y una “Lucifer” abrumadoramente tétrica y opresiva nos condujeron, casi sin darnos cuenta, a un final abrupto y demasiado temprano que arribó con “We Are the Next 1000 Years”. Y así, como su último disco, con ese tema y con la outro disparada “Coagvla”, sin apenas despedirse y cerca de media hora antes del horario habitual para dar carpetazo a una actuación en La Riviera, nos dejaba Behemoth con la miel en los labios, con ganas de mucho más, tras apenas hora y cuarto de show. ¿Serán tan maléficos para deliberadamente sembrar el mal a modo de adiós? Por mucho que lo deseasen, pesó mucho más la intensidad sin descanso con la que volvieron a reivindicar su momento de gracia en un infierno musical y visual increíblemente logrado en el que, en el fondo, nos sentimos como en zapatillas de andar por casa.
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1 comentario
Buenos conciertos por parte de estas tres pedazos de bandas cada cual a su estilo y manera y con la mejor sala de la ciudad petada hasta arriba. Este Viernes y Sábado seguro que la petaran una de nuestras mejores bandas como son WARCRY.