Crónicas
Tsunami Xixón Festival con Scorpions, Bad Religion, Yungblud o Arde Bogotá: Un altavoz para el mundo
«Una cita que se ha transformado en un altavoz para el mundo para denunciar injusticias, sean estas las que sean, lo cual siempre será mejor que esos centros comerciales camuflados donde te intentan colar otros productos con la excusa de la música.»
Del 19 al 21 de julio
Parque Hermanos Castro, Gijón
Texto: Alfredo Villaescusa. Fotos: Hughes Vanhoucke.
Todos los eventos poseen una personalidad particular, con ciertos rasgos que podrán ser positivos o negativos dependiendo del punto de vista de cada cual. Frente a las aglomeraciones desproporcionadas y los parques de atracciones encubiertos, las citas más reducidas en las que prima el aspecto musical sobre lo demás y donde es posible incluso que hasta te feliciten o te den abrazos por llevar una camiseta de un grupo determinado, algo por completo utópico en aquellos lugares a los que se va con idéntico borreguismo que a ciertas fiestas populares.
Si el año pasado la censura o la oficialidad del asturiano centraron las reivindicaciones del Tsunami Xixón, en esta ocasión la primera jornada estuvo dominada por el recuerdo a la injusta situación de las llamadas “Las 6 de La Suiza”, seis sindicalistas condenadas a tres años de cárcel por ayudar a una trabajadora que sufría acoso sexual, entre otras conductas degradantes. Un peligroso precedente que criminaliza la protesta ciudadana y que ha provocado la unión del mundo sindical de cara a la ratificación del Tribunal Supremo de la sentencia. Para esas activistas no existe indulto gubernamental que valga.
Que en este aspecto y en otros muchos se cuente con una voz propia es muy loable, pero también supone una contradicción que por otra parte se criminalice el uso de dinero efectivo dentro del recinto, con escasos espacios en la barra y ninguna alternativa gastronómica a esta forma de pago todavía legal. Puedo entender la comodidad de tirar de tarjeta, aunque no hacer la vida imposible a los que se niegan a plegarse a esta herramienta de control social donde quedan reflejados los gastos de cada cual.
Punks urbanas
El caos informático vivido el pasado viernes que afectó a aeropuertos y empresas provocó que Bad Nerves tuvieran que cancelar su actuación, un duro golpe engrandecido además por las palabras de Milky, batería de Biznaga, que aseguró que eran “el mejor grupo en directo”. Urgh. Aparte de eso, hubo la consabida modificación de horarios y hasta que no se inició la cosa con los catalanes Blowfuse no estaba del todo claro quién se subiría al escenario en primer lugar.
Los de Barcelona no defraudaron en absoluto a la hora de calentar el ambiente, que por la solana que pegaba en ese momento andaba bien caldeado, eso sí. Repasaron su último álbum ‘The 4th Wall’ con temas que entraban de lujo como “I Give You My Word” o “Cold Steel”, que combinaban el rock alternativo con el hardcore punk y el punk rock norteamericano en la onda Sum 41. Montaron el primer circle pit de la jornada y demostraron que la década que llevan ya sobre las tablas otorga ciertos galones.
Los asturianos Rojo 2 se suponía que tocarían los primeros, pero por la reestructuración que comentábamos anteriormente oficiaron en primer lugar y tampoco nos dijo demasiado su rollo industrialoide con máscaras a lo Slipknot, pese a que piezas como “Aracnofobia” quizás tuvieran un pase en pistas de baile oscuras.
Las londinenses Nova Twins se han autodenominado “punks urbanas” y lo cierto es que su facilidad para mezclar géneros a priori antagónicos sin ningún tipo de pudor sí que entronca con el espíritu original de 1977. Otra cosa es que el brebaje de diversos matices que ofrecen en directo pueda satisfacer a determinados paladares. En nuestro caso, admitimos el valor de cortes tan descarados como “Cleopatra” o “Choose Your Fighter”, que además contó con proyecciones que evocaban videojuegos, aparte de su impactante puesta en escena, pero el rollo urbano nunca nos terminó de satisfacer por completo. Igual es que soy un antiguo, como decía el cantautor Javi Fermín. Y a mucha honra.
Desde que descubrimos en el pasado Azkena a las chicas de Tiburona nos hicimos requetefan por sus enormes melodías vocales, el toque ye ye que poseen a Los Fresones Rebeldes y por esa incisiva faceta punk y siniestra que recuerda a sus paisanos Biznaga (pudimos ver incluso a la batería Supercarmen en primera fila durante la actuación de los madrileños).
Con su uniforme característico de vestido de gala y zapatitos, volvieron a bordar otro bolo frenético en el que hubo hueco para denunciar la injusticia cometida contra “Las 6 de La Suiza” al grito de “Hacer sindicalismo no es delito” antes de la incisiva “Gobierno cero”. Evocaron el garaje pretérito en “Relación abierta”, la psicodelia hippie en “Errante”, y en “Brebaje del amor”, su soberbia revisión del mítico “Love Potion Nº 9”, certificaron que hablar en su caso de cuotas es ofenderlas por sus tremendas capacidades instrumentales. Son muy buenas. No hace falta que nadie les ceda el paso, ya se abren camino ellas.
Diría que los británicos Enter Shikari seguramente sean de lo mejorcito de esa maraña metalcore o post hardcore que ha proliferado hasta debajo de las piedras de unos años a esta parte. ¿Motivo? Pues su falta de complejos para mezclar pop y electrónica con rock o metal en una armonía que quizás no se lograba desde los tiempos de New Order. Ya les había catado anteriormente en festivales y nunca me habían defraudado, por lo que intuía que iba a convertirse aquello en todo un bolazo.
El épico inicio con “…System” y los ritmos dubstep de “…Meltdown” prendieron la mecha antes de otra coctelera sónica del calibre de “Sssnakepit” o del subidón inherente a “Giant Pacific Octopus (i don’t know you anymore)”, nacida para entonarse a pulmón en los conciertos. Y lanzaron un beso para el mundo en “A Kiss For The Whole World” demostrando que el mestizaje sin límites no implica renunciar a ofrecer un show tan contundente como aperturista.
Una banda independiente
Con The Last Internationale tampoco me equivoque en los augurios, hasta el punto de que se convirtió en uno de los shows más destacados de las tres jornadas por una comunión total con el público que llevó a la activista frontwoman Delila Paz a afirmar que no necesitaba seguridad cuando los fieles le hicieron un círculo y luego se la terminaron llevando en volandas como a una auténtica sacerdotisa del rock.
El incendiario comienzo con “Kick Out The Jams” de MC5 fue para agarrarse los machos y no tardó en subir la temperatura escénica con “Life, Liberty and the Pursuit of Indian Blood”. Se definieron como “una banda independiente, sin discográfica ni mánager” y se lo curraron tanto que hasta se podía perdonar el error geográfico de la cantante al afirmar que Gijón era “el País Vasco”. Bueno, Castro Urdiales y Laredo ya casi están conquistados, veremos lo que pasa en el futuro.
Al margen de coñas, favoreció además el sonido nítido y potente del que se disfrutaba en el escenario secundario (por tamaño), algo que en el principal no terminaban de pillar el punto adecuado. Delila sigue siendo una vocalista deslumbrante a la altura de Patti Smith, Grace Slick, Ann Wilson y otras grandes divas de los sesenta y setenta. Y encima poniendo la nota reivindicativa con la bandera palestina colocada al fondo del escenario. No extraña que hasta Tom Morello adore a estos rockeros indómitos socialmente comprometidos.
El año pasado un ataque al corazón del vocalista Milo Aukerman nos privó de la actuación de los míticos Descendents, banda fundamental en el desarrollo del punk rock americano. Nos quitamos la espinita de sobra con un recital trepidante en el que cayeron himnos del calibre de “Hope”, “Suburban Home”, “Everything Sux”, “I’m The One” o “‘Merican”, entre otros. El frontman desde luego se ha recuperado por completo, pues se cascaron cerca de una hora de tralla a machamartillo sin nada que se pareciera a un descanso. Por desgracia, la falta de vatios del escenario principal restó impacto a un bolo que con un mayor volumen habría sido memorable. Valió para desentumecer huesos, articulaciones y espíritu.
Por el contrario, los madrileños Biznaga se vieron favorecidos por un sonido apabullante de esos que hasta despeinaba. Mira que les he visto en infinidad de ocasiones y lugares, pero sin duda aquella iba de cabeza a engrosar el listado de las mejores. Con un cartel de fondo y camisetas que exigían la libertad para “Las 6 de La Suiza”, tuvieron un arranque espectacular con la siempre infalible “Mediocridad y confort”, la bilis nostálgica de “Contra mi generación” y el cuestionamiento tecnológico de “2K20”.
Siguieron mirando hacia atrás con rabia en “Espíritu del 92” y antes de “Divino fracaso” anunciaron una reedición del debut ‘Centro Dramático Nacional’, que ojalá propicie que recuperen también en directo joyas como “Cul de Sac” o “Las brigadas enfadadas”. De momento, nos conformamos con la incendiaria “Máquinas blandas”, que todavía pone la piel de gallina entre los fieles y provoca que se entone a pulmón lo de “Como dice la canción: Todos somos putas”.
Apelaron a la acción directa en “El entusiasmo”, no sin que el bajista alertara del peligroso precedente que creaba la sentencia contra “Las 6 de La Suiza” respecto a la lucha sindical. Y se despidieron con esa suerte de sentimentalismo combativo que destilan en piezas como “Madrid nos pertenece” o “Líneas de sombra”. Sin mácula.
Es una pena que los británicos Royal Blood ya no utilicen a modo de intro el grandioso “Down in Mexico” de The Coasters, pero no han perdido ni un ápice de su soberbia competencia en directo, llenando por completo el escenario con temazos de la envergadura de “Lights Out”, “Trouble’s Coming” o “Typhoons”. Parece mentira que siendo solo dos puedan transmitir mucho más que otras bandas que son ciento y la madre sobre las tablas.
Ni siquiera un solo de batería tras “Little Monster” pudo restar dinamismo a un show, en el pleno sentido de la palabra, con una cuidada puesta en escena y la solidez que aportan de por sí “How Did We Get So Dark?” o ese ya clásico del rock contemporáneo llamado “Figure It Out”. No suelen defraudar en las distancias cortas.
Y sin demasiadas sorpresas oficiaron a eso de las dos de la madrugada los leoneses irreverentes de Catalina Grande Piñón Pequeño, con todos esos trucos que van camino de convertirles en leyenda en el panorama patrio, como ese inolvidable traje de luces del cantante o las graciosas anécdotas que se van a intercalando a una velocidad tan supersónica como las canciones. A nosotros nos pillaron ya reventados tras una intensa jornada, pero la proliferación de camisetas con la leyenda “Lo mejor de Madrid es cuando vuelvo pa’ León” anticipaban otro show histórico en su currículum.
Gijón, la octava provincia vasca
El tiempo desapacible de la segunda jornada con viento y lluvia provocó un bajón considerable, pero es lo que tiene celebrar un festival en el norte. A pesar de todo lo que prometían los madrileños NitroPollo al mediodía en el Skatepark, con “canciones una tras otra, pegadas, intensas”, comenzamos por la tarde catando a los chalados Ukelele Joe y sus Hula Shakers, que venían ataviados con máscaras de lucha libre mexicana y confesaron su oscuro deseo de ser “la banda de acompañamiento de Bertín Osborne”, para lo que se arrancaron con la ranchera garajera “Ay Ay Ay (El santo contra el afilador)”. Lo cierto es que nos entretuvieron bastante con la irreverente “Pánico en el Glory Hole”, la versión de los siempre reivindicables Siniestro Total “Ayatollah!” o “el momento Juan Luis Guerra del festival” en el que montaron una conga. Como The Sonics o Los Saicos puestos de tripi.
Los hardcoretas melódicos de A Wilhelm Scream reincidieron en ese error geográfico que sufrieron The Last Internationale y que llevaba a considerar a Gijón como la octava provincia vasca. Las caras eran más bien de póker cuando el vocalista repetía “Eskerrik Asko”, uno pensaba en ese capítulo de Los Simpson cuando Aerosmith actúa en el bar de Moe, el vocalista Steven Tyler grita emocionado “¡Hola, San Luis!” y le dicen: “Oye, que estamos en Springfield, tío”.
Al margen del garrafal fallo de ubicación, los de Massachusetts aprovecharon con fundamento su tiempo en escena y nos entretuvieron con piezas con garra como “Be One To No One”, “The Last Laugh” o “The Horse”. Alucinaron con los parajes del recinto tanto que el vocalista afirmó que le gustaría subir a todo el mundo al escenario para que los pudieran contemplar de igual manera. Decentes.
La propuesta arriesgada de Antifan, que combinaba el post punk con los sonidos urbanos tan en boga, no fue comprendida por muchos, que aprovecharon el rato para cenar o descansar bajo los árboles. No nos cambiaron la vida, aunque de vez en cuando se acercaban al macarreo de La Élite, por lo que diría que nos hemos topado con otras cosas infinitamente peores.
El plato fuerte de Arde Bogotá ya lo habíamos degustado hace escasas semanas en el festival Azkena, por lo que barruntábamos pocas diferencias al respecto. Y así fue, salvo tal vez por un peor sonido, pues al escenario principal le seguían faltando vatios, y un repertorio más corto. Con toda la humildad del mundo, pidieron perdón por salir tarde, ya que “los chavalitos de Cartagena no están acostumbrados al viento y a la lluvia”.
El vocalista Antonio comandó a la nave a puerto resguardado con brillantes paradas en “Clávame tus palabras”, “Cariño” o “Veneno”, sin olvidarse de etapas previas en su trayectoria como “Antiaéreo” o ese “Abajo” al que enlazaron por sorpresa un fragmento del “Rock and Roll” de Led Zeppelin. Bravo por su difusión de la cultura rockera, pues la mayoría de los espectadores que estaban en ese momento ni la reconoció. Cada vez falta menos para que les reciba Felipe VI como a Héroes del Silencio.
Que vivan los raros
El rock alternativo meloso de Miniño también fue aprovechado por la mayoría para repostar o dosificar fuerzas, aunque como alternativa para pasar el tiempo no estaba mal. Toda una considerable afluencia de personal congregaría el transgresor ídolo juvenil Yungblud, que podría ser algo así como un Ville Valo del 2024, hecho suficiente para que los descerebrados le critiquen sin razón de ser. En esta escena ya se sabe que si te vienen a ver chavales en tromba es que algo debes estar haciendo mal en cuestión de autenticidad.
Pues el espectáculo que ofreció fue mucho más rock que otras cosas que nos venden en ese género, lo certificaba el rollo a lo Billy Idol de “The Funeral” o el espectacular empuje que poseen en las distancias cortas “Strawberry Lipstick” o “I Love You, Will You Marry Me”. Cierto es que pudo haber elegido temas más aguerridos en su repertorio, que los tenía, pero nos quedó claro que este tipo sabe animar a las masas y no canta nada mal en directo, aparte de una impactante puesta en escena con contenedores ardiendo, que no desentonaban demasiado con su pieza “Anarchist”.
Eso sí, mencionar que lo de llevar falda ya lo hacía Jonathan Davis de Korn hace un par de décadas por lo menos, para indignación de los más cerriles, y eso de soltar “motherfuckers” casi cada dos palabras a veces resulta un tanto impostado. Se metió al personal en el bolsillo cuando sacó de entre el público a un tal Izan a tocar la guitarra y lo hizo tan bien que al final le echó agua por encima y le dijo: “Eres el puto rey”. Por mí, que le vuelvan a traer el próximo año. O a Machine Gun Kelly, que tira más hacia el punk. Que vivan los raros.
Los esperados Alkaline Trio tenían previsto en un principio tocar antes, pero por motivos que desconocemos les cambiaron a una franja más acorde a su categoría dentro del pop punk. Por algo llevan en el panorama desde mediados de los noventa, con un único paréntesis cuando su líder Matt Skiba se unió a Blink-182 en 2015 y ahí se tiró hasta 2022.
El sonido resultó muy pobre en un inicio, pues no se escuchaba la guitarra, pero la cosa mejoró posteriormente hasta un nivel aceptable mientras caían temazos del calibre de “We’ve Had Enough”, “Mercy Me” o “Warbrain”. El tándem vocal entre Skiba y el bajista Dan Andriano funcionó a la perfección y eso se notó en el entusiasmo de la concurrencia, que no pudo evitar contagiarse de cierta emoción en “Private Eye”. Es un grupo complicado de ver por nuestro país, así que ojalá vuelvan.
Dioses en su género
Quién me iba a decir que me la iba a gozar tanto en un bolo de Bad Religion, un grupo al que realmente nunca le pillamos el punto hasta hace unos meses, con esa apabullante gira peninsular junto a Suicidal Tendencies, Millencolin y Blowfuse. Precisamente, esa falta de variedad que les achacábamos en el pasado nos pareció hoy en día uno de sus grandes atractivos. Ahí se sabía de sobra lo que habría. Lentejas, lo tomas o lo dejas.
Pegaron el pistoletazo de salida con “Recipe for Hate” y no pararon ni para respirar, que se dice pronto para unos señores que ya tienen cierta edad. El vocalista y punk ilustrado Greg Graffin era un ser tan sobrenatural que apenas bebía agua, o por lo menos nosotros no le vimos.
Con un repertorio cargado de himnos que no necesitaban presentación, caso de “Anesthesia”, “No Control” o “Fuck You”, imprimieron un ritmo trepidante que obligaba a afinar los sentidos para no perderse ni un detalle. Eso era una opción, otra era dejarse llevar y sumergirse en uno de los incesantes pogos que se montaron con verdadera pasión. Alguno se vino tan arriba que hasta invadió el escenario, pero lo sacaron casi ipso facto.
Evocaron su primer disco con incluso tres piezas como “Damned to Be Free”, “Fuck Armaggedon… This Is Hell” o “We’re Only Gonna Die”, aunque no desdeñaron clásicos que debían sonar sí o sí como “I Want to Conquer The World”, “Sanity”, “Do What You Want”, la maravillosa “Generator” o el canto contra analfabetos funcionales de “21st Century (Digital Boy)”. Un festín para aficionados efectuado por una banda en estado de gracia que clavaba cada nota y que sin dudarlo dejaba el pabellón muy alto, constatando que el punk bien interpretado no es tan sencillo de reproducir como se supone.
Los redobles de batería y los punteos en el lugar adecuado, sin la menor tentación onanista, elevaron y se impusieron a la impresión recurrente en el escenario principal de que faltaba volumen. Lo vivimos desde las primeras filas y no nos molestó, o no apercibimos, tanto este detalle como en otros bolos.
Pusieron el broche con dos bises tan inapelables como “Punk Rock Song” y un “American Jesus” al que insertaron al final un fragmento del mítico “The Boys Are Back In Town” de Thin Lizzy, lo que añadió más épica al asunto. Dioses en su género.
Los suecos Misconduct sonaron muy convincentes desde las primeras notas y daban ganas de quedarse, pero el aguante de este redactor no era ilimitado, por lo que emprendimos la retirada convencido de que los que optaron por permanecer allí se pegarían una liada buena.
Todavía corriendo salvaje
La verdad es que el concierto de Scorpions del domingo en el mismo recinto pareció más bien algo adosado al festival por cuestiones de logística o agenda. De esa manera apuesto que se lo tomó la mayoría de los asistentes de las dos jornadas previas, pues el respetable era muchísimo más transversal y envejecido (había incluso peñas con camisetas serigrafiadas para la ocasión) que el habitual del punk, hardcore y derivados.
No sospechábamos ni por asomo que nos toparíamos para calentar el ambiente con un músico tan competente como Rafa Kas, que participó en el álbum ‘Deltoya’ de Extremoduro, por cierto, entre otros reseñables logros. Lo que ofreció entonces fueron clásicos que debería conocer toda persona decente, caso del “Black Dog” de Led Zeppelin o un “Highway Star” de Deep Purple que cantó mejor que Ian Gillan en la actualidad.
Rompió una cuerda en “Immigrant Song” de Zeppelin y para amenizar la espera tuvimos un solo de batería espectacular que fue aplaudido tan a rabiar que el líder dijo: “Yo creo que voy a romper otra cuerda”. Quizás alguna versión estuviera muy trillada, como “Whiskey In The Jar” de Thin Lizzy, pero su ejecución era tan brillante que ese detalle se antojaba lo de menos. Hicieron el rock, como decía el himno “Let There Be Rock” de AC/DC.
Phil Campbell and the Bastard Sons podrían haber soltado un rotundo puñetazo sonoro en la mesa con un volumen en condiciones. Al lastrar el escenario principal la limitación de días anteriores, gran parte del repertorio se tornó inofensivo y favoreció la aparición de las consabidas y molestas cotorras. Por fortuna, “Born To Raise Hell” de Motörhead y la piedra angular “Ace of Spades” lograron enmudecer a los más ignorantes, con una recordada parte con gritos a pulmón de la afición. Con más vatios habrían resultado matadores.
El 40º aniversario del disco ‘Love At First Sting’ suponía un claro atractivo en esta extensa gira peninsular de Scorpions. No creo que existan demasiadas ocasiones en el futuro de volver a ver a Klaus Meine interpretar un arranque tan potente como “Coming Home”, con la voz del cantante sonando antes de que este irrumpiera en escena. No lanzaba con furia la silla como antaño, pero estamos en 2024, hay que ser conscientes.
Y teniendo esto en cuenta, deberíamos asumir que por mucho que el resto de la banda esté en un estado de forma espectacular el señor Meine ya no está para demasiados trotes tras la compleja operación de columna a la que se sometió recientemente. El hombre apenas se puede mover, pese a que la cosa no llegue a los extremos de Brian Wilson (al que literalmente aparcaban frente al piano) y en la actualidad entona más bien para el cuello de su camisa. Eso sí, de una manera muy digna para su edad, otros se suben al escenario en peores condiciones.
“Gas In The Tank” fue el único recuerdo al último disco de estudio ‘Rock Believer’ y en “The Zoo” Rudolf y el bajista hacen buen uso de la pasarela situada a mitad de escenario mientras Matthias Jabs se pone con su mítico talk box, uno de los más legendarios de la historia del rock junto con el de “Livin’ On A Prayer” de Bon Jovi. La instrumental “Coast to Coast” la bordan al milímetro, con una precisión encomiable, antes de que Klaus nos invite a un viaje a los ochenta mediante “I’m Leaving You”. Qué genial que hayan recuperado esta joya, junto a la también poco frecuente “Crossfire”.
“Después de todos estos años todavía corremos salvajes”, decía Klaus antes de un himno del calibre de “Bad Boys Running Wild”. Aquí había del mismo modo trucos para que el frontman descansara la voz, el solo de Matthias Jabs de “Delicate Dance”, al igual que la animalada de solo de batería que se cascó Mikkey Dee, eran ejemplos de esto último, pero la cosa no llegaba a la desfachatez de Deep Purple, con su interminable virtuosismo para camuflar limitaciones vocales.
“Wind of Change” y “Send Me An Angel” nunca nos llamaron, por lo que sirvieron más bien para echar un cigarro o ir al baño antes de otra de las de verdad como “Tease Me Please Me” y “The Same Thrill” fue otra de las grandes sorpresas de esta gira. Deseando que hagan lo mismo con ‘Savage Amusement’, nuestro disco preferido de los alemanes.
“Blackout” y “Big City Nights” confirmaron que había sido una noche digna de rock antes de que regresaran con su balada por antonomasia “Still Loving You” y un “Rock You Like A Hurricane” que se convirtió en la última canción del grupo que sonaría en la península en lo que restaba de 2024. Las limitaciones físicas son las que son, y contra eso difícilmente se podrá luchar, aunque molaría que siguieran repasando sobre el escenario el resto de su discografía.
Hasta aquí dio de sí el Tsunami Xixón Festival de este año, una cita que se ha transformado en un altavoz para el mundo para denunciar injusticias, sean estas las que sean, lo cual siempre será mejor que esos centros comerciales camuflados donde te intentan colar otros productos con la excusa de la música. Y que siga por muchos años.
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3 comentarios
Pedazo de resumen hacia las cañeras y rockeras descargas por parte de históricas bandas como SCORPIONS, BAD RELIGION junto a las de RAFA KAS y PHIL CAMPBELL AND THE BASTARD SONS.
Cantando al cuello de la camisa... No puedo estar más en desacuerdo con ese comentario... Ya les gustaría a muchos llegar a la edad de klaus Meine con su estado vocal... No es el de antes, obviamente, por que tiene 76 años,pero sigue teniendo un chorro de voz, una técnica y una dignidad, brutales!!... Respeto para uno de los mejores cantantes de su generación!!
Anda que irte al baño con Wind Of Changes, ya te vale! Los que nos quedamos cantanos el estribillo a pleno pulmón, un puntazo