TIGER BELL: SOSITAS

2 junio, 2015 10:27 am Publicado por  1 Comentario

Kafe Antzokia, Bilbao 

tigerbellUno tampoco es que sea precisamente la alegría de la huerta, pero siempre nos pareció un fenómeno digno de estudiar aquellas chicas lánguidas que no tienen opinión propia absolutamente de nada, se dejan llevar por la corriente y solo se las despierta de su aparente letargo con algún hecho trivial o insignificante. Están entre nosotros, a veces incluso camufladas por un aura de sofisticación que en realidad no es tal sino una pura manifestación de gafapastismo, un mero oropel incapaz de esconder la total carencia de personalidad o criterio.

Luego tenemos a las que sin demasiada chispa natural por lo menos intentan entretener al personal de la manera más sincera posible, con la única pretensión de pasar un buen rato, sin intentar convertirse en el alma de la fiesta. Ahí encajarían las suecas Tiger Bell, fieles representantes de ese país similar a una Arcadia feliz donde más de la mitad de sus habitantes deben tocar en un grupo y el talento florece casi a cada esquina.

Con la vista puesta en las históricas The Runaways y en sus compatriotas Crucified Barbara, este cuarteto de féminas no se complica mucho la vida a la hora de darle a los instrumentos, siguen la filosofía de los tres acordes y voces estridentes de las ‘riot girls’ noventeras, aunque renuncian a la militancia inherente de aquel movimiento para abrazar la cotidianeidad y las cuitas del más común de los mortales. Han afirmado incluso que crean música de manera idéntica a la que las animadoras endulzan las celebraciones deportivas, de ahí su empeño en denominar su estilo ‘cheerleader punk’.

Era una jornada muy complicada para atraer a las masas, dado que coincidían ese mismo día unas cuantas citas interesantes por ahí, así que no sorprendió que apenas se juntaran una veintena de personas en el piso superior del Antzoki, que esta vez ofrecía a la concurrencia galletitas saladas para acompañar la bebida.

Entre los escasos congregados había algunas chicas con pinta de ratón de biblioteca y hasta fans acérrimas, como aquella que se situó a pocos metros del escenario cargada con el vinilo de la banda y que no podía contener la emoción los instantes previos al bolo. “¡Son suecas! ¡Es la clave!”, así resumía la susodicha las altas expectativas depositadas en la velada.

Lo cierto es que su único largo ‘Don’t Wanna Hear About Your Band’ nos llamó la atención en estudio por su inmediatez y carácter desenfadado, pero Tiger Bell en las distancias cortas tampoco son para tanto, su maquillaje no deslumbra tanto como debiera y las cortes se suceden unos detrás de otros sin demasiada gracia. Vamos, que compararlas con Mia Coldheart, Klara Force y compañía sería casi un insulto.

Se saben vender bien, eso sí, al emparentar su sonido con el reverenciado garage rock escandinavo de The Hellacopters y otros coetáneos, aunque su inicio con “Boy, There You Go” y “Get Ready To Go” resultara bastante prometedor. La apabullante “Slaughter’s Daughter” debería haber sacudido el recinto, pero se sintió a años luz de lo que se escucha en disco. Una pena porque cuentan con la materia prima necesaria para epatar, les falla perfilar los contornos en el borrador final.

Muy conjuntadas se mostraban por lo menos, con una bajista de ínfulas orientales, con medias de cabeza de gato y pajaritos de ojos saltones tatuados en el antebrazo, que tomaba el protagonismo hasta el punto de eclipsar a la propia cantante, era la frontwoman en funciones. La batera pelirroja también le daba con saña mientras su compi rubia a la guitarra iba a lo suyo, contribuyendo de vez en cuando en esos coros que les acercaban a The Donnas, aunque sin alcanzar ni de lejos la garra de estas últimas.

Los temas eran buenos, de eso no cabe duda, echamos de menos empero una mayor comunión con el respetable que no se limitara a los típicos comentarios para romper el hielo que se hacen en el ascensor, como cuando nos dijeron que eran colegas de los norteamericanos Against Me! y preguntaron a ver qué tal estuvo su concierto hace pocos días en el mismo recinto.

Otro intento fue su repentino interés por el tributo a Pink Floyd que empezaba en breve en el piso de abajo. “Pink Floyd era una gran banda, aunque a mí no me gusta”, confesó la animada bajista antes de incitar al desmelene con “Gorilla Dance”, de lo último que han editado hasta la fecha junto con el otro single “1-2-3-4 Radio”, que también sonó previamente. Y se despidieron por un momento con su himno homónimo “Don’t Wanna Hear About Your Band” dedicada a todos los pesados que dan la brasa con sus respectivos grupos, un fenómeno que en su país natal debe alcanzar cotas estratosféricas dada la elevada cantidad de gente haciendo sus pinitos en el negocio.

Al de un rato apareció de nuevo la bajista con timidez para saber si queríamos que tocaran más, ya que el respetable enmudeció y ni siquiera se solicitaron bises y se preguntó si era en realidad alguna costumbre autóctona. Captada la broma, el personal despertó y ellas se arrancaron con la pegadiza “Wanna Wanna” y la bailonga “Na Na Na”, con un estribillo facilón que no requiere pensar en exceso.

Mencionar que tienen por ahí una versión tremenda del clásico glam punk de 1977 “Ça Plane Pour Moi” de Plastic Bertrand, que hubiera sido una elección impepinable para terminar. En resumen, un bolo aceptable que tampoco me cambió la vida, pues estas chicas se escuchan en casa con bastante agrado, aunque luego en directo se queden en poca cosa, algo sositas. Les falta sal.

Texto: Alfredo Villaescusa
Fotos: Marina Rouan

 

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Esta entrada fue escrita por Redacción

1 comentario

  • Juandie dice:

    Mas que "sositas" como dice el colega VILLAESCUSA quizás sea la falta de rodaje de estas chicas para que el próximo concierto que hagan por estos lares sea más cañero todavía que el de aquella noche.La gran pega que nos sigue sacudiendo en nuestro país es la falta de peña en los conciertos.Que esa noche bilbaína solo fueran veinte personas a verlas es una autentica vergüenza en todos los sentidos!!!

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