Crónicas

Galactic Empire: Yo soy tu grupo

«La nostalgia, siempre es la nostalgia»

Sala Caracol, Madrid.

Texto: Alberto Zamora. Foto y vídeos: Jorge Torrico

Lo mismo vale para refugiarte de los sinsabores del día a día como para dar rienda suelta a la expresión artística basada, paradójicamente, en el momento actual. Y es que muchas veces resulta mucho más cómodo mirar hacia detrás que hacia delante. Y huelga decir que también sirve para sacar eureles a un público que sabes que siempre va a responder.

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Tal tabarra viene a cuento del escaso tiempo (no llego a la hora) en el que los componentes de Galactic Empire estuvieron sobre el escenario. Vale, es Star Wars, pero más de un miembro del público se mostró insatisfecho frente a la brevedad del bolo.

Comentados los aspectos negativos, vayamos a la comunión freak-metalera que se vivió entre las paredes de la sala Caracol. Dos horas antes ya podían verse en la puerta sus buenas vestimentas galácticas (sin llegar al cosplay, aunque hubiera sido la monda) y el recinto presentaba una más que considerable entrada visto lo peculiar de la propuesta; es lo que tiene el legado galáctico.

Musicalmente el grupo es intachable. El trasunto de Darth Vader puntea con gran clase y elegancia, siendo respaldado por la contundencia metalera de la guitarra de Red Guard. Mención especial al desatado bajista (Bass Commander), que no paro quieto ni un segundo, y al tremendo batería Boba Sett, que no se cortaba un pelo a la hora de darle caña al doble bombo.

Los temas fueron los esperados (y ansiados) por todo el respetable. Comenzaron por todo lo alto con “Star Wars Main Theme” y con “The Imperial March”, aunque los momentos álgidos llegaron de la mano de “Cantina Band”, con todo el público saltando y bailando, y con el épico fin de fiesta representado por “Duel of the Fates”, de lejos, el mejor momento de toda la noche (y también de aquella infamia conocida como La Amenaza Fantasma).

Una propuesta de esta calaña (Star Wars + Heavy Metal), que por obvia no resulta menos estrafalaria, solamente puede enfocarse desde el cariño y el buen humor, algo que quedo claro en los mini sketches que hacían de puente entre los distintos temas.

Si me preguntáis, el asunto no va más allá de la mera curiosidad, pero os estaría mintiendo si no dijera que tuve una sonrisa bobalicona durante todo el concierto y que me sorprendí con lo bien que aguantaban las composiciones del señor Williams trasladadas a riffs cañeros y dobles bombos. La gente se divirtió, el grupo toco bien y la velada fue una frikada. ¿Qué más se puede pedir?

Texto: Alberto Zamora
Foto y vídeos: Jorge Torrico

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Esta entrada fue escrita por Redacción

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