Crónica de Kutxa Kultur Festibala 2016: Label vasco y princesitas indies

8 septiembre, 2016 9:33 am Publicado por  Deja tus comentarios

Monte Igeldo, San Sebastián (Guipúzcoa)

La vida en ocasiones puede ser maravillosa. Que te lleven sin colas ni agobios hasta lo alto de una montaña y que allí mismo hayan plantado un parque de atracciones con autos de choque, montaña rusa o puestos de palomitas, únicamente se echaría en falta el inevitable algodón de azúcar para completar tan idílica estampa. En esta suerte de Arcadia feliz tampoco se utiliza dinero, sino una novedosa pulsera "Cashless" que se carga en unas taquillas en la entrada y así puede uno desenvolverse por el recinto cual héroe futurista extendiendo el brazo como si fuera a brotar cualquier extraño artilugio.

Y por si fuera poco, la presencia femenina supera con creces la masculina, ya está bien de campos de nabos. Este festi guipuzcoano es algo así como el hermano pequeño del BBK Live, el mismo tipo de cartel generalista que se mueve entre el indie pop y el rock evitando escorarse hacia un estilo concreto. Pero eso trae también sus lodos, el tan temible postureo, esos que acuden a los conciertos a sacarse el selfie que inmortalice en redes sociales todo lo que molan. Y luego están los que encaran los bolos como una lista de reproducción en Spotify, unos segundos en un escenario y venga para otro, no hay tiempo que perder. Que no repartan un programa con horarios y demás favorece este desconocimiento absoluto de lo que uno está viendo en ese momento. Menos mal que algunos venimos con los deberes hechos de casa.

Como hemos apuntado, el tema de infraestructuras aprueba con nota, el meteórico servicio lanzadera desde la ciudad es espectacular, y encima al terminar cada jornada te llevan en otro bus hasta una sala en la que la fiesta se prolonga casi hasta el amanecer, si no disponen de un escuadrón encargado de arropar a los asistentes poco falta. Una lástima que no se materializara al final la promesa del Escenario Pato en medio del agua y en su lugar hubiera que improvisar un emplazamiento alternativo, aunque aquello en realidad sonara más a “bilbainada” para marcar paquete por parte de los promotores.

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Blues crepuscular

Si llega un momento en el que los festivales crecen, maduran y se independizan, el Kutxa Kultur cumplió en esta edición su mayoría de edad al abarrotar el monte Igeldo hasta los topes. Pero eso no fue desde el comienzo, ya dijimos que había mucho postureo, por lo que a los locales Amor de Tokyo debieron de verlos cuatro gatos, algo más de gente se congregaba ya con Ane Leux, cantautora elegante con vaporoso vestido negro y pantalón elástico por debajo a la que se intuía un amplio bagaje musical.

Pese a que en ocasiones recordaba a delicadas divas postmodernas tipo Anni B. Sweet, no renunciaba a la cacharrería fantasmagórica deudora de Nick Cave & The Bad Seeds o a latinismos que podrían agradar incluso a seguidores de Bunbury, caso de “Sin rumbo”, “un bolero con toques trip hop”, advirtió. Y muy sintética resultó su versión del celebérrimo “Tainted Love” de Ed Cobb. Con tanta clase como su vestimenta.

No nos sedujo lo más mínimo el indie rock ramplón y comercialoide de L.A., aunque para pasar el rato no estaban mal. Bastante más fuste demostraban las promesas del post punk patrio Juventud Juché, que no variaron demasiado las gratas sensaciones dejadas en el último BBK Live con odas al nihilismo del calibre de “Pasos” o “Zona muerta”. Se agradeció escuchar guitarras chirriantes en tan ultracorrecto entorno y casi parecía que conjuraban una tormenta sónica de la que la mayoría pasaba de largo. Hipnóticos y fríos, su presencia rasgó el clima buenrollista oficial. Tremendos.

Local Natives eran otro peñazo indie pop del que convenía huir como de la peste, pese a que la proliferación de chicas invitara a quedarse. Lo más auténtico de la jornada llegaría sin duda de la mano de Dan Wilson, vocalista inmenso de los garajeros The Cubical que ya tocó con su anterior banda en el Azkena Rock Festival del 2010. Otro de esos sonidos que por su rudeza podría provocar aspavientos con una voz aguardentosa a lo Tom Waits y un rollo blues añejo crepuscular que ganaba por su sombría puesta en escena cargada de niebla.

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Berri Txarrak

Acompañado de un bajista vasco, el bueno de Dan simpatizó con la concurrencia, que se desmelenaba en sus momentos más country. Aquí sí que no había nada de postureo, solo gente auténtica y respetable aficionada a la música con alma, aquella que uno esperaría encontrar en un garito infecto envuelto en humo a altas horas de la madrugada. Contagiaron su espíritu noctívago total.

Lo cierto es que tras el repertorio errático de la última vez en Mundaka, no esperábamos demasiado de Berri Txarrak, confiado en que abrazarían sin disimulo sus piezas más indies, pero nada más lejos de la realidad, porque quizás crecidos por el factor ambiente ofrecieron guitarrazos inapelables desde los primeros temas con “Folklore” y enfilada por medio de un redoble “Gure Dekadentziaren Onenean” a toda pastilla.

Tal preludio ya indicaba que el frenetismo sería la tónica habitual de la velada, sin pausas ni para respirar, un sonido a un volumen atronador y una actitud de comerse el escenario que los consolidaría como lo mejor de la jornada y quizás del festival. Pusieron al personal a botar al unísono en “Ikasten” y el estribillo de “Denak Ez Du Balio” se coreó con tanto ímpetu que se oiría hasta en la playa de La Concha.

No disponían de mucho tiempo, una hora escasa que se esfumó volando, pero vaya si les cundió, incluso pudieron homenajear a Mikel Laboa en “Liluraren Kontra”, algo inusual en directo. Gorka mandó alzar la voz contra los ataques sexistas y ya se pusieron en plan Pink Floyd con “Poligrafo bakarra”, que a modo de coda no desentona en absoluto. Acertaron de pleno con el repertorio esta vez. Un hermoso acto de reconciliación.

Y otro valor seguro en las distancias cortas es esa coalición de veteranos llamada Corizonas, que abarrotaron su escenario pegado a los autos de choque como ningún grupo esa jornada y reveló las carencias de dicho emplazamiento para acoger ingentes multitudes. Fernando Pardo no anduvo tan dicharachero como en otras ocasiones, tal vez por el repertorio limitado, y cedió el protagonismo absoluto a su curtido y colosal frontman Javier Vielba, que no tardó en conseguir que el público comiera de su mano.

Celebraron la vuelta de Loza a la batería tras un periodo lesionado con el “Wish You Were Here” de Pink Floyd, que acercaron al country rock, y certificaron el enorme potencial de su reciente plástico ‘Nueva dimensión vital’, con “La cuerda que nos dan”, “Todo va bien” o el pegadizo tema homónimo que por su melodía recuerda a El Último de la Fila. En su línea.

Teníamos expectación por ver a Bloc Party, ya que la única vez que coincidimos con ellos en directo fue en el BBK Live del 2012 y aquello estaba tan a reventar que apenas se distinguía nada. Aquí el ambiente era más relajado, pero el entusiasmo del respetable no desmerecía en absoluto a lo que recordamos de la cita bilbaína. Y eso que los londinenses parecían bastante paraditos, su vocalista Kele Okereke se ha multiplicado por dos con el paso de los años, pero a nivel vocal sigue dando bastante el callo, algo que demostró desde el principio con “Mercury” o “Virtue”.

Uno de los momentos cumbres fue su himno “Hunting For Witches”, del imprescindible para cualquier fan del rock alternativo ‘A Weekend In The City’, pionero en su rollo además en la incorporación de elementos electrónicos o instrumentos de cuerda. Su orientación hacia el soul actual no sorprende tanto, aunque nunca han dejado de lado esa vertiente experimental que sobresale en sus bolos.

Precisamente quizás se excedieron en ese aspecto con toda esa sinfonía de ruiditos con la que nos deleitaron, cuyo colofón estuvo en la novedad “The Love Within”, aunque la peña no paró de botar. Se piraron de improvisto así sin despedirse ni nada, pero tuvieron la decencia de regresar con su clásico “Helicopter”, entonada a pleno pulmón por la concurrencia. Y lo que no tiene nombre es que no tocaran “Flux”, su tema de fiestón indiscutible, pese a que fueran reclamados durante varios minutos por los fieles. A veces los recitales de una hora escasa solo valen para calentar la bragueta y no ir más allá.

Poemas de tristeza infinita

Para los amantes de los festivales sosegados se convierte en toda una delicia subir al monte Igeldo a primera hora en autobuses casi vacíos, sin esperar colas y encontrarte luego con un recinto prácticamente desierto para campar a tus anchas. Es lo que tiene el postureo, que aguarda hasta el “prime time” de los ocho o nueve de la noche para dejarse ver por allí y entregarse entonces a la orgía de selfies.

Hubo cierto retraso en la apertura de puertas, que provocó recortes en el repertorio de los oficiantes en el Escenario Pato para que no se solaparan las actuaciones. Hoy también nos íbamos a quedar con las ganas de contemplar a bandas en medio del agua, aunque el nuevo emplazamiento, a medio camino entre los dos lugares principales, era una solución aceptable, salvo cuando tocaba echarse para atrás porque un autobús de guiris quería visitar el parque.

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Bloc Party

Para paliar la espera nos entretuvimos con Charlie and the Colours, un simpático inglés afincado en Donosti con una voz prodigiosa que recordaba a Tom Chaplin de Keane o a Brandon Flowers de The Killers. No era lo que se dice un subidón tremendo, pero como BSO de una plácida siesta veraniega podría valer.

Entre la electrónica y el post punk delirante se movían Musculo!, un proyecto eminentemente instrumental con alguna que otra voz etérea de vez en cuando. Hubieran pegado de plena madrugada. Y con un puestazo de anfetas, alcohol, porros o lo que sea.

Mucho nos habían hablado de Perlak, una rareza en el panorama local con su post punk deudor de Joy Division, aunque tras el éxito de Belako se empieza a abrir cierta brecha en este antaño inusual estilo por estos lares. Los juegos de voces les dan un halo celestial que contrasta con sus ritmos fantasmagóricos y solemnes. No aptos para depres o débiles de espíritu.

El primer bolo en el escenario grande tampoco era recomendado para los que amaban la vida, pues el shoegaze y rock alternativo de Neuman es necesario cogerlo con pinzas. Con gafas de sol y pinta de atormentado a lo Nacho Vegas, el líder Paco Neuman se mostró esquivo y quizás hasta un poco cabreado, aunque es muy probable que todo forme parte de su indolente pose en escena.

Pero la luz se fue abriendo camino a través de “Hell”, aquella pieza que cantaba en estudio junto al gran Ken Stringfellow de The Posies, Big Star, R.E.M. y que recientemente hemos visto por nuestro país junto a Marky Ramone. La aproximación al power pop a lo Teenage Fanclub se materializó asimismo en “Bye Fear/ Hi Love”, otro corte excepcional en el que Paco sobresalió como vocalista y otorgó la dignidad requerida a una pieza lastimosa pero optimista a la vez.

Lo cierto es que como intérprete gana muchísimo en las distancias cortas y consolidó las gratas sensaciones que nos dejó el año pasado en el BBK Live. De enmarcar fue la melancólica “Too Pretty”, un intenso in crescendo que desembocó en un mar de ruido. Distorsión y emoción a cargo de un tipo que se deja la piel en lo que hace. Si hubiera justicia en este mundo, debería ser uno de los grandes talentos del país. Un bello poema de tristeza infinita.

Lo vamos a confesar, nos acercamos a ver a la cantautora catalana de ascendencia irlandesa Núria Graham porque era pelirroja, guapísima y su rostro de muñequita ya nos convenció antes de escuchar un solo acorde. Pero luego nos dimos cuenta de que era algo más que una mirada angelical y que tenía un interesante punto rockero a lo Patti Smith o PJ Harvey, sin perder ese halo de princesita indie que casi parece elevarse por encima de los mortales.

“Estaría charlando, pero no hay tiempo”, dijo por el retraso ocasionado en el Escenario Pato y suscitó reacciones diversas en el respetable. Unos exclamaban “¡Qué dulzura!” por sus tonos melodiosos y otros brutos más impacientes gritaban “¡Dale caña a la guitarra, hostia!”, pero ella fue a lo suyo, sin que la atosigaran, y sin alcanzar el pleno desmelene, al final no se tornó tan sosegada. Su hipnótica voz enganchaba.

Lo de Cat Power era la encarnación pura del postureo, los hipsters más recalcitrantes amenazaban con marcharse tras terminar su bolo. A nosotros no nos llamó demasiado la atención esta diva de malas pulgas que prohibió hacer fotos y algunos decían que era “alcohólica”. Se disculpó porque su banda había sido retenida por “problemas de inmigración” y ahí se presentó con la única compañía de una guitarra y un piano de cola a eso de las nueve de la noche, hay que tenerlos cuadrados. Porque si te ponen un recital intimista a esas horas en un teatro con butacas, podría entenderse, pero no que lo colocaran en una franja tan privilegiada del cartel.

Era un concierto de esos en los que había que estar. Para formar corrillos y hablar como en la pescadería. Poca gente en realidad prestaba atención a lo que sucedía en las tablas, por lo que aquello se antojaba una especie de hilo musical de fondo. No era para menos, durmió hasta a las piedras.

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Belako

El escenario Kutxa Kultur Musika volvió a quedarse pequeño para acoger a la desbordante marea de seguidores de Rural Zombies, que siguen en progresión ascendente y ya deberían tocar en recintos de mayores dimensiones. Es una gozada escuchar la voz de Julia clavando cada tono y notarla cada vez más cómoda en escena, a años luz de aquella chica tímida que apenas se movía del teclado.

Y no nos podemos olvidar del descomunal talento de su guitarrista, principal artífice de un sonido muy personal, lo cual tiene un mérito increíble en un género tan trillado como el indie rock. El repertorio fue prácticamente el mismo que el del BBK Live un par de meses antes, esto es, los temas que componen su debut ‘Bat’, aparte de su consabida versión de La Roux “In For The Kill”, que les sienta como un guante. Mejores que cien mil grupos guiris.

La capacidad de sorpresa es algo que no se debería perder jamás por nada del mundo y eso Belako lo saben muy bien al atreverse a cambiar de pies a cabeza su repertorio, que nada tuvo que ver con su actuación de cátedra en el último BBK Live. Ante esa avalancha de grupos que ponen el piloto automático y se tiran años y años tocando las mismas canciones en el mismo orden, se valoran más, si cabe, estos detalles que demuestran que detrás de los instrumentos hay en realidad seres humanos y no meros autómatas o funcionarios sin el menor atisbo de pasión.

Y de eso a estos chavales de Munguía les sobra por los cuatro costados, basta verles en cualquier concierto para comprobarlo, incluso aunque no sea suyo, como cuando su vocalista Cris no dudó en surfear entre la multitud en un garito en el que sudaban hasta las paredes. Conjurando las ganas de fiesta del personal, sorprendieron al comenzar con “Aarean Bez”, que enseguida metió a todos los fieles en situación por su aire New Order, y Josu no tardó en tomar las riendas a la voz en “Zaldi Baltza”, otra pieza destinada a espolear a los más reticentes, si es que realmente hay de eso en sus recitales.

El bajo retumbante a lo Joy Division atronó en “Fire Alarm” y en “Nomad” alcanzaron la estratosfera con el respetable botando al unísono como si fuera un auténtico clásico. No les asusta tampoco recurrir a temas no editados, que se acogen con idéntico entusiasmo, caso de aquella canción nueva que tocaron en el BBK Live y que repitieron en esta ocasión, si no me equivoco.

Relajaron con “Track Sei”, que un servidor hubiera desechado a favor de “Crime” o “Vandalism”, antes de retomar el pulso post punk en “Off Your Shoes” o “Eat Me!”, que sirvió de colofón a un bolo atípico por su repertorio que fue casi visto y no visto. Una prueba de madurez artística que los encumbra como una banda con suficientes recursos para no repetirse y proporcionar experiencias completamente diferentes de un bolo a otro. Eso solo lo hacen los grandes de verdad.

Y otros que continúan en otra constelación ofreciendo recitales intensos, de encoger el corazón, son Nudozurdo, que incluso con espacio y cancionero muy limitado pueden facturar actuaciones de órdago. Unos apóstoles de la pena infinita que metieron a la congregación de inmediato en el bolsillo con “Mil espejos” y subieron ya varios escalones al restar velocidad y añadir poso agónico en “Ha sido divertido”. Una procesión hacia el Gólgota que tuvo su clímax en “Dosis Modernas” en la que hasta una rubia del público se puso a bailar ballet. Su paleta de sensaciones evocadas no conoce límites.

Recurrir a los inclasificables !!! (Chk Chk Chk) para cerrar un festival suponía una contrastada garantía de despiporre, máxime cuando su última visita a la capital guipuzcoana terminó en un chapuzón colectivo en la playa de La Zurriola. Hace un par de años cancelaron su presencia en el Kutxa Kultur por “problemas familiares”, así que tanto artistas como aficionados andaban con ganas de quitarse la espina clavada.

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!!! (Chk Chk Chk)

El tiempo acompañó de lo lindo para que su frenético vocalista se paseara en bañador como guiri en Magaluf y descargara todo su arsenal de movimientos a cada cual más ridículo, a veces daba hasta un poco de vergüenza ajena y seguramente si uno se lo encuentra en un bar huya de inmediato hasta la esquina opuesta.

Pero en un escenario era otro rollo y su capacidad para enardecer a las masas ya lo absolvía de casi cualquier indignidad. A su vera tenía a una negra en bragas de caderas generosas, que aparte de lucir una voz impresionante, se complementaba a la perfección en el espectáculo hasta el punto de que los bailecitos a lo ‘Fiebre del sábado noche’ que se marcaban los dos se antojaban lo mejor del show.

Su dance punk deudor de LCD Soundsystem no hace ascos a nada y lo mismo evoca el sonido disco primigenio de los setenta o el funky en “Freedom ‘15” que se aproxima al post punk o al synth pop vía New Order, caso de la pegadiza “Till’ The Money Runs Out”. Para gente sin complejos musicales, desde luego.

Uno de los momentos imborrables que permanecerá en la retina de los asistentes será cuando invitaron a unas cuantas chicas a subir al tablao y luego los machos hicieron lo propio mientras se descontrolaban e imitaban los movimientos ridículos del cantante. Se llenó aquello de freaks que bailaban como Carlton Banks y algunos de la emoción hasta se dejaron por ahí el móvil. Deberían aparecer junto a la definición de desmadre padre. Una despedida de soltero pasada de vueltas.

Y así se clausuró esta edición de la mayoría de edad en la que se consolidó el Kutxa Kultur Festivala al atraer a más de 10.000 espectadores a un recinto que en determinados momentos se quedaba pequeño. Un logro conseguido sin estrellas mastodónticas, sino con figuras de label vasco que en poder de convocatoria ya nada tienen que envidiar a los de fuera. Autóctono y al mismo tiempo internacional, como las princesitas indies, mundanas y a la vez inalcanzables.

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

Redacción
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