Crónicas

Arch Enemy + Wintersun + Tribulation + Jinjer

«Licencia para triunfar»

20 enero 2018

Sala La Riviera, Madrid

Texto: Jason Cenador. Fotos: Alfonso Dávila

Aunque muchos reaccionaron con escepticismo en su día hacia la continuidad de Arch Enemy cuando Angela Gossow decidió deponer las armas y centrarse en cometidos lejos de los escenarios, sin por ello desvincularse de la banda, el tiempo y las decisiones acertadas han conducido Al grupo afincado en Suecia a su etapa de mayor éxito a todos los niveles. Su buen momento volvió a quedar al descubierto con el lleno absoluto cosechado en un templo de la música en directo – antes de las doce, después mejor huir – como la Sala La Riviera de Madrid, con el empujón extra de tres fabulosas bandas como Wintersun, Tribulation y Jinger para completar el plantel de una gloriosa tarde noche de brutalidad y melodía. De hecho, los tickets se encontraban completamente agotados diez días antes de la gala.

Que fuese en sábado ayudó a que el recinto presentase una buena imagen de público a las seis de la tarde, la temprana hora en la que los ucranianos Jinjer pisaron el escenario. La cola era kilométrica y no todos los que estaban en ella llegaron a tiempo a disfrutar de los primeros compases de un concierto que rompió los esquemas de más de uno. Con un registro estilístico fuera de lo común por su tremenda versatilidad, el conjunto tan pronto nos volaba la tapa de los sesos a ritmo de salvaje death metal y metalcore como nos columpiaba en pasajes de metal melódico rozando con accesibilidad incluso otras hierbas musicales más ligeras. Todo sin dejar de coquetear con una vocación progresiva que planeaba constantemente por su repertorio.

¿Y quién es la principal responsable de la marmórea eficacia y la inusitada frescura que inyecta Jinjer a la escena? Sin duda su vocalista, Tatiana Shmaylyuk, una bestia de escenario, una artista innata, una diosa de la voz. Sorprendía comprobar las drásticas variantes de registro que ponía en práctica, desde atronadoras guturales que aterrizaban en tonos increíblemente graves hasta unas voces limpias sin fisuras y con énfasis, próximas a veces al blues o al soul. Su derroche de capital artístico lo complementaba con una puesta en escena digna de toda una profesional del directo, con una presencia más propia de una artista consagrada en la primera línea, con lo que no es de extrañar que Jinjer, cuyos instrumentistas tampoco se quedan atrás, estén subiendo como la espuma. Entre las canciones que tocaron, “Words of Wisdom”, “I Speak Astronomy”, “Pisces” o la definitiva “Who Is Gonna Be the One”.

La intensidad y el volumen que expelían los altavoces bajaron en la actuación de los suecos Tribulation, que aunque tiraron de oficio y se les notaba las ganas de trasmitir en vivo la energía que atesoran sus canciones de death metal con pinceladas black y espíritu de rock and roll, el resultado se quedó a medio camino y redundó en cierta frialdad entre la audiencia.

El grupo de Arvika ha conocido las mieles del éxito sobre todo en los últimos años, y acudía a la ciudad del oso y el madroño escasos seis días antes de que su nuevo álbum, ‘Down Below’, salga a la venta. Quizá este momento de transición en el que se encuentran inmersos, sin posibilidad de que el público acompañase al máximo unas nuevas canciones que ya están en el repertorio pero que no han visto la luz a tiempo para ser conocidas por sus acólitos en estos compases de la gira, condicionó su actuación e indujo a cierta indefinición, a que resultase más plana de lo esperado. Del inminente disco ‘Down Below’ sonaron piezas como “Lady Death”, “Nightbound” o “The Lament”, que se entrelazaron con otras de vieja cosecha como “Melancholia”, “The Mother of God” o “Strange Gateways Backon”.

Rompieron la baraja los momentos de mayor desarrollo instrumental, en los que daban rienda suelta a su caudalosa creatividad y que oxigenaron un show que pudo haber sido mucho más entretenido y haber mantenido la atención del respetable más fija sobre el escenario. Seguro que en la próxima emocionan más.

Siempre genera mucha expectación un concierto de Wintersun, banda laberíntica y compleja donde las haya puesta en marcha allá por 2004 por Jari Mäenpää cuando decidió cambiar de aires y darse de baja en la agrupación que lo catapultó, Ensiferum. El virtuoso compositor, guitarrista y vocalista ha puesto en la calle tres álbumes de estudio bajo el sello de Wintersun en todo este tiempo, lo que pone de relieve su complejo del proceso de confección, y ha ido incrementando sus apariciones en directo. La banda se encuentra presentando ‘The Forest Seasons’, un disco de cuatro canciones correspondientes a cada una de las estaciones, como si de los Vivaldis del death metal sinfónico se tratasen.

Choca ver como uno de los más destacados guitarristas finlandeses en estas lides sonoras renuncia a tocar su instrumento en directo en la banda que lidera y se centra únicamente en las voces, algo que devaluó el show a pesar de la firmeza y seguridad con la que los otros dos guitarristas, Teemu Mäntysaari y el recién incorporado Asim Searah, defendieron los vertiginosos y dificultosos solos de las canciones. En cualquier caso, y a pesar de que el sonido no estuvo del todo a la altura – no es fácil ecualizar con precisión todo ese huracán sonoro –, Winterun consiguó conectar con la audiencia y maravillar con su bárbaro torrente musical.

Como los temas de su último plástico son verdaderamente extensos, solo cupieron dos, “Awaken From the Dark Slumber (Spring)” y “Loneliness (Winter)”, que coexistieron con temas que funcionan mejor en vivo como la delirantemente genial “Winter Madness” – para locura, su solo con ínfulas neoclásicas, uno de los mejores que uno recuerda –, “Sons of Winter and Stars”, “Battle Against Time” o “Time”, quedando en el tintero alguna de las canciones más icónicas de su homónimo debut. En cualquier caso, siempre es una buena noticia poder disfrutar en vivo de una banda que no tiene parangón en la escena, y bajo la batuta de un animado Jari, muy en sintonía con el público, el show nos transportó a otro nivel, el que deslumbra en el abrumador universo musical de Wintersun.

Tras el debido y necesario momento de asueto – cuatro bandas de esta envergadura tocando sucesivamente suponen cierta exigencia física para el espectador –, el “Ace of Spades” de Motörhead a todo volumen nos metió en harina para que, intro mediante, Arch Enemy saliera con todo su arsenal para completar otro concierto de matrícula de honor. Llevan años siendo la perfección en el escenario, la profesionalidad absoluta, la garantía de conciertos increíbles de metal, así que todos los presentes, especialmente los que los habíamos seguido la pista últimamente, acudíamos a orillas del Manzanares convencidos de que íbamos a vivir otra grandiosa experiencia de death metal melódico perfectamente ejecutado. Y no, no nos equivocamos. Ni los más agoreros habrían previsto lo contrario, máxime después de haber puesto en la calle un álbum monumental como ‘Will to Power’, que se repartió el protagonismo en el repertorio con el anterior, ‘War Eternal’, el cual tuvo incluso más representación; y un buen puñado de clásicos que cada vez son más difíciles de seleccionar.

Abrió la lata una joya de nuevo cuño, “The World Is Yours”, sucedida por la fangosa “Ravenous”, pura oscuridad, elegante violencia. “Stolen Life” precedió a la primera vez que Alissa White-Gluz se dirigió a la audiencia, con la fuerza y la certidumbre de quien sabe que habla por una banda que está haciendo historia y en la que ella aterrizó procedente de The Agonist para dignificar su legado y asegurarse de que su trayectoria seguía siendo ascendente. Misión cumplida gracias a su prodigiosa garganta, que hace de ella una de las mejores vocalistas guturales que se recuerdan, y también al magnetismo que destila sobre el escenario.

Lo primero que sorprendió del último cedé de Arch Enemy fue la inusitada crudeza de su primera canción al uso, “The Race”, mucho más directa, primitiva y descarnada de lo que acostumbran. Su ejecución fue el pretexto ideal para uno de los mayores mosh pits de la noche, induciendo a una locura que alcanzó cotas álgidas en “War Eternal”, representante de su penúltimo álbum y una de las más celebradas por la asistencia.

Habitualmente hace gala de un gesto frío e impávido, que alimenta su leyenda de seriedad, pero el guitarrista Michael Amott, baluarte de la banda e hilo conductor desde su génesis a nuestros días, se esmeró en animar al público en el centro de la escena antes de que descargaran “My Apocalypse”, cuyo irresistible interludio melódico más pausado sirvió para que el público moviese las manos a un lado y al otro a instancias de Alissa. La propia vocalista tuvo a bien informarse de quiénes habíamos visto antes a la banda y de dar la bienvenida a bordo a aquellos que lo hacían por primera vez antes de “Blood in the Water”, en lazada con la vertiginosa “No More Regrets”.

Unos instantes de penumbra y tramposo silencio antecedieron a “You Will Know my Name”, con una Alissa salvaje. Acto seguido, una avasalladora base rítmica marcaba el inicio de “Bloodstained Cross”, en la que volvió a ser evidente que nos hallábamos ante unos músicos absolutamente espectaculares. Sin ánimo de desdeñar a ninguno, cabe destacar por encima de todo la impresionante calidad de Jeff Loomis. El que fuera guitarrista de Nevermore ha proyectado varios grados más de genialidad sobre la de por sí cualificadísima interpretación de Arch Enemy, y cargó sobre sus privilegiados dedos tres cuartas partes de los solos. Y sí, nos dejó con la boca abierta cada vez que los deslizaba por el mástil, con una maestría al alcance de casi nadie. La dupla de forma con Michael Amott es antológica, y la coordinación entre ambos cuando las guitarras se doblan, digna de llamar a la NASA y que la estudien.

Una de las composiciones más brillantes del último plástico y probablemente de la trayectoria de Arch Enemy, “The Eagle Flies Alone”, fue la antesala del comienzo, al arropo del público, que coreaba el nombre de la banda, de “Reason to Believe”, que emergió como un soplo de aire fresco con ese transitorio carácter de medio tiempo en el que Alissa se permite lucir un bonito registro limpio. Enseguida nos espabilaron con “As the Pages Burn”, que desembocó en la instrumental “Intermezzo Liberté”, con Michael Amott de protagonista absoluto con el único acompañamiento de la batería de Daniel Erlandsson, el otro superviviente de la formación que registró el primer disco allá por 1996. En “Dead Bury Their Death” Alissa aprovechó para ondear la bandera negra de la banda, que no falta en ninguno de sus conciertos, y la imprescindible “We Will Rise” fue la última antes de que se retirasen momentáneamente.

Los bises fueron inaugurados por “Avalanche”, tremendamente melódica, después de la cual Jeff Loomis soleó unos minutos en con sonido acústico.  Así abonaron el terreno para que floreciese “Snow Bound” y la bestial e hímnica “Nemesis” diera el golpe de gracia en un show colosal que culminó con la parte instrumental de “Fields of Desolation” a modo de outro.

Arch Enemy está en una burbuja, viviendo el momento más dulce de toda su trayectoria y triunfando con todo el merecimiento del mundo como una de las bandas de metal extremo más asombrosas de la historia. Y nosotros lo disfrutamos, deseando que pase mucho tiempo hasta que despierten de ese sueño en el que consiguen sumirnos en cada actuación. No, nos es que nos duerman. Al contrario, siempre nos hacen volar.

JASON CENADOR

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