CRÓNICA DEL FESTIVAL CHARCO DE CULTURA INQUIETA
28 julio, 2015 11:13 am 1 ComentarioPlaza de Toros de Getafe, Madrid.
Sabemos que entre Latinoamérica y España existe un nexo. Una especie de lazo invisible que, aunque muchas veces no podamos verlo, se deja notar en actitudes, estilos de vida y, al fin y al cabo, raíces. Tenemos una historia compartida, cultura y rasgos, pero no tenemos ni idea de lo que se cuece cruzando el charco. Un sinfín de experimentación, influencias, atrevimientos y descaros que marcan la diferencia de todos y cada uno de los grupos que desplegaron su buen hacer a lo largo de la jornada estival. Atención, porque en esta cita se diluyen las definiciones del rock para dar lugar a un cóctel explosivo en el que se alternan la pasión de unos artistas, la calma de otros y, por qué no decirlo, la cumbia. Bendita bizarrada la que se han marcado Charco junto a Cultura Inquieta para traernos a lo mejor de Argentina, Chile, México y, por supuesto, España.
Llegamos en torno a las 19:00 con cambios de horarios de última hora (para adecuar el set de Joe Crepúsculo a la Madrugada) perdiéndonos a los buenos de Pedrina y Río. No obstante, llegamos a tiempo para disfrutar de Camila Moreno, solista que en mis escuchas previas me había recordado en su delicadeza a una Antony Hegarty con acento latino y unas melodías sostenidas por los elementos folk propios de su tierra. Sin embargo, el formato eléctrico reinaba en la presentación, con Camila acompañada de unos notables músicos que fueron presentando parte de su nueva referencia ‘Mala Madre’. Si bien por su estatismo podía causar rechazo en el público menos amigo de la música alternativa, su voz era otra cosa: era un lamento, un grito al cielo. La actitud residía en ella. La única nota de color en su imagen era el tenue maquillaje de su cara, pero Janis Joplin asomaba entre gritos y efectos de sonido. Cerró con el “Yo enterré mis muertos en tierra”, un canción con el objetivo, en sus propias palabras, de que “se levante la gente que se tiene que levantar y se caiga la gente que tiene que caer”. Todo un grito furioso que acabo en un estallido de efectos de guitarra y percusión. Bravo.
Inmediatamente después, vestidos totalmente de blanco (a lo Faith No More en la última gira, pero sin plantas) salieron los mexicanos Little Jesus para desplegar los primeros guitarrazos agresivos de la noche. A medio camino entre el sonido de grupos como Two Doors Cinema Club, los punteos de Foals y el sonido latinoamericano que no reniega de su procedencia en la parte rítmica, fueron los primeros en eliminar los prejuicios del respetable, que rompió a bailar mientras el sol azotaba en la pista de la plaza. Con el grito por parte de Santiago Casillas de que llegaba "el momento del rock", empezó la verdadera traca con temazos como “Berlín” o “Azul”. Mención especial al teclista que creaba una sonora cama a todos las cortes de la banda, con pequeños homenajes en forma de sonido “Heart of Glass” de Blondie.
Saltamos el Atlántico acercándonos a tierras asturianas para escuchar el recital agridulce de Nacho Vegas. Acompañado de una ecléctica banda de cinco miembros, los banjos, guitarras, teclados y acordeones fueron perfectos para hacer nublar por un instante el cielo de Getafe para recordarnos a su Gijón natal. Un Nacho sonriente nos daba la bienvenida diciendo que era la primera vez que tocaba en una “plaza de la muerte”, pero se mostró esperanzado para que, en futuras ocasiones, esa sea el único uso de estos recintos. “Gang-Bang”, “Ciudad Vampira” o “Adolfo Suicide” se fueron sucediendo con una banda que sonó impecable en todos los arreglos que hacen al compositor elevarse a un nivel musical superior al resto de la escena de cantautores nacionales. “Morir o matar” de ‘El Manifesto Desastre’ empezó a generar el delirio en la plaza que coreaba y sonreía con lo dramático. “Dry Martini S.A.”, el nuevo himno “Actores poco memorables”, la dramática “La vida manca” y el canto bañado en alcohol y humo de “Perdimos el control” nos llevaron a la coda final del concierto, con “Como hacer Crac” y “La gran broma final”. El señor Vegas tiene en su manual la clave para hacer experiencias colectivas de las más oscuras y puntiagudas historias personales, como todo gran cantautor que se precie. De diez.
Cambio de escenario para dar paso al himno nacional de Gepe, músico chileno que hace un magnífico ejercicio de música pop sobre las tablas, mezclados con ritmos de, por qué no decirlo, reggaetón. Atentos: este no es un festival para los amantes de un género de música, sino para los amantes de este arte en general. Y si disfrutamos con los vientos de “4,3,2,1 En la naturaleza”, pues se dice. O si nos quedamos absortos con las dos bailarinas caracterizadas de motivos tribales, también. Por la parte del propio Gepe, todo entrega y actitud. Agradecido y comunicativo podía demostrar su pericia a la guitarra, bailar haciendo movimientos al interpretar "Hambre" que no veíamos en España desde Chayanne, o subirse a su batería y hacer todo un ejercicio de dominio del instrumento, cantando y manteniendo el ritmo sin perder el juego un solo segundo. Perfecto para la puesta del sol.
La esquizofrenia de la noche seguía, y pasando del pop con sintetizadores y discotequero de Gepe, pasamos al show de El mató a un policía motorizado, banda que lleva repartiendo caña desde 2006 en Argentina con un rock seco que se ha ido transformando en sus últimas referencias hasta juguetear con la superficie del indie de nuestras fronteras con su última referencia ‘La Dinastia Escorpio’. Habituales de festivales en nuestro país, su actitud y líder fue todo lo contrario que Gepe. Santiago Motorizado apareció sobrio sobre el escenario, sin intervenir con el público y tan solo diciendo “Es una noche muy hermosa”. Pero eso no es lo importante: el protagonista absoluto fue la música, sorprendiendo a todos con un formidable wall of sound a las primeras de cambio. La banda, con la voz de Santi tapada por la distorsión atronadora, fue el ejemplo perfecto de cómo adaptar el shoegaze al directo sin reducir la esencia de una banda. En “Mujeres bellas y fuertes” se derribaron los muros para dar lugar a una melodía limítrofe con el pop pero coreada ampliamente por todo el respetable. Las guitarras se mostraron con maestría y con una contención inaudita. La Jenny de “La chica de oro” nos recibió con todo el público venido arriba, con una entrada que ya empezaba a rozar los tres cuartos de la pista. Siguiendo con el respaso de su última referencia llegó la primera sorpresa de la noche, con Jota de Los Planetas subiéndose a las tablas para interpretar “Yoni B”. Como imaginaréis, el delirio fue mayúsculo. Cerca del final se hizo presente la rabia con la que se desplegó “Mi próximo movimiento” de un ‘El día de los muertos’ que no rozó la consistencia de otras ejecuciones. ¿Faltó actitud? ¿Se puede hacer rock sin moverse sobre el escenario?
Todavía quedaba la última actuación de la noche con el nombre sorpresa anunciado por todo lo grande: Los Planetas de Granada, como anunció Jota, toda una leyenda. Todavía no sabemos cuáles son sus técnicas para ocultar su acentazo y seguir conectando con todos nosotros, pero tiene su mérito. ¿Y cómo fue la actuación? Tuvimos un conciertazo por todo lo alto, con un comienzo dedicado a su última etapa flamenca para pasar luego a hits generacionales, con todos los mensajes agresivos y cortantes que nos tienen acostumbrados. Muchas veces hablamos de grandes grupos oscuros que con la ferocidad de sus riffs desvelan contundencia al oyente. Sin embargo, entre riffs de guitarra, la furiosa batería de Eric, y la maestría instrumental del resto de la banda, se cuelan puñaladas que te llegan hasta el fondo para desangrarte, si cabe, un poco más. “Ya no me asomo a la reja”, “Señora de las alturas” y “No sé como te atreves”, con la colaboración de Camila Moreno, empezaron a crear ambiente en la pista al ser los temas limítrofes de su etapa flamenca, con el público encendiéndose poco a poco. Tras las quejas del sonido de su voz por parte de Jota, con un epíteto dedicado a medios-agudos-bajos-agudos ininteligible para el oyente medio, el bolo siguió con grandes temas como “Nunca me entero de nada”, “Corrientes circulares en el tiempo” y un “Santos que yo te pinté” con un final apoteósico y sentido.
Un recital hasta ahora redondo pero que pedía la guinda de sus temas más clásicos. Pero antes, su último sencillo: la bilis escupida de “El duendecillo verde” de su último EP ‘Dobles Fatigas’. Una canción que puede ser, posiblemente, tu nueva tema favorito para dedicar a quien más odias. Todos nos quedamos muy a gusto al gritar ese “a mi no me amenaza nadie, me cago en tu puta madre”. Con el estruendo de las baquetas comentó un “Segundo premio” magnífico para continuar con el segundo invitado del día, un desganado Santiago Motorizado que interpretó “Un buen día”. Los tiempos se los inventaba y la letra la leía del suelo. Puede ser buena la intención, pero sin pasión, todo esto si pierde.
En plena madrugada todavía quedaban cuatro temas apabullantes. Las “Alegrías del Incendio”, con todo el respetable saltando, fue magnífica (incluso unos pocos hicieron un amago de pogo en el centro del foso), para continuar con el adiós invitándonos a viajar a las galaxias con “De viaje”. Este parecía ser el final definitivo, con la música de los Djs sonando de nuevo. Fue entonces cuando llegó, por fin, el momento ese que nadie se espera. Ese animal mitológico que cada vez es más difícil ver por los lares del rock: el bis verdadero. Ese que la banda no tiene preparado sino que es espontáneo, rendiendo pleitesía a las cientos de almas que ha disfrutado de un verdadero espectáculo y tienen ansias de más. Tras unos 2 minutos, Los Planetas volvieron a bajar a la tierra para regalarnos una una versión ultrarápida de “Reunión en la Cumbre” seguida de la, posiblemente, canción más importante de odio infinito a una persona de la historia del rock de los últimos 25 años: “Pesadilla en el parque de atracciones”. Impecable actuación de los granadinos antes de embarcarse a su gira latinoamericana.
El cansancio nos pudo y tuvimos que prescindir de la sesión de Joe Crepúsculo junto a su Alacrán (el director de cine Nacho Vigalondo) haciendo los coros, pero si rozaba el nivel de otras presentaciones del barcelonés, tuvo que ser una fiesta por todo lo alto.
Y hasta aquí el Festival Charco de Cultura Inquieta 2015, todo un ejemplo de comodidad y de infraestructuras para todo el mundo, incluyendo sillones, barras accesibles e, incluso, un futbolín gratuito. Volveremos el año que viene, sin duda. Todavía queda mucho por descubrir al otro lado del charco.
Texto y fotos: Sergio Julián Gómez (@sergio42)
1 comentario
Muy buena crónica de la que he disfrutao leyéndola aunque lo que realmente primaba esa noche era el "pop" que el rock de bandas de latinoamerica que a su manera dejaron un buen sabor de boca en Getafe.Aunque sin duda los grandes triunfadores de aquella noche fueron los andaluces de LOS PLANETAS que con su pop/rock volvieron a jugársela y salieron justos triunfadores.Eso es lo que tienen que hacer en las plazas de toros mas conciertos y menos torturas!!!