Crónicas

Los Vinagres: Rock con sabrosura

«una de las mayores apologías de la alegría de vivir que ha pisado un escenario »

29 noviembre 2018

Sala El Sol, Madrid

Texto y fotos: Jason Cenador

En tiempos en los que la corrección política se impone a veces pareja a la manera de censurar de antaño aun cuando se argumentan fines loables para ello, la propuesta de estos canarios es todo un balón de oxígeno, desenfado y fiesta despreocupada. Una reivindicación de que la liberación nunca será completa si no va acompañada del lenguaje, de la plenitud. Y si algo salta a simple vista, es que este trío canario vive en plenitud y exprime como un limón los minutos que la naturaleza le ha concedido sobre la faz de la tierra.

Han dado un buen pelotazo estos simpáticos chavales de la paradisíaca isla de La Palma con su rock de inspiración latina, tan fronterizo a veces con otros géneros de bailoteo que podría producir urticaria a los más puristas, aunque seguro que hasta estos se resarcirían con las canciones más cercanas al rock sureño, que las tienen. También con sus piezas más garajeras, otro terreno en el que se mueven como pez en el agua Sus seguidores se multiplican como si las esporas de sus ritmos pegadizos, su singular frescura y su contagiosa alegría se distribuyesen sin control por todas partes. Lo de Los Vinagres ya es un fenómeno, y aviso: irá a más, a mucho más.

La Sala El Sol de Madrid lució un aspecto formidable, cercano al lleno, con un público heterogéneo pero con un denominador común: disfrutar del momento y formar parte de la fiesta que iba a ser el show. Tanto es así que los músicos arrojaron caramelos y dulces varios desde el escenario como si de la cabalgata se tratase, a espuertas. Nadie un poco espabilado se quedó sin su complemento alimenticio al buen rollo que discurría en escena.

‘Los volcanes’, su nuevo trabajo, protagonizó un largo repertorio en el que lució por méritos propios la adictiva “Chibichanga”, paradigma de la enorme peculiaridad que atesoran estos vividores adoradores del hedonismo, la fiesta y el carpe diem.  También hubo espacio para canciones anteriores como “Me enamoré de tu madre”, en la que contaron con Alex Kuz, vocalista de Kitai que en el mismo escenario batería junto a su banda el récord del concierto más largo de la historia, superando las 24 horas de duración. Tan pronto como puso un pie en el escenario, se contagió de la enorme energía latente y sus movimientos se tornaron eléctricos, incontrolables.   El rock sureño más aguerrido hizo acto de presencia después con el rotundo y efectivo riff de “Me duele el pecho”, también anterior al disco que los ha catapultado.

Los otros vocalistas invitados con los que contaron fueron Guillermo Sinnerman de Los Bengala y Gabriel Montes de Sexy Zebras, quién también se marcó un tema de cosecha propia y hasta se arrojó hacia al público con decisión, tanta que al respetable de la zona no le dio tiempo a reaccionar para sujetarlo como se esperaba. Pero se repuso y volvió al tablado, aquí ni siquiera un castañazo podía detener el movimiento.

El lugar fue un hervidero de principio a fin, pero fue subiendo la temperatura más y más conforme avanzaba el show al ritmo de temas como “Me estás avinagrando”, en la que el gentío respondió a las llamadas de la banda a dejarse la voz; la garajera “Alfa tango”, la más punk “Piñazo en la boca”,  la irresistible “Aunque llueva” o, cómo no, la desenfadada y coreadísima “La verbenita”, apología ilustrada de la golfería pero sin maldad. En un ambiente en el que el buen rollo era generalizado, todas y todos los presentes respondieron con la misma moneda a las simpáticas y carismáticas alocuciones de los protagonistas de la noche, que hasta convidaron a ron canario en varias ocasiones.

Con Alex Kuz (Kitai) sobre el escenario

Que Abel, Sergio y Rober, los tres integrantes del fenómeno, son unos verdaderos personajes está clínicamente probado, pero quedó de manifiesto cuando, ataviados con un discotequero y extravagante atuendo, salieron a bailar y cantar sobre la música disparada aquella de “Suavemente, bésame, que quiero sentir tus labios besándome otra vez”. Los más talibanes ya habrían salido disparados del lugar cual paracaidista que se eyecta desde el asiento, pero repito: Los Vinagres es una banda no apta para trues. Después de mezclarse entre el público con la surrealista performance, volvieron a batirse en retirada para después regresar y desatar el jolgorio total con la irresistible “Sácate los colmillos”, una de las más contagiosas de su catálogo, y “Los volcanes se duermen”, jovial y celebrada culminación en la que la agitación sobre y bajo el escenario fue total.

No nos llevemos a engaño, Los Vinagres conjugan como pocos hedonismo con entrega, se dejan la piel en cada tema en el escenario y dan espectáculo mucho más allá de la inevitable química que tienen con sus seguidores. Dicho lo cual, son una de las mayores apologías de la alegría de vivir que ha pisado un escenario y, estériles discusiones sobre el subgénero aparte – de hecho, han creado uno propio con un gancho digno de pleitesía –, es ya una de las bandas de rock de Canarias que más ha trascendido. Y eso cuando aún tienen todo un camino de éxito por recorrer. Es lo que tiene cuando das con la tecla.

Jason Cenador
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Esta entrada fue escrita por Jason Cenador

1 comentario

  • Juandie dice:

    A su manera dieron un buen recital en la mitica Sala El Sol estos canarios, a ver si tienen suerte y se hacen un hueco en el panorama rockero español.

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