TRAVELLIN’ BROTHERS: ¡CANTAD! ¡CANTAD!

10 marzo, 2014 5:32 pm Publicado por  2 Comentarios

Kafe Antzokia, Bilbao

Había un tiempo en que el alcohol estaba prohibido, el crimen organizado campaba a sus anchas y la juventud se reunía en locales clandestinos para bailar música frenética conocida como swing. Florecían por entonces las llamadas Big Bands, auténticas orquestas de jazz divididas en varias secciones cuyos miembros podían incluso superar la veintena y que a menudo contaban con un cantante de carisma intachable y voz a la altura del tremendo despliegue instrumental que les acompañaba.

Una concepción del espectáculo peculiar que no resulta fácil de contemplar hoy en día. Pero existen supervivientes que no se resignan a que caiga en el olvido esa ‘joie de vivre’ y ese ánimo exultante que tanto enfervorizaba a una población que acababa de salir de La Gran Depresión. Hace poco precisamente el Nobel de Economía Joseph Stiglitz afirmaba que la situación económica española era peor que la crisis estadounidense de 1929, quizás por eso sea un buen momento de recuperar estilos proclives al desenfreno.

Una labor en la que parecen comprometidos los vizcaínos Travellin’ Brothers, que en su último largo ‘Magnolia Route’ recorren musicalmente de punta a punta el antaño país de las oportunidades a ritmo de swing, góspel o country, sin descuidar ese poso blues seña de identidad en su trayectoria. Habían anunciado un show especial con más de treinta personas sobre el escenario, por lo que con semejante reto la expectación estaba garantizada.

Y probablemente gran parte de los asistentes que abarrotaron el recinto más allá de lo soportable debieron entenderlo así. Una numerosa parroquia compuesta a base de padres con hijas adolescentes, chicas elegantes y mucho pureteo recibió a los casi imberbes La Maravillosa Orquesta del Alcohol, un combo del que se debería oír hablar hasta en la sopa si existiera un mínimo de la amplia cultura que atesoran estos muchachos al fundir en un mismo universo a Dropkick Murphys, Eskorbuto, los populares folkies Mumford & Sons o el escritor beat Jack Kerouac.

Desde un paraje tan inhóspito y polvoriento como Burgos, con sus camisas blancas con tirantes, tatuajes y gorras de inspiración irlandesa metieron mandolina y acordeón a todo trapo sobre una base acústica y un cantante muy competente en su rollo. Aunque cuando les da por el castellano recuerden lejanamente a Celtas Cortos, podría afirmarse que no hay grupo en la península que haga lo mismo que ellos, e incluso la versión que se marcaron de “It’s A Long Way To The Top (If You Wanna Rock N’ Roll)” de AC/DC la llevaron tanto a su terreno que resultó casi irreconocible. Definitivamente, el que diga que en la actualidad no salen grupos originales que vuelva a su caverna.

La cantidad exagerada de sillas y micros en las tablas ya anticipaba que Travellin’ Brothers montarían un fiestón en toda regla, a la antigua usanza, como en una novela de Fitzgerald. Previamente nos quisieron tomar un poco el pelo en la intro diciéndonos el guitarra que solo había venido él mientras el cantante iba asomándose por detrás y así hasta que presentaron a una colosal Big Band que trajeados de forma impoluta tomaron asiento a un lado.

El inicio del periplo vino como era de esperar con la pieza homónima “Magnolia Route”, antes de que aflojaran un poco con las cadencias relajadas de “Say You’ll Be Mine”. Pero enseguida levantaron el pabellón con el swing desenfrenado de “Creole Queen”, con la Big Band en estado de gracia, moviendo los instrumentos de un lado a otro como en las pelis de los años 20, y al fondo un par de coristas con flores en la cabeza bailoteando frenéticamente. Y a veces así de repente se levantaba el saxo de su asiento y se ponía a desvariar, una estampa impagable, si hubiera aparecido por ahí Rita Hayworth cantando aquello de “Put The Blame on Mame” no habría desentonado en absoluto.

No iba a ser todo grandiosidad y opulencia sonora, también tendría que haber momentos para rescatar ese espíritu genuino de garito de los que antaño al entrar te envolvía una nebulosa de tabaco. En esa línea intimista, con la orquesta descansando, se marcaron “Song For You (Always There)” en plan country, y el cantante se reveló como un señor con todas las letras con el blues deudor de John Lee Hooker “Oh Shame” y una voz áspera a lo Joe Cocker de esas que te raspa el alma y casi te vuelve hasta negro.

La pura pomposidad retornó con la irrupción en escena del coro La Kantoria, formado por unas veinte jovenzuelas en la flor de la vida con voces verdaderamente celestiales. No podría haber nada mejor que el clásico góspel “This Little Light of Mine”, que ya homenajeara previamente Bruce Springsteen, para que los angelitos demostraran su valía. Con coreografía incluida, las nínfulas transformaron el recinto en una especie de iglesia del Bronx con la peña dando palmas a reventar. Habríamos agradecido empero un mayor volumen en las voces, aunque ecualizar tantos elementos a la perfección tiene que ser todo un trabajo de chinos.

Una de las facetas que más les convendría explotar en el futuro es ese lado swing bailongo que desata al personal, prueba de ello era “Ballroom 24”, muy reseñable el contraste entre la voz rasposa de Jon Careaga y las melodías dignas del Altísimo de las chavalas. Aquí reprodujeron además esos numeritos clásicos de ceder protagonismo a la batería con redobles o resaltar las líneas de contrabajo mientras de vez en cuando explosionaban los vientos. Y cambiaron de tercio con “Morning Rain Blues” y unos punteos dolientes que se clavaban en el fondo del ser.

Ya para la recta final reservaron la festiva “Love, Joy & Happiness” para lucimiento de las chicas y un reivindicativo “Midnight Train” en el que el guitarra aprovechó la ocasión para recordar que “en Leioa también hay buen blues”. Y es que un grupo con músicos de tal envergadura no tiene nada que envidiar, e incluso en el directo superan, a muchos grupos guiris que cobran el doble del precio de la entrada.

Para rematar la sesión de sentar cátedra abandonaron la sala en fila india abriéndose paso entre el respetable al ritmo del himno góspel “When The Saints Go Marching In”. Alucinante. Resultaba inevitable no acordarse de aquella célebre pieza de Louis Prima “Sing Sing Sing (With a Swing)” que simboliza como ninguna otra el descomunal poder de una Big Band cuyas notas parecían implorar desde lo más profundo: ¡Cantad! ¡Cantad!

Texto y foto: Alfredo Villaescusa

Redacción
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Esta entrada fue escrita por Redacción

2 comentarios

  • juandie dice:

    Según he podio leer por aqui esta banda que por desgracia no cuenta con el reconocimiento en el mundo del rock que ójala tuviera realizó un gran concierto en bilbao y esa mitica sala por excelencia como es el ANTZOKI donde han pisao las mejores bandas de nuestro pais y grandes de fuera también.Quizás escuche algo de ellos!!!

  • carlos dice:

    Inhóspito y polvoriento?? A ver Villaescusa... Sal de tu pueblo!!!

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