WOP Festival (091 + Kurt Baker Combo + The Kleejoss Band): El arte de resucitar
22 noviembre, 2016 10:35 am Deja tus comentariosSala Santana 27, Bilbao
Hace falta tener clase hasta para levantarse de la cama. No vale cualquiera para comprometerse con una decisión tomada, abandonar el sofá, desentumecer los huesos y lograr que el personal vibre como en la época gloriosa de la banda. Revivir los dorados ochenta sin que aquello apeste a naftalina y que todo el mundo salga del recinto como si hubiera visto el espectáculo más grande sobre la tierra. Una empresa ardua no apta para arrastrados que prefieren consumirse lentamente antes que dejar una leyenda con cierta dignidad.
La presión ambiente es evidente que también influye. Como la que ejercieron desde el grupo de Facebook “Queremos que vuelva 091”, formado únicamente con el propósito de reclamar el regreso del conjunto granadino al cumplirse dos décadas de su separación. Y el clamor de peticiones al final surtió efecto, José Ignacio Lapido, guitarrista y principal compositor, confirmaba la buena nueva y anunciaba una gira durante todo 2016 llamada ‘Maniobra de resurrección’ y así cumplió el anhelo de miles de aficionados de poder ver a este nombre fundamental del rock patrio de los ochenta. Ya poco les queda para retirarse a su guarida y retomar sus respectivas carreras en solitario, pero antes recalaron en la capital vizcaína en el marco del WOP Festival, una cita musical que va camino de convertirse en imprescindible por la que ya han pasado figuras tan emblemáticas como Soul Asylum, The Hives, The Jayhawks o el año pasado The Vintage Trouble, eso sin contar los WOP Special Night que celebran de vez en cuando, como el que ya hay anunciado para febrero del 2017 con Teenage Fanclub en el Kafe Antzokia.
Lo de la asistencia a conciertos sigue siendo uno de los misterios más inescrutables de la historia de la humanidad, pues con semejante ocasión histórica de presenciar algo irrepetible, por lo menos en un futuro cercano, el WOP no alcanzó la afluencia esperada y muchos optaron por perdérselo. Una lástima que en absoluto empañó la velada al contar con la muchedumbre suficiente para generar calor humano y un entusiasmo en determinados momentos que ya valía el doble o triple que un bolo de esos donde la gente va a pasar el tiempo.
A primera hora empero The Kleejoss Band se encontraron con unos pocos fieles que se fueron incrementando a medida que avanzaban los minutos de su actuación. Perderse aunque sea un segundo se tornaría una tremenda insensatez al comprobar la solvencia de estos zaragozanos en las distancias cortas y esa impresionante versatilidad que lo mismo les lleva a evocar el rock americano vía Tom Petty que el poso algodonero de unos Black Crowes o las guitarras contundentes de unos AC/DC o Status Quo. Para no aburrirse ni por asomo, muy decente entremés.
Y si lo anterior apuntaba maneras, el bolo de Kurt Baker Combo ya fue para elevarse hasta la estratosfera. Para empezar, el repertorio de este currante del power pop contemporáneo afincado en Madrid fue apoteósico, con temas con gancho de su reciente álbum ‘In Orbit’ como “Upside Down” o “Baby’s Gone Back”, aparte de una soberbia versión del himno de rebeldía juvenil de Tommy Boyce y Bobby Hart “(I’m Not Your) Steppin’ Stone”, que ya adaptaron en su día otros grandes del calibre de Sex Pistols o The Monkees. Tralla punkarra y melodías a lo Beatles facturadas por un tipo que cantaba y tocaba como un auténtico dios, ¿qué más se puede pedir?
Pues que encima recupere a unas leyendas del rock incendiario de entrepierna como Dogo y los Mercenarios, cuyo desvergonzado vocalista interpretó junto a Baker su clásico “Rock and roll caliente” mientras se contoneaba cual Iggy Pop y demostrara que una reunión del mítico combo sería una idea magnífica. Épico. Jefazos.
Siempre hemos pensado que quizás 091 estuvieran un tanto sobrevalorados y que el entusiasmo desmedido de los fieles obedecía más bien al haber transitado durante aquella década entronizada hasta el extremo que fueron los ochenta, donde parece ser que no había nada malo. Una percepción que cambiamos de inmediato en cuanto los granadinos salieron a escena dispuestos a prender fuego al recinto con “¿Qué fue del siglo XX?” y constataron que su fama en cuanto a los directos no era ni mucho menos exagerada.
Un grupo con un frontman en condiciones gana muchos enteros, incluso aunque lo restante no sea para lanzar cohetes. Algo que no es ni de lejos el caso de 091, con una formación de lujo en la que destaca el mentor José Antonio Lapido y su espigado vocalista de sempiternas gafas de sol José Antonio García, un señor con una clase enorme y talento para regalar que entiende por completo lo que hay que hacer en un escenario.
En un estado de forma envidiable, desataron las gargantas en “Zapatos de piel de caimán” o “El baile de la desesperación”, piezas que de por sí ya animarían cualquier sarao. Decían los ilustrados del rock n’ roll bilbaíno que por estos lares nunca gozaron de excesiva repercusión, que las salas repletas de gente eran más bien cosa de Madrid para abajo y que aquí no abandonaron su condición minoritaria para aficionados a la new wave patria. Pese a que la afluencia no llegara a desbordarse, como hemos dicho, el entusiasmo de los fieles arropaba lo suficiente para que la velada se antojara histórica.
Con un repertorio sin mácula era lo más normal del mundo, atronaron himnos de la envergadura de “Nada es real”, “En el laberinto” o “Huellas” y en “Para impresionarte” las pantallas de fondo se fundieron en un amarillo y negro que nos recordó a Tequila, otros pioneros del rock n’ roll en la península. Al contrario que Alejo Stivel y compañía, las influencias de los granadinos miraban más hacia ese territorio casi inexplorado en nuestro país entre el post-punk y la new wave, de hecho, Joe Strummer de The Clash participó en la producción de su segundo álbum ‘Más de cien lobos’.
Si a la sobrada solvencia sumamos un sonido tan cristalino como potente, aquello únicamente merecería el calificativo de histórico. “Estamos encantados de haber resucitado, lo hemos hecho por gente como vosotros”, agradeció el cantante ante el emocionado respetable. Las gafas de sol, o de rock, como dirían Burning, solo se las quitó casi al final del bolo para mirar a las primeras filas con aire de galán de Hollywood. Pocas veces hemos visto tanta dignidad sobre las tablas.
“En la calle” se reveló como uno de los puntos álgidos de la velada, con las emociones descontroladas por completo, antes de que “La torre de la vela” ejerciera de despedida y prometieran “volver en otra reencarnación”. Los bises se tornaban obligatorios, de lo contrario, los maduritos habrían reventado el garito, por lo que regresaron sosegados con armónica para “La canción del espantapájaros” y “Esta noche”, todo un gustazo escuchar la voz de José Antonio García en ese tipo de cortes relajados.
No había desperdicio tampoco en “La calle del viento”, donde sobresalió su habilidad para los coros, y todavía volvieron por segunda vez para satisfacer a los más exigentes en un “Cómo acaban los sueños” que acabó transformado en un festín guitarrístico. Alargaron con ritmos sincopados a lo Bo Diddley “La vida qué mala es” y dejaron un regusto inmejorable en el paladar elevando la temperatura en “Fuego en mi oficina”.
Esto sí que es el verdadero arte de resucitar, sin dar pena, sino sentando cátedra ante las generaciones venideras como ejemplo de lo que debería hacerse en casos similares de reencarnación. Es una pena que manteniendo semejante nivelazo hoy en día no se animen a entrar en el estudio y como tantos otros grupos continúen prolongando su despedida casi hasta el infinito. Pero la gente con clase no funciona así.
Texto y fotos: Alfredo Villaescusa
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