GRAHAM PARKER: ESENCIA DE GARITO
8 septiembre, 2014 12:20 pm Deja tus comentariosKafe Antzokia, Bilbao
Pocas cosas existen más grandes que entrar en un bar cualquiera un día cualquiera y encontrarse así de sopetón con unos tipos tocando. Da igual lo duchos que sean en la materia, lo importante es ese encomiable esfuerzo por romper la monotonía del local y que de inmediato atrae la atención de la concurrencia. Por unos momentos los babosos del lugar ya no podrán espantar a la clientela femenina, aquella figura solitaria dejará el rincón habitual y quizás hasta renuncie a pegar sorbos al cubata. Todos los ojos estarán fijos en un único punto.
Heredero de ese espíritu era la escena británica del llamado pub rock de mediados de los setenta, casi contemporáneo por tanto del punk rock y que por su defensa del rock n’ roll primigenio supuso un inevitable catalizador de la rabia que se desataría años después. Refugiados en una orgullosa marginalidad, algunos como The Vibrators o The Stranglers consiguieron efectuar con éxito la transición hacia la siguiente década y apuntarse al carro del punk o la new wave.
Pero había otros a los que las modas y los gustos del momento se la traían al pairo, gente que iba a su bola sin importar que afuera cayeran incluso chuzos de punta. Un claro ejemplo eran Graham Parker & the Rumour, una especie de supergrupo de la época formado por veteranos del pub rock procedentes de las bandas Bontemps Roulez y Brinsley Schwarz, donde casualmente tocaba el bajo y cantaba Nick Lowe, otro clásico del paisanaje musical.
Tal vez por aquello de que el que tuvo, retuvo, una considerable multitud recibió en la capital vizcaína al otrora gasolinero y criador de cobayas Graham Parker, colándose por ahí hasta algunos finlandeses que habían acudido al Mundial de Baloncesto que se celebraba en Barakaldo esa misma semana. Mucho pureteo para ver a una leyenda que no se prodiga demasiado por Europa y que en esta ocasión venía en formato acústico, acompañado además por otro insigne personaje: el guitarrista Brinsley Schwarz, compi suyo en los tiempos de The Rumour.
Sin demasiada parafernalia, y con Parker portando armónica a lo Bob Dylan, iniciaron el recital intimista con “Watch The Moon Come Down” y “That’s What All They Say”, pero no fue hasta “Stop Cryin’ About The Rain” cuando el personal despertó y se entregó al mensaje de este apóstol de tugurios humeantes. Para terminar de afiliarlos a su causa bastó que recordara poco después el debut ‘Howlin’ Wind’ con “Between You and Me”, donde mandó a la peña cantar antes de que estallara una sonora salva de aplausos.
Cuando uno se imagina un acústico existe cierta tendencia al bostezo involuntario, pero también hay maneras de hacer que la cosa transcurra dignamente, sin invitaciones al sopor. Y así lo consiguió este currante del rock, que se codeó incluso con el héroe de la clase obrera Bruce Springsteen y su difunto teclista de la E Street Band Danny Federici, a los que invitó en su disco ‘Up The Escalator’ de 1980.
Siguió evocando la piedra angular de 1976 con “Silly Thing” y trató de hacerse el simpático al afirmar que “tenía un gran sentido de la moda” y que por eso llevaba una camiseta rosa que pegaba a su vez con su guitarra. La verdad es que había que tener un par para salir a algún sitio con ese atuendo, pero en fin, cada cual se hace notar a su manera. Mencionar que también de vez en cuando mojaba el gaznate con un extraño líquido rosa. ¿Coincidencia o conspiración orquestada por Hello Kitty?
Parker ponía esa voz ligeramente cascada con similitudes a Dylan y poso soul a lo Van Morrison, mientras Brinsley Schwarz lucía galones a la guitarra, fruto del que lleva en el negocio la friolera de unos cuarenta años. Un par de señores que deberían tocar subidos en pedestales.
Se tornaron sentimentales con “You Can’t Take Love For Granted”, aunque prescindieron de la producción original tan inequívocamente ochentera. Es lo que pasa con los buenos temas, al final da un poco igual la forma en la que uno los interprete, siguen manteniendo la vigencia hoy en día. Y en “Black Lincoln Continental” dejaron la tralla de la versión en estudio para que unos marcados slides recrearan la sensación de estar atravesando miles de kilómetros en una añeja locomotora de vapor.
El escenario a veces parecía que se les quedaba grande, lo suyo hubiera sido verlos sentados en taburetes en cualquier garito humeante que corriese el Bourbon y demás bebidas espirituosas. Para aposentarse en barra de bar es sin duda “Passion Is No Ordinary Word”, himno irreverente de madrugada, lo mismo que “Hold Back The Night”, que remitía a su colega Springsteen o Southside Johnny por esa peculiar mezcla entre jazz, blues y soul tan característica de la Costa Este estadounidense.
Optaron por despedirse con su inevitable y coreada “Don’t Ask Me Questions”, por supuesto sin despegarse de sus respectivos tragos, se habían ganado la confianza. Volvió primero Parker en solitario para la reivindicativa “Too Strong” y se le unió su escudero posteriormente para la stoniana “Local Girls”. Y el final no podría entenderse sin el aroma country de “Not If It Pleases Me”, realzado por la ausencia de electricidad.
En suma, los que vinculan los bolos desenchufados con las baladas están profundamente equivocados, de hecho, creo recordar que no tocaron ni una pieza ligeramente melosa. Era pura esencia de garito, decadencia, alcohol, tabaco, chicas y todos aquellos elementos que no deberían faltar en cualquier fiestón que se precie. La sal de la vida.
Texto y foto: Alfredo Villaescusa
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