Crónicas

Crónica de Slayer, Anthrax, Lamb of God y Obituary: Un homenaje al metal

«Si el infierno existe, debe de ser como un concierto de Slayer constante»

17 noviembre 2018

Palacio Vistalegre, Madrid

Texto: Álvaro González. Fotos: Alfonso Dávila

A expensas de un par de fechas más antes de acabar el año, la jornada de ayer se presentaba como el último gran concierto en Madrid con el que este 2018 nos ha deleitado. La cita en cuestión era de categoría, prometiendo tratarse de uno de los eventos más importantes para la comunidad metalera de nuestro país en los últimos tiempos: Slayer ofrecía su último concierto en Madrid en compañía de Anthrax, Lamb of God y Obituary como parte de su gira de despedida mundial. Ante esta difícilmente igualable premisa, tan solo quedaba esperar que no nos encontráramos con problemas de temporalización o de carácter técnico.

Afortunadamente, la primera incógnita se resolvió con solvencia cuando las puertas del Palacio de Vistalegre se abrieron con una precisión quirúrgica a las 17:15. El cumplimiento de los horarios establecidos para los cuatro conciertos que nos esperaban sería un factor a alabar a lo largo de toda la jornada, llegando incluso a adelantarse algunos minutos en determinadas actuaciones. La multitud presente en la pista de la reconvertida plaza de toros se amontonaba mientras la grada iba completándose hasta alcanzar un lleno hasta la bandera.


Obituary
sería la encargada de abrir la tarde. La banda de death metal procedente de Florida arrancaba con una "Redneck Stomp" que animaba a sus fans a hacer los primeros crowdsurfings que veríamos. Con un ojo puesto en el escenario y otro en dirección a la gente que se abalanzaba sobre nuestras cabezas para salvaguardar nuestra integridad física, fuimos testigos de cómo John Tardy hizo acto de presencia en cuanto sus compañeros terminaban con el primer tema para continuar con "Sentence Day". Junto a él, el guitarrista Trevor Peres completaba el binomio que más destacó en este concierto, entregándose por completo pese al tiempo limitado con el que la banda contaba y haciendo las delicias de sus seguidores. Dicha primera toma de contacto con el juego de luces y la potencia de sonido ofrecida -siendo esta última limitada para volarnos la cabeza con la aparición de Slayer- consiguió que los 40 minutos de actuación con los que Obituary nos deleitó sirvieran para poner las cartas sobre la mesa y hacernos fantasear con los siguientes tres shows.

Con una velocidad pasmosa para cambiar el atrezzo, el equipo de técnicos dejaba todo listo en menos del tiempo necesario para poder acercarse a una de las barras dispuestas en los extremos de la pista para que Anthrax tomara el testigo. "The Number of the Beast", himno de Iron Maiden con el que los neoyorkinos acostumbran a abrir sus conciertos, ponía a todos los presentes en alerta mientras el público se disponía a saltar con "Caught in a Mosh". Sin embargo, fue una intro de la legendaria "Cowboys From Hell" de Pantera lo primero que pudimos escuchar. Una vez completado este guiño a los reyes del groove metal, Anthrax se lanzaba ahora sí con el tema más reconocible de su incombustible 'Among the Living'.

Si bien la banda al completo hizo un trabajo más que destacable, es digna de destacar la energía que Joey Belladona brindó a Vistalegre, interactuando con todo momento con el público e incluso saltando entre los altavoces dispuestos delante del escenario mientras completaba el repertorio de la banda con gran maestría y sin dejar indiferente a nadie. Mención especial también a Scott, que se animó a dedicar unas palabras en castellano al público hablando preguntando si a los que allí nos congregábamos nos gustaba el thrash metal hasta que sus conocimientos de la lengua de Cervantes se agotaron y continuó alabando nuestra comida y asegurando que el grupo estaba encantado de regresar a nuestro país. Anthrax daba por finalizada su actuación tocando "Antisocial" y "Indians" antes de cerrar de nuevo con los segundos finales de "Cowboys From Hell", completando así un setlist algo reducido para una banda de su categoría y en el que echamos de menos "Madhouse" pero con el que el grupo exprimió cada segundo.

Tercera actuación que recordaba más al formato de los festivales que al que corresponde a los teloneros. Era el turno de Lamb of God, momento en el que la velaba adquiría un trance distinto. Muestra de este cambio es la enorme potencia con la que retumbaron los bombos de la batería de Art Cruz durante las últimas pruebas de sonido previas al show y a lo largo del mismo. Creo que no me equivoco al afirmar que jamás había escuchado una batería sonar con tanta fuerza -aunque minutos después Slayer pulverizase esta marca-. Los de Virginia ofrecieron un buen concierto en el que no faltaron clásicos de su autoría como "Walk with Me in Hell", "Now You've Got Something to Die for", "Laid to Rest" o "Redneck".

Lamb of God trajo consigo una puesta en escena más completa que la de las bandas que la precedían incluyendo unos escalones con espejos que se iluminaban- por los que sus miembros subían y bajaban mientras tocaban- y una plataforma central desde la que su frontman Randy Blythe no dejaba de saltar. Precisamente fue el vocalista -probablemente hablando más de lo que a algunos les pareciera correcto entre canción y canción- el que más arengó al público, animándose a chapurrear español (llegando a presentar al grupo como Cordero de Dios) y recurriendo en repetidas ocasiones a su vistoso headbanging gracias a las rastas que cubren su cabeza. En contraposición, el resto de los integrantes se mostraron quizás demasiado sobrios, a excepción de un Willie Adler que se lució de lo lindo demostrando una habilidad pasmosa para acribillar el mástil de su guitarra con la mano izquierda.

Con la marcha de Lamb of God llegaba el momento más esperado por la inmensa mayoría del público. Que el personal de seguridad se triplicara en el foso y que un telón negro cubriera el escenario mientras los operarios montaban lo que intuíamos que eran nuevas piezas sobre las tablas solo podía significar una cosa: Slayer se disponía a volarnos la cabeza.

Una vez más con una puntualidad que muchos otros eventos desearían cumplir, todas las luces de Vistalegre se apagaban para que instantes después comenzaran a sonar las primeras notas de "Delusions of Saviour" mientras se proyectaban sobre el telón cruces invirtiéndose y el símbolo de la banda. Por fin, el cuarteto de thrash aparecía al ritmo de "Repentless" dando el pistoletazo de salida para que decenas de fans volaran por encima de nuestras cabezas como si de una carrera se tratase. Un impresionante telón de fondo que mostraba la portada del último disco de la banda coloreada con pintura fluorescente logrando dar un impresionante tono más tétrico a la ya de por sí macabra ilustración de un Jesucristo ensangrentado con la corona de espinas fue la protagonista del atrezzo durante los primeros segundos.

Este momento de gloria debe su brevedad al fuego escupido por la pirotecnia instalada tanto detrás Tom Araya, Kerry King y Gary Holt como alrededor de la batería de Paul Bostaph. El canon seguido por la banda fue simple pero efectivo: tratar de tirar abajo el pabellón con una canción, cambiar de instrumentos o echar un trago en tan solo unos segundos y volver a poner a prueba los cimientos del recinto con un nuevo tema. La sensación de despedida se palpaba en el ambiente durante las contadas ocasiones en las que Tom Araya se dirigió a su séquito, creando un contraste entre la más absoluta furia y la profunda tristeza por despedirnos de Slayer en la que, presumiblemente, era su última actuación en Madrid. Miles de gargantas que no dejaban de corear el nombre de la banda hacían que Araya fuera apenas capaz de hablar, llegando incluso quienes estábamos en primera fila a verle compungido al final del concierto.

Pero por encima de la amarga despedida, la noche debía ser concluida como un absoluto homenaje al metal. El cuarteto no se reservó nada, y a medida que los distintos telones iban sucediéndose (entre los que vimos el que muestra el logo inspirado en determinada marca de cervezas, empleado en vida por Jeff Hanneman, como homenaje al guitarrista original de la banda fallecido en 2013), disfrutamos de temas que han trascendido en la historia del género como son "Black Magic", "Postmortem", "Season in The Abyss" o "Hell Awaits". En una muestra más de estilo propio y sin hacerse de rogar a través de bises, Tom y compañía encadenaron "South Of Heaven", "Raining Blood", "Chemical Warfare" y "Angel of Death" para reducir un poco más nuestra capacidad de percibir decibelios durante el resto de nuestras vidas y confirmar mis sospechas: si el infierno existe, debe de ser como un concierto de Slayer constante.

Aunque el éxtasis alcanzado en este tributo al metal será algo que todo el que tuviera la oportunidad de asistir tardará mucho en olvidar, es inevitable despertar al día siguiente con el amargo sabor de que estuvimos ante la despedida de una de las bandas más influyentes y de mayor importancia en el género. Con una trayectoria de en su haber de más de 35 años y el cariño de millones de fans alrededor del mundo, los californianos dijeron adiós ayer en la capital ante 15.000 fieles entregados al máximo. Gracias por todo, Slayer.

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Esta entrada fue escrita por Redacción

1 comentario

  • Juandie dice:

    Un placer haber leído esta extensa crónica por parte de estas 4 históricas bandas metaleras que a cada cual y a su manera y estilo dieron muy buenos recitales en el antiguo Vistalegre Madrileño. Una lástima que SLAYER tengan pensado dejarlo aunque cuando eso ocurra se habrá perdido a una de las bandas más metaleras y extremas de la historia.

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