MIKE FARRIS: PASEO TRIUNFAL

3 junio, 2015 9:24 am Publicado por  2 Comentarios

Social Antzokia, Basauri (Bizkaia)

intfarrisHay gente a la que no te podrías imaginar en ningún otro sitio que no fuera un escenario. Nunca sirvieron para desempeñar su labor con la repetición mecánica y la frialdad de un funcionario. Lo suyo es la pasión, el calor humano, la comunión hasta extremos religiosos. Los sumos sacerdotes del único culto donde no se suelen producir crisis de fe y que va aumentando su número de fieles con el paso del tiempo. Una auténtica revelación que se posa sobre las cabezas como las lenguas de fuego sobre los apóstoles bíblicos en Pentecostés.

A esa estirpe pertenece sin duda el ex Screamin’ Cheetah Wheelies Mike Farris, ganador recientemente de un Grammy por su álbum ‘Shine For All The People’ y que encontró hace tiempo su camino al apostar por el soul y el góspel de raíces sin descuidar tampoco la energía del rock. Porque su prodigiosa voz posee la rugosidad del blues primigenio, las saetas disparadas al corazón de la época de la Motown y la garra necesaria que te coge por las solapas, te levanta del suelo y no te deja marchar.

Viejo conocido en el País Vasco, el carismático voceras de Nashville hacía un alto en su gira europea y ponía el broche de lujo a la tercera y última jornada del festival MAZ Basauri que este año ha celebrado su cuarta edición. La noche prometía, puesto que se anunciaba un repertorio especial basado en clásicos del rock y el soul, pasados por supuesto por el personal tamiz de Farris y acompañado de una efímera banda de músicos vascos, entre los que destacaríamos al trío de metales de los Cherry Boppers, el guitarrista Álvaro Segovia, que fue compi nuestro en el instituto, o el bajista Jokin Salaverria, el Paul McCartney de Getxo.

Con la sala casi a tope de su capacidad, el ex The Sunday Drivers Julián Maeso mantuvo el nivelazo de la velada escoltándose detrás de su órgano Hammond por músicos solventes hasta decir basta, la preceptiva sección de vientos y un par de coristas que añadían a su repertorio el sabor sureño de unos Black Crowes.

Muy estremecedora resultó en este sentido su versión del “Wild Horses” de los Stones, que comenzó a capella antes de añadir cierto poso country. Nunca había visto a este tipo, pero me pareció uno de los mejores músicos del país en su rollo setentero, pues lo mismo emulaba a Sam Cooke que desgarraba la voz a lo Joe Cocker al tiempo que fundía las teclas. Lo que se suele decir un ‘cremas’, deberían hacerle un monumento.

Haciendo gala desde el principio de su arrolladora presencia escénica, Mike Farris se vistió elegante para la ocasión con sombrero de señor y casaca imperial, no se puede ir de cualquier manera a celebrar una eucaristía. No resulta fácil reproducir el ambiente de una iglesia del Bronx en un teatro de Basauri, pero enseguida comenzó a repartir bendiciones con el clásico soul “Hold I’m Comin’” de Sam & Dave, con los tres metales ya desbocados y apoyándose en una banda tan competente en la que brillar podría ser lo más normal del mundo.

Tal y como se había anunciado, Farris dejó de lado su trayectoria en solitario para centrarse en recordar a los antiguos, aunque eso no significa que cediera en vulgares populismos o piezas repetidas hasta la extenuación. Dos horas y pico dan para mucho, así que hubo un poco de todo, delicatessen  para los exquisitos o esas obras maestras que debería conocer cualquiera con un mínimo de decencia, caso del inmortal “The Weight” de The Band que llevó con maestría a su terreno. Su repertorio se asemejó a una especie de tienda de ultramarinos en la que encuentras desde productos destinados al consumo a granel hasta ediciones limitadas reservadas para las citas inolvidables.

Hay bolos en los que la iluminación se convierte en un elemento intrascendente, o incluso incordiante si les da por las temidas luces rojas, pero esa noche no cabían las estridencias de ningún tipo, por lo que los motivos psicodélicos que se veían de fondo se acomodaron al plano general para proporcionar una cuidada puesta en escena. No solo los trajes eran un indicativo de elegancia.

El “I Don’t Need No Doctor” grabado por primera vez por Ray Charles en 1966 les quedó soberbio, con las trompetas elevándose en el instante preciso y las coristas luciéndose en un tema que se presta a ello. Tal vez por haber escuchado hasta la saciedad la versión de W.A.S.P., echamos de menos algo más de fuelle, aunque ni de lejos nos desagradó el peculiar enfoque de Farris.

El respetable, como era de esperar, comulgó sin reticencias ante su sacerdote, que para atraer la atención, casi no tenía ni que levantar la voz. “Soy duro de oído”, espoleaba de vez en cuando a la concurrencia y sus alardes con las cuerdas vocales eran recibidos con salvas de aplausos y hasta se escapaba algún “wow”. Fue un maestro además de los silencios, las subidas y bajadas que transformaron su recital en una trepidante montaña rusa de la que era imposible apearse.

Muy apropiada para su cancionero resultó el “I’m A Man” de Spencer Davis Group y levantó los ánimos definitivamente en el “Proud Mary” de la Creedence a la costumbre de Ike & Tina Turner, esto es, primero como una suerte de dúo vocal entre Farris y una de las coristas y luego devenida en una explosión de vientos. Uno de los momentazos de la velada, sin duda.

Y tras el “Jumpin’ Jack Flash” stoniano con un rollo más funky, alguien desde el público gritó: “¡Screamin’ Cheetah Wheelies!”, en referencia a la antigua banda del voceras, a lo que el aludido replicó levantando los cuernos y arrancándose con un casi a capella “Gypsy Lullaby”. Y mucha clase tuvo el “Helpless” de Neil Young antes del colofón bailongo “Land Of 1000 Dances” popularizado por Wilson Pickett en el que la congregación dio palmas y zapatazos.

Ya para los bises, acompañado de las coristas de Julián Maeso, el de Nashville certificó su compromiso con esta tierra con una camiseta verde que ponía “Basque” y remató con un soberbio “With A Little Help From My Friends” a la manera de Joe Cocker. Y aprovechando que AC/DC arribaban a la península ese mismo día, llamó a sus colegas de Porco Bravo para marcarse un apabullante “It’s A Long Way To The Top (If You Wanna Rock N’ Roll)” donde las trompetas ocuparon con bastante dignidad el lugar de las gaitas originales.

Todo un paseo triunfal el que se dio Farris en esta gira europea con fecha exclusiva en el País Vasco, un auténtico desfile de la victoria ante el que no cabrían pitos ni muestra alguna de reprobación. El indisimulado orgullo ante un personaje que se siente ya de la casa.

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

Redacción
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2 comentarios

  • Juandie dice:

    Solo con ver las grandísimas versiones rockeras que se marcó MIKE FARRIS no me extraña que aquella noche vizcaína diera un gran concierto acompañado además con músicos de una calidad extraordinaria.Si el rock aparte de buena música tiene elegancia hoy en dia MIKE FARRIS es parte de ello!!!

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