DIAMOND DOGS: MOTIVOS PARA PRENDER FUEGO

24 febrero, 2012 3:57 pm Publicado por  Deja tus comentarios

Kafe Antzoki, Bilbao

Últimamente sueño con una cerilla y un bidón de gasolina. Y no se trata de un insano empacho de Stieg Larsson y su cacareada saga Millenium, nunca seguimos las modas, lo siento. Me estaba refiriendo más bien a la situación actual en lo que llevamos de semana: palos y más palos propios de una dictadura bananera para unos estudiantes calificados como ‘enemigos’ por exigir calefacción en las aulas y otras demandas subversivas. Qué se puede esperar de un país en el que los chorizos se van de rositas y se inhabilita a uno de los pocos jueces independientes que existen por atreverse a levantar la alfombra para sacudir la caspa franquista y no ser el hazmerreír del mundo entero. ¿Alguien tiene fuego?

Pero hay maneras más sanas de aplacar la ira, de eso entienden los suecos Diamond Dogs, que seguramente en consonancia con los tiempos contemporáneos titulan su álbum ‘Set Fire To It All’ (Prender fuego a todo) y aprovechan para celebrar sus veinte años de carrera de la manera que mejor saben: pateándose los escenarios. Lástima que su último esfuerzo, que cuenta con la colaboración de coetáneos del calibre de Spike (Quireboys) o Danny Bowes (Thunder,) todavía no se encuentre lo suficientemente rodado, aunque cualquier excusa es buena para ver a estos grandes sobre las tablas.

Si en anteriores visitas petaban con facilidad los recintos, esta vez pareció hacer mella la omnipresente crisis y no se alcanzó el lleno absoluto, pero aquello ni mucho menos estaba vacío, sino en el punto de cocción adecuado, al dente, la cantidad necesaria para montar una juerga decente. Había además partido y no fueron pocos los que se acercaron con su bufandita rojiblanca para disfrutar del concierto.

Y sin teloneros de por medio, una intro country con sermón de predicador incluido nos daba la bienvenida a los Diamond Dogs, una de las bandas más incansables en esto del rock n’ roll, probablemente nunca abarrotarán pabellones, ni falta que les hace, pues su verdadera esencia se respira mejor lejos de los multitudinarios festivales, en garitos reducidos sin apenas separación entre público y artistas y donde el alcohol caiga a borbotones entre nubes de humo de tabaco, pese a que esto último sea de lo más complicado hoy en día.

Con esa vocación de himnos imperecederos, “We May Not Have Tomorrow (But We Still Have Tonight)” expulsó la primera llamarada dispuesta a reducir a escombros el local. Sulo ejerció de perfecto frontman, con su elegancia y su actitud sin igual, acusando recibo hasta las cachas de Rod Stewart e incluso sacando hombros y morritos para fuera, como si quisiera emular esa emblemática pose de Jagger que debería tener ya hasta copyright.

Alguien en un atisbo de ignorancia dijo recientemente que Axl Rose era el último cantante a la vieja usanza que nos quedaba, craso error, porque aparte de existir otros notables ejemplos en la actualidad, el vocalista de los Dogs, con sus ademanes, su registro con sabor añejo y hasta el vestuario (se puso unos de esos pantalones de cuadros de los que gastaban Slade) remiten a esa casta de figuras que viven en un mundo aparte y son una institución en la historia del rock.

Cumplieron lo prometido de hacer una profunda revisión a su trayectoria, desde el stoniano primer single “Honked!” hasta piezas de sus obras más recientes, caso de “Raise A Holler”, sin por ello descuidar las inevitables “Goodbye Miss Jill” o “Somebody Else’s Lord” y hacernos tocar el cielo con la inmensa “Autopilot”, con el saxo atronando en el estribillo y un duelo final entre este y el teclado para quitar el hipo. Eso sí, nos quedamos con las ganas de haber disfrutado de una sección de viento en condiciones, pues sin duda deberían potenciar ese aspecto que los realza tanto y les otorga tanta personalidad.

Lo único que cortó un poco el rollo era esa manía de dejarnos con improvisaciones mientras Sulo se cambiaba de vestuario. Afortunadamente, son gente mesurada que saben medir la paciencia de la gente, por lo que en ningún momento nos dieron la brasa, aunque nos pareció algo raro que encomendasen al batería en solitario la tarea de cantar y tocar la acústica en un tema, con notables resultados, tenía una pedazo voz, también hay que decirlo.

Los bises, puestos a sacar punta, también podrían haber estado mejor, pero anduvieron finos al conseguir remontar con la infalible “Sad To Say I’m Sorry” y con la espectacular presentación de la banda. Cuando Sulo mencionaba el nombre de cada miembro aprovechaban para hacer virguerías o improvisar alguna tonadilla como el “Lucille” de Little Richards o en el turno del guitarrista arrancarse con un solo de puro rock n’ roll de poner pelos en punta con el instrumento a la espalda para más inri. Aquello se transformó en una fiesta absoluta, una orgía sónica con el saxofón en un papel destacado elevándose por encima de la maraña. Brutal.

Se cascaron por tanto un recital de los que hacen afición y que les otorga motivos sobrados para seguir prendiendo fuego a los escenarios otros veinte años más por lo menos. Había un anuncio de unos caramelos o algo así en el que se afirmaba que las cosas bien hechas no deberían cambiar nunca, pues tal máxima habría que aplicar sin duda a Sulo y compañía. Que se conserven así mucho tiempo.

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

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Esta entrada fue escrita por Redacción

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