ZOÉ: VIAJE CÓSMICO

Kafe Antzoki, Bilbao

A un grupo bueno se le distingue por muchas cosas. Una de ellas, la dificultad de encasillarles en un estilo concreto. Con los mexicanos Zoé sucede algo de esto. Aunque a priori no resultaría descabellado meterlos en el saco de la llamada Nueva New Wave junto a The Killers o combos alternativos tipo Muse, en una escucha detenida surgen líneas de bajo deudoras de Joy Division y referencias al Bowie más sideral o a los Beatles psicodélicos. Incluso quizás te digan que se trata de vulgar indie para gafapastas...

Pero que nadie se deje engañar. Aquí no hablamos ni de Los Planetas ni de los soporíferos Vetusta Morla, sino de “la banda más inteligente y conceptualmente ambiciosa del rock alternativo en español”, según el periódico Los Angeles Times. Y a los guiris no les falta razón, pues estos oriundos de Cuernavaca han demostrado a lo largo de más de una década una visión artística a prueba de bombas que les ha permitido asomar la cabeza pese a la más absoluta falta de apoyo inicial y convertirse en pioneros en su país de la filosofía de la autopromoción y autoedición.

Aunque al otro lado del charco logren congregar a multitudes cercanas a la reseñable cifra de 20.000 personas, aquí en la península son todavía unos perfectos desconocidos, por lo que no se esperaba un gran llenazo en esta segunda fecha de la gira española, una pena porque unos músicos de semejante talento merecerían un mayor reconocimiento, pero tiempo al tiempo. Aun así, una porción nada desdeñable de compatriotas suyos acudió a apoyarles y las fogosas chicas de las primeras filas casi se hubieran comido al cantante si las hubieran dejado.

Calentaron el ambiente los madrileños Última Experiencia, un interesante trío que suele acompañar al Gran Wyoming en sus peripecias musicales y repasaba de forma exhaustiva el rock setentero en plan los primeros M-Clan y no hacía ascos al blues sentido o al soul de calidad. Muy compenetrados y con un vocalista y guitarrista tremendo que además se marcaba unos solos de quitar el hipo, engancharon al personal con temas currados como “Sensación” o “Ha sido un placer”, que trataba de la mentada crisis y la precariedad laboral. Muy buenos, sí señor. Para no perderles la pista.

Si ya íbamos con las expectativas por las nubes a tenor de lo escuchado en estudio, en el cara a cara los mexicanos Zoé no defraudan sino que encandilan y te hipnotizan mientras te sumergen en un viaje cósmico ajeno a las preocupaciones mundanas. La cosa empezó así: un suave manto electrónico va haciéndose notar hasta que la batería da unos golpes y entonces la luz lo inunda todo. Al fondo, preside la función el teclado de Jesús Báez y Sergio Acosta, a la guitarra, toma posiciones, cumpliendo a la perfección su cometido con una frialdad digna de un británico. Tienen maneras de estrellas del rock, de esas que llenan estadios en cuestión de horas, como U2, por ejemplo.

Prepararon los motores e iniciaron la velada con el rock espacial de “No Hay Dolor” y “Reptilectric”, del álbum más reciente (si exceptuamos el recopilatorio lanzado para promocionar su paso por España). Luego se tornaron oscuros con “Vía Láctea” y su intro a lo Joy Division. Sus paisanos les acompañaron recitando la letra de memoria, un aspecto muy importante en su música. Crípticas y ambiguas en la tradición de Héroes del Silencio no renuncian a expresar sentimientos por medio de un lenguaje elaborado unas veces, sencillo otras y en ocasiones hasta sorprendente, muchas frases incluso se podrían enmarcar. Un elemento más para aumentar el efecto embriagador de su peculiar sonido.

En “Nada”, el voceras León Larregui consiguió que no echáramos en falta a Bunbury, que colabora en la nueva versión de este tema. A medias entre Ian Curtis y Matthew Bellamy, cuenta con unos registros que se crecen en el directo aportando matices diferentes y elevando hasta alcanzar ecos de poner los pelos de punta. Curioso además ese recurso de alternar inglés y castellano de una forma integrada, sin que se antoje un arrebato de pedantería.

Los paseos siderales seguían protagonizando la noche y de vez en cuando bajábamos con los mortales a la tierra mediante el indie convencional de “No Me Destruyas”. Es innegable que disponen de una vertiente comercial que quizás sea la responsable de que en México logren juntar a considerables multitudes, pero tanto sus poco convencionales composiciones como su actitud antisistema frente a las discográficas (han preferido apostar por independientes tras malas experiencias con multinacionales) los libra de ser unos meros vendidos.

El ambiente sintético y de luces de neón de “Soñé” preludió su despedida por unos breves minutos después de agradecer a sus compatriotas el apoyo incondicional y dedicar a los demás el “eskerrik asko” que tenían apuntado en la chuleta. Retornaron con algo propio de su tierra, como la nostálgica “Poli”, una de las piezas, junto a “Julia”, dedicada a la ex-novia de Larregui. Seguro que la chica está la mar de encantada, pues en la letra no se mira hacia atrás con resquemor sino como una cosa que no salió bien por diversas circunstancias.

Pero todavía quedaban cartuchos por disparar, entre ellos la soberbia “Dead” que los acerca al rock gótico de poso post-punk. Al igual que en el disco, el teclado realzó la parte final y los punteos no perdieron un ápice de fuerza. “Deja Te Conecto” hizo honor a su nombre y enganchó a los asistentes antes de la apoteosis de amor fraternal que supuso la hippy “Love”, acelerada y con gritos a lo Jim Morrison en “L.A. Woman”. Impresionante.

Un recital absolutamente de otro mundo cuya nave te lleva por diversos planetas del universo musical. La única pega que se le podría sacar a este tripi sideral sería que la hora y cuarto de flipe supo a poco y uno se queda con ganas de mantener el subidón. Pero en breve los que tengan intención de ver a Bon Jovi en el Rock In Rio podrán también sentir sus efectos alucinógenos en el escenario Sunset. ¡Qué no te lo cuenten!

Texto y fotos: ALFREDO VILLAESCUSA