Old Kerry McKee

Mono Secular Sounds

Icons Creating Evil Art

Por: Alfredo Villaescusa

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La cantinela de que ya no sale nada nuevo bajo el sol tiene cada vez menos fuste si uno levanta la cabeza de su zona de confort y empieza a investigar lo que se hace por ahí en diversos géneros. En ocasiones lo más revolucionario consiste en mirar hacia un pasado olvidado del que nadie se acuerda y enlazarlo con el momento actual, ya sea adoptando la perspectiva del presente o convirtiéndose en el eslabón perdido entre elementos que antaño eran antagónicos. Establecer un mínimo común denominador en el que se contemple un todo en su conjunto y no separado en artificiales compartimentos.

Tal parece la intención del sueco Old Kerry Mc Kee, una especie de anacoreta que vive en los límites de la aldea de Larv y que comenzó su carrera como músico de death metal hasta que decidió cambiar los sonidos estridentes por una guitarra acústica, una batería de fabricación casera y un viejo aparato de grabación. No era el primero que empleaba objetos cotidianos para crear canciones, así a bote pronto nos vienen a la cabeza las sartenes del entrañable Seasick Steve o las tuberías de las sinfonías ruidistas de los chalados industriales Einstürzende Neubauten.

Quizás la original propuesta de este tipo que vive en plena naturaleza esté más cerca del bluesman californiano que de los pioneros germanos por su vocación de tierra de nadie entre el folk, el country y el black metal, aparte de cierto halo psicodélico en su versión más tenebrosa. Así nos queda claro por lo menos en la inicial “South Spruce Blues”, un descenso a los infiernos con parrafadas de las que dan ganas de dibujar un pentagrama en el suelo, sacrificar un macho cabrío y beberse su sangre. Y el saxofón que intercalan de vez en cuando te terminará de volver loco.

“Cattle And Wolves” adopta un punto de vista igualmente siniestro con un desquiciante riff bluesero antes de explotar en invocaciones reminiscentes de Tom Waits, mientras que “Gypsy Rags/ Death, Oh Death, Pt. 2” sigue el country fantasmagórico en la estela del reverendo David Eugene Edwards de Woven Hand. “I’ve Been Building” sorprende por su comienzo pastoral con armónica, una pieza muy apropiada para alguien que vive alejado de multitudes, y “Humming On The Porch” reincide en esa faceta sosegada de aquellos indomables insumisos a la tiranía del tiempo.

“Woman From Tarnava” posee un evocador punto de partida, no muy distante del Springsteen de ‘Nebraska’, antes de que “Anxiety Blues” recupere los sonidos más grasientos y pantanosos, uno podría imaginarse que se encuentra en una ciénaga esquivando cocodrilos. Y “House of The Rising Sun” adquiere el matiz amateur del que se arranca a tocar algo en el sótano de su casa, con zapateados incluidos.

Un primer LP muy interesante para los ávidos de sensaciones nuevas, así como para fans de King Dude, Woven Hand y otros retorcidos trovadores folk de nuestra era. La revolución del siglo XXI será en los campos, el único refugio posible ante las urbes vaciadas por la pandemia y el recorte de libertades. El orgullo rural frente al estirado urbanita cobra fuerza.

Alfredo Villaescusa
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