RADIO MOSCOW: VIEJÓVENES
1 abril, 2015 9:09 am 1 ComentarioKafe Antzokia, Bilbao.
Ahora que el diccionario de la RAE recoge palabras que han enriquecido indudablemente la lengua castellana como ‘pechamen’, ‘papichulo’, ‘amigovio’ y demás aberraciones lingüísticas, ya va siendo hora de que los insignes académicos presten atención a un fenómeno que es casi seña de identidad de la contemporaneidad. Nos referimos a esos seres que pese a haber dejado atrás hace no mucho la adolescencia su filosofía de vida es la misma que la de un honorable señor de cincuenta años. Están por todas partes, en la política, con su vestimenta delatora de eficientes empleados de banco, o los míticos veinteañeros que se encuentran para el arrastre saliendo dos días seguidos, viejos prematuros, en definitiva, a un paso del asilo.
Luego tenemos a los que por pura vocación adoptan las maneras de hace cuatro o cinco décadas, no por una cuestión de moda, sino de principios, sabedores de que fue a finales de los sesenta y principios de los setenta cuando se forjaron las auténticas leyendas, aquellas que conseguían sacudir el mundo a base de electricidad. Ese canon, que independientemente de los gustos de cada cual cualquier persona decente, debería conocer para así poder entender lo que se escucha hoy en día. Curiosidad imprescindible para labrarse un criterio.
Fieles a la ortodoxia añeja que marcaban Cream o Jimi Hendrix Experience, Radio Moscow se forjó en torno a la figura de su carismático líder Parker Griggs, un chaval que se lo montó bien desde el inicio al conseguir que el todopoderoso Dan Auerbach de The Black Keys se fijara con él y le echara una manita en su primer contrato discográfico. Pero ojo, que tampoco le han regalado nada a este muchacho y a sus compis, pues llevan pateándose el globo terráqueo desde 2007 y cimentando su fama como únicamente pueden hacerlo las grandes bandas: con sus apabullantes directos.
Era un pleno lunes, con todas sus consecuencias, para los que todavía no estaban de vacaciones de Semana Santa, pero la sala de arriba del Kafe Antzoki registró una notable afluencia de hippies juveniles que parecían sacados del Woodstock del 68. Entre las camisetas psicodélicas y las barbas, no desentonaban patilludos a lo Joe Cocker y nos encantó en especial esa chica que bailaba descalza y se agitaba con entusiasmo cual presa del LSD más delirante. ¡El alma de la noche!
Por motivos laborales, nos perdimos dos o tres temas, pero para cuando llegamos el personal ya se hallaba sumergido en la orgía instrumental de Radio Moscow, con el trío desplegando ese cuelgue incesante que solo ellos saben crear. Hay que pillarlos con ganas, pero como vayas de fumeteo o bebas un par de cervezas enseguida te metes en su burbujón sónico que te atrapa tanto como el hachís un día en ayunas. Dejaron constancia de su último largo ‘Magical Dirt’ con “These Days”, otra de sus simples excusas para perderse en esas divagaciones controladas que permiten a la muchedumbre maravillarse ante su espectacular manejo a las tablas.
Ya les habíamos visto anteriormente, pero sigue siendo impresionante comprobar in situ lo compenetrados que se muestran incluso en la improvisación y la química total que exhibe el trío, pese a haber cambiado infinidad de veces de miembros. Su antaño base rítmica, de hecho, hoy se encuentra en las filas de Blues Pills tras rocambolescos episodios que incluyen una guitarra volando y quince puntos de sutura. Al margen de lo más o menos de moda que puedan estar por lo que acabamos de mencionar, lo cierto es que sin excesivas presentaciones son capaces de lograr una comunión sobrecogedora con sus asistentes. Basta que se arranquen con el blues del debut “Deep Blue Sea” para que la sala empiece a cabecear al unísono con fidelidad religiosa y algunos coloquen las manos como Robert Plant en sus años mozos. Una comuna ajena a la realidad del momento con la pura electricidad como mandamiento principal.
Sobresalen empero en esas aceleradas inesperadas que te pillan en pleno trance, así sin intuirlo lo más mínimo, después de que Parker se recluya al fondo junto al amplificador. Unos redobles son el toque de corneta preciso para que en un instante cambien el chip, se líen la madeja a la cabeza y corran raudos en pos de no se sabe exactamente qué, pero a algún sitio irán, seguro. Como cuando te cogen de la mano y te piden fe ciega, algo que no se suele dar a las primeras de cambio. Y es que a veces el destino es lo de menos, lo que de verdad importa es el recorrido en sí mismo, los sentimientos desatados a medida que se avanzan pasos, o incluso la total ausencia de los mismos, quién sabe. Lo que ya nadie podrá quitar nunca son todos esos recuerdos evocados al caminar por los mismos lugares de antaño, la esperanza, la promesa de algo mejor y el posterior resquemor por lo que no fue ni será.
Tal vez presa de esas emociones estaban los pipiolos de las primeras filas, que se desvivían con cada punteo y celebraban las idas de olla moviendo la cabeza de un lado a otro como en la época del amor libre. A pesar de lo que decían Siniestro Total u otros punkis, los hippies eran buena gente. Sin demasiados aspavientos, Griggs y compañía se despidieron. El regreso era obligado aunque eso sí, tampoco se estiraron demasiado, ya que no nos apenas tiempo a disminuir semejante colocón sonoro. Pero bueno, hora y poco de este trío que lleva el blues progresivo a su plenitud, contiene más intensidad que otros en más tiempo. Al finalizar, los fans casi les asaltaban para hacerse fotos con ellos. No era para menos, siguen siendo muy grandes en directo. Los viejóvenes son el futuro.
TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA
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1 comentario
La verdad que fue un gran concierto según la crónica con ese rock a lo hippie que se marcan estos cojonudos RADIO MOSCOW en tierras vascas ya que con un buen porrete de por medio y disfrutando de su buena música es mejor que estar en el puto paraíso.Una pena que no vea por ahí nada de material de esta interesante banda!!!