Grave Pleasures

Plagueboys

Century Media (2023)

Por: Alfredo Villaescusa

9

Tal vez la última pandemia haya puesto en boga las ideas apocalípticas y milenaristas más que nunca. No conviene olvidar a los que ya pensaban en el fin del mundo antes de que apareciera el primer caso de coronavirus en Wuhan o a los que ya poseían cierto pánico nuclear previamente a la invasión rusa en Ucrania. Debería trazarse de inmediato una línea imaginaria entre ellos y todos aquellos que se apuntaron al carro después en función de las circunstancias.

El post punk apocalíptico de estos fineses encabezados por el vocalista Mat McNerney (Hexvessel, Carpenter Brut) ya jugó con la idea de un desastre radiactivo en su anterior álbum ‘Motherblood’, pero quizás por el devenir de los acontecimientos su actual discurso en ‘Plagueboys’ se antoje más apropiado que nunca. Ese sentimiento de un futuro tan desértico como el de las pelis de ‘Mad Max’ también se vislumbra en una portada que recuerda a la inmortal obra de William Golding ‘El señor de las moscas’.

Si con su anterior lanzamiento se consolidaron como un combo verdaderamente destacable en su estilo, en este nuevo trabajo confirman de inmediato esa percepción en base a un sonido personal que no se parece a nada en concreto, pese a esa atmósfera difusa ochentera que flota por el redondo y evoca del mismo modo desde el pulso maquinal de Depeche Mode a las taladrantes líneas de bajo de Joy Division. Y de ahí, pues todo lo que se quede a medias, como Killing Joke, Echo and the Bunnymen o The Mission, entre muchas otras cosas.

“Disintegration Girl” pone una pica en Flandes con un tema soberbio, con la energía del punk, la elegancia de la new wave de la década de los cardados, y un cantante inmenso con el misticismo de Ian Astbury y el aire de Bowie atormentado de Peter Murphy. “Heart Like A Slaughterhouse” baja un poco las revoluciones, pero si no fuera por el enfoque post punk, podríamos estar hablando de algo muy cercano a Roxy Music. Clase para regalar.

“When the Shooting’s Done” reproduce las coordenadas Billy Idol que ya aparecían en cortes de ‘Motherblood’ y el resultado vuelve a ser encomiable, con un estribillo que hasta podría ser bailable. Y “High on Annihilation” nos lega todo un tratado de misantropía envuelto en oropel ochentero que también evoca las pistas de baile de aquella época. Frente a otros productos revival cuya artificialidad se huele a kilómetros a la redonda, lo suyo suena auténtico de verdad porque viene como consecuencia de una evolución y no del deseo de agradar a alguien.

“Lead Balloons” pisa el freno y nos hace rebuscar en un referente tan poco común como el de los U2 anteriores a ‘War’, canela fina para aficionados al post punk. “Imminent Colapse” no pierde en absoluto empaque con otra gloriosa interpretación de McNerney, que junto con las guitarras de Aleksi Kiskiilä y Juho Vanhanen, se convierte en uno de los grandes protagonistas del redondo.

El comienzo de sintetizador de “Society of Spectres” es posible que engañe, pero que nadie se asuste, seguramente se trate de uno de los puntos álgidos del disco. Su peculiar fórmula que recuerda a todo lo de los ochenta y nada a la vez brilla como nunca en esta pieza. “Conspiracy of Love”, con su aproximación al rock gótico, mantiene todavía el interés, y eso que estamos llegando ya casi al final. Olvídate de los sinvergüenzas que meten clarísimas piezas de relleno, aquí no hay de eso.

La homónima “Plagueboys” vuelve a apostar por las atmósferas tenebrosas en una composición que recuerda lejanamente a la magnífica “Stories For Boys” del debut de Bono y compañía, si obviamos por supuesto el peculiar tamiz sonoro de los fineses. “Tears on the Camera Lens” se torna un esfuerzo final con ecos a los The Cure de ‘Faith’ o ‘Seventeen Seconds’ que deja un inmejorable sabor de boca.

En suma, han vuelto a poner el listón muy alto en el campo del post punk contemporáneo porque en realidad no se casan con nadie, pese a que existan por ahí influencias que en la mayoría de los casos no son demasiado evidentes. Un colorido y versátil apocalipsis sónico.

Alfredo Villaescusa
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