Crónicas

Veranillo Festival: Al calor de la música y la luz de las sonrisas

«Cáceres se vistió de música, de pasión, de rock y de un ambiente inmejorable en un veranillo de San Miguel que hizo honor a su nombre por el clima veraniego que a las puertas de octubre aún seguía aposentado sobre la hermosa ciudad extremeña, cuyo casco histórico es Patrimonio de la Humanidad»

Recinto Hípico, Cáceres

Texto: Jason Cenador. Fotos (archivo): Alejandro García

Las primeras ediciones del Veranillo Festival y del Rockefort Festival volvieron a llevar al Recinto Hípico, mítico emplazamiento que ha albergado, entre otras citas, la gran mayoría de ediciones del desaparecido y añorado Extremúsika, el júbilo colectivo y veladas inolvidables sumergidas entre acordes de guitarra y regadas de sonrisas y feligresía hacia la cultura en vivo.


RosendoEl primer evento del fin de semana, el Veranillo Festival, se movía entre el mestizaje más desenfadado salpicado de rock y el rock urbano de pura cepa del maestro Rosendo Mercado, colorido y génesis que resultó en un cóctel de lo más agradable.

Quien suscribe estas líneas tuvo el honor ostentar el rol de maestro de ceremonias y DJ dicharachero ante un público agradecido y afable que disfrutó desde el primer momento con Astola & Ratón, acompañados de La Banda del Rockallano. Pese a que el primero procede de Fondo Flamenco y el segundo de los siempre divertidos Los Delinqüentes, el combo destilaba rock por los cuatro costados, intercalándolo, cómo no, entre un sinfín de alusiones a un flamenco fresco, moderno y bien ejecutado. Los músicos del grupo, particularmente el teclista con un sonido hammond que derretía de emoción a los amantes de los sonidos más añejos del rock clásico, reivindicaron su enorme bagaje, mientras que tanto Astola como Ratón sacaban su genuina personalidad sobre las tablas.

También fue interesante, aunque menos sorprendente, el show de Diván Du Don, la banda resultante de la escisión de El Diván del Duende tras la que su vocalista tomó otros derroteros. Empeñados en arrancar la entrega del respetable, no solamente ejecutaron temas de su pasado y presente musical, sino que se atrevieron con “La primavera trompetera” de Los Delinqüentes, en el ámbito más garrapatero, y con un “So Payaso” de Extremoduro un tanto descafeinado. En cualquier caso, lograron su cometido de divertir a un público que se iba incrementando a cuentagotas y que agradeció su énfasis con una sonora ovación.

El tercero en liza era una institución en el rock de autor en nuestras latitudes, particularmente en las meridionales. Capitán Cobarde, antes conocido como Albertucho, volvió a pisar un escenario muy especial para él por cuanto actuó ahí en los albores de su carrera, cuando presentó en sociedad su inolvidable primer álbum, ‘Que se callen los profetas’, en uno de aquellos recordados festivales Extremúsika. Mucho ha llovido desde entonces y él sigue ahí, sacando partido con astucia a un talento innato que le encumbra como un magnífico hacedor de canciones, ahora más escorado que nunca hacia sus influencias del folk rock americano, tanto de la vieja escuela como de la nueva hornada. Eso sí, no pierde de vista jamás su identidad andaluza, ni en la música, ni en la vida.

Capitan-Cobarde1

Con su último disco ‘Carretera vieja’ bajo el brazo, Capitán Cobarde descargó, rodeado de una banda espectacular y ante un público a veces más contemplativo y otras más volcado, en función del tema, canciones como la pegadiza “Hay un sitio”, una de las más coreadas. El show arrancó, no obstante, con “Marinero”, tras la que recordó aquel primer Extremúsica en el que participó, con Fito o Marea en el cartel, e hizo alusión a los villanos antes de “El buen villano”. “Los de Extremadura y Andalucía tenemos algo en común: que tenemos dos primavera antes y después del pesado verano”, comentó antes de “La primavera”, sucedida por temas como la clásica “El pisito”, adaptada a su nueva sonoridad con un violín y un hammond estupendos; “Aire”, “Para mí eres tú”, que cantada en inglés podría habérsele adjudicado a algún autor de Kentucky; la sentida “Descuida”, de las más cantadas aunque muchos hubieran preferido una interpretación más fiel a su versión original; o “Palabras del Capitán Cobarde”. Aunque se calificó como uno de los “enanos mentales” que estaban ahí antes de “Enano de ojos tristes”, lo cierto es que este Capitán de notas musicales y de poesías urbanas con acento andaluz tiene una mente privilegiada para hacer canciones y transmitir con su música y su carisma. Siempre la ha tenido.

Los artistas pudieron explayarse a gusto en el escenario desarrollando sus repertorios completos, algo que hizo posible la caída del cartel de Estricnina. Aun así, por diferentes circunstancias Rosendo acabó apareciendo en el escenario con retraso, pasadas las dos de la madrugada, lo cual no fue óbice para que descargase uno de los shows más emocionantes de los muchos que un servidor ha podido disfrutar esta temporada. En una soberbia demostración de dignidad y amor al arte, uno de los padres del rock urbano, el más reconocido de todos, bordó un repertorio completo con entrega y dedicación, sin desprenderse, eso sí, de la sobriedad que lo caracteriza.

La juventud de espíritu es eterna para el de Carabanchel, que cierra los ojos cuando canta tal vez excavando en sus entrañas para buscar – y hallar – esa intensidad que no se desprende de su poco dinamismo en escena, sino de su garbo vocal y de su inseparable y expresiva guitarra. Su repertorio fue muy similar al de galas inmediatamente anteriores, con hueco para temas de su más reciente ‘De escalde y trinchera’, tales como “Soy”,  “Cúrame de espantos” o “Que si vengo, que si voy”, los cuales coexistieron con otros como “Aguanta el tipo”, “Cuando”, “Mala tiña”, “Muela la muela”, “No dudaría” (Antonio Flores),  “Cosita” o “Vergüenza torera”. Para la traca final dejó las piezas más clásicas y veneradas como “Qué desilusión”, original de Leño;  “Amaina tempestad”, “Flojos de Pantalón”, “Masculino singular”, “Pan de higo”, “Navegando a muerte”,   ”Agradecido” y, faltaría más, la eterna “Maneras de vivir”, buque insignia de la mencionada banda que lo catapultó al estrellato. De ahí no se bajará en siglos, pero mejor todavía es contemplar de primera mano que todo apunta a que faltan muchos años para que se baje de los escenarios. Siempre bien flanqueado por el bajista Rafa J. Villegas y el batería Mariano Montero.

Tocaba irse a descansar – o no –, puesto que el día siguiente habría una nueva y generosa ración de música de la mano del Rockefort Festival, con el metal estatal como protagonista.

Texto: Jason Cenador
Fotos (archivo): Alejandro García

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