Hiagen

El planeta cúbico

Autoeditado (2022)

Por: Alfredo Villaescusa

9

Cuando se produjo todo ese furor por grupos tipo Mogwai o Explosions in the Sky, un servidor siempre pensó que el post rock era el nuevo progresivo, a pesar de que en realidad ambos géneros no tuvieran mucho que ver. Los dos buscan la experimentación sonora, de acuerdo, pero las atmósferas, punteos y demás poseen códigos propios que se notan tanto como la diferencia entre The Cure y Pink Floyd. Pongo unos ejemplos tan significativos para subrayar la profunda divergencia a la hora de abordar un terreno tan acotado e ilimitado a la vez.

Este interesante grupo, que tiene su origen en tierras asturianas allá por los noventa aunque en 2010 se produce una refundación en Madrid, diría que bebe principalmente de los ambientes angustiantes creados por Robert Smith y compañía, pero también de las subidas o bajadas de emoción del post rock internacional y hasta de la ampulosidad de Love of Lesbian en ciertos momentos. No en vano su actual teclista procede del grupo indie Izal, lo cual tal vez explique el matiz electrónico que han incorporado en este trabajo.

Un lanzamiento que se ha dividido en tres capítulos en formato digital, cada uno compuesto por tres o cuatro canciones, mientras que los amantes de lo físico podrán disfrutar del conjunto de principio a fin. De esta forma, la inicial “Vientos del este” nos da la bienvenida a ‘El planeta cúbico’, un título que toman prestado de un libro de Cristina Alemparte, y percibimos un aire realmente envolvente que nos lleva a pensar en grupos instrumentales tipo Caspian o 65daysofstatic.

“La nube oscura” sigue las coordenadas antes mencionadas, aunque también se incorpora voz en un marasmo sintético y hasta industrial a lo Killing Joke que podría encajar en una sesión gótica. “Cuando ruge la marabunta” cambia de rollo con una mayor contundencia en las guitarras y acercándolos de un plumazo al rock alternativo con cierta tendencia a la oscuridad, como el de los Lagartija Nick de ‘Hipnosis’ o ‘Inercia’.

“Una despedida a tiempo” fue el primer adelanto del álbum, quizás por ese soberbio comienzo a lo The Cure y que de inmediato incluiría entre lo mejor del disco. Una maravilla total para elevarse desde principio a final. “Piezas de Tente” funciona a modo de coda de este primer tramo con una melodía nostálgica, muy en la línea de los Anathema de ‘A Natural Disaster’ o ‘Weather Systems’.

“Bien está lo que bien acaba” reincide en su faceta de rock alternativo, con ecos tanto a Muse como a Vetusta Morla o a los ya mentados Izal, mientras que “Réquiem por una ciudad” es un impresionante ejercicio de estilo que nos certifica su maestría absoluta para crear atmósferas envolventes y creíbles. “Malas nuevas” posee una pomposidad que podría hacer pensar en Héroes del Silencio o en Las Novias, sus compatriotas góticos.

La tercera parte parece que nos obliga a bajar el pistón en un primer momento con “No se parece en nada”, aunque no tardan en pillar brío y facturar un temón de una intensidad de poner piel de gallina. Nos dejan recuperarnos de la emoción con la maquinal “El árbol de los necios”, que evoca las piezas más tortuosas de NIN, por lo que también podría funcionar en las pistas de baile oscuras. En “No vuelva usted mañana” descoloca un saxofón de ínfulas ochenteras que sirve para proporcionar un corte todavía más personal, si cabe, a una propuesta ya epatante de por sí. Y la homónima “El planeta cúbico” pone la guinda con otra instantánea sonora que entronca con desiertos, horizontes y demás paisajes inabarcables, una sensación de inmensidad aplicable por completo a esta obra.

Después de escuchar semejante trabajo de una calidad estratosférica a uno le da la impresión de haberse dado una vuelta, no solo por un planeta, sino por un universo entero en el que tenemos desde climas inhóspitos que hacen inviable la existencia humana a paraísos terrenales en los que cualquiera se quedaría lo mismo una temporada que una eternidad. Música con mayúsculas. Fundamental para melómanos.

Alfredo Villaescusa
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