COMBICHRIST: ÉXTASIS, ANFETAS Y LUCES PARPADEANTES

9 diciembre, 2014 7:04 pm Publicado por  1 Comentario

Sala Sonora, Erandio (Bizkaia)

mincobichrist

Combichrist | Foto: Alfredo Villaescusa

No es por sentar cátedra o ir por aquí de enteradillo, pero lo cierto es que en cuanto a géneros musicales existe una profunda desinformación y tergiversación de conceptos. Pongamos, por ejemplo, el rollo gótico, donde algunos incluyen sin pudor a propuestas sinfónicas como Nightwish o Epica que nada tienen que ver con el mentado estilo, a no ser que quizás uno se fije en exclusiva en su vestimenta oscura. Lo mismo ocurre con el metal industrial, que tampoco guarda demasiada relación con aquella etiqueta que inauguraran en su día Throbbing Gristle, Psychic TV o Esplendor Geométrico en nuestro país.

Pero, ojo, no se trata de hacer de menos a nadie, sino simplemente de aclarar ideas y arrojar un poco de luz a aquellos poco familiarizados en ese batiburrillo de nombres en el que a veces incurrimos los periodistas, valga la sana autocrítica. Por eso mismo, calificar a los noruegos Combichrist de góticos supone una imprecisión similar a decir que Iron Maiden hacen hard rock o cualquier otra insensatez que demuestre que uno no ha escuchado demasiado al grupo en cuestión.

Conocidos por estos lares básicamente por haber sido teloneros de los colosos Rammstein allá por 2009 o 2010, el combo del Icon of Coil Andy LaPlegua surgió en un inicio como un proyecto en el que dar rienda suelta al EBM (Electro Body Music) o al electro-industrial en la onda de Suicide Commando o Psyclon Nine. Eso era en teoría la intención original, porque ahora su estructura se ha asemejado a la de cualquier grupo convencional de rock, e incluso sus composiciones se acercan al metalcore de nuevo cuño, en un giro estilístico que ha sorprendido hasta a sus propios seguidores.

Tal vez por esta imprecisión, esa víspera de festivo juntaron a medio centenar de personajes de lo más variopinto, tipos de esos que uno no imaginaba que existieran por las inmediaciones. Aparte de una nutrida representación de emos, había unos pocos fieles de trenzas y colores estrambóticos, y una proporción nada desdeñable de borrachos pastilleros, de esos que dan por saco con la veteranía propia del anormal profundo y van chocándose con la mayoría de los asistentes de la sala.

Ante tal curioso ambiente, salieron los americanos William Control, proyecto electrónico del cantante de los hardcoretas punkis Aiden y que ejerció de perfecto entremés con su synth pop de toques ochenteros a lo Depeche Mode. El tatuado voceras William Roy Francis salió como un jefe con cigarro y copa y no tardó en conseguir que la peña se calentara con un combinado muy bien preparado en el que se mezclaban con acierto lo artificial con lo orgánico, sin mencionar unas notables habilidades a la voz. Hubo tal desmadre que el frontman tuvo la brillante ocurrencia de subirse a lomos de un dudoso borracho y casi se pega una toba de las que hacen época de no ser por la simpatía de los seguidores que le ayudaron a incorporarse.

Volviendo a aquel bolo epatante de la gira de Rammstein, de Combichrist uno recordaba en concreto su maraña sónica y su espectacular puesta en escena, casi como surgidos de un vertedero repleto de detritus o de un escenario post apocalíptico en plan ‘Mad Max’. El aspecto visual impactante lo conservan en cierta manera, aunque a veces parezca un cacao sumido en la indefinición absoluta en el que se mezclan sin ton ni son chaquetas de motero que rezan ‘Dixie’ con maquillajes blackmetaleros. Una idéntica falta de rigor que también se traducía en la apertura con la pieza homónima “We Were Made To Love You”, cercana al metalcore de ínfulas electrónicas de Enter Shikari y con partes repetitivas cual mantras para arengar a las masas.

“This Is My Rifle” ya introdujo el pastilleo con niebla y flashes martilleando como en una discoteca en la que todo dios estuviera puesto y nadie tuviera complejos en demostrarlo. Hembras descocadas se contoneaban frenéticamente mientras los machos movían los brazos de un lado a otro como cuando nos muestran en la tele algún sarao de Ibiza. Cualquier atisbo de actitud rockera entre la muchedumbre, pura coincidencia.

Pero a los noruegos lo que en realidad les mola ahora es el rollo Marilyn Manson, como certificaban “Maggots At The Party” o “Denial”. Que por supuesto podrá ser todo lo respetable que uno quiera, pero no es lo que cabe esperar en un bolo de Combichrist, en ese campo ya existen actores mucho más competentes, aquí cobra más que nunca sentido el famoso dicho castizo “zapatero a tus zapatos”.

Y lo suyo, tras un repertorio mayoritariamente irregular, se empezó a atisbar al final con esas piezas para fans del éxtasis, las anfetas y las luces parpadeantes que son un auténtico subidón, caso de “Electrohead”, en la que el personal se volvió loco con pogo discotequero, algunos casi volando de un lado a otro de la sala y una entregada muchedumbre bramando el estribillo “pretty pictures like you”. Lo mejor del bolo, sin duda, aunque para disfrutarlo en su plenitud harían falta toneladas de polvos blancos. Debería aparecer en proyecciones luminosas la famosa frase de Tierno Galván “el que no esté colocado, que se coloque”.

Siguieron en racha con otra para adictos a los estimulantes como “Get Your Body Beat”, ideal para desfasar un sábado a la noche cargado de bebida, porros o lo que uno más guste. Y el guitarreo casi punk de “Love Is A Razorblade” sorprendió así de primeras, pero moló ese inesperado cambio de tercio. Un sonido como de muelle reverberante nos dejó a la espera de los bises, donde confiaron en la novedad “The Evil In Me”, con Andy LaPlegua jugando a ser Johnny Cash y transformándose en un in crescendo de metalindustrial a lo Nine Inch Nails muy guapo. Remataron con el clásico “What The Fuck Is Wrong With You People”, inspirado claramente por el Reverendo y con su repetitivo estribillo atronando en cada una de las gargantas, devoción absoluta la de sus fieles.

A pesar de su tendencia irregular, quedó un regusto aceptable en el paladar, aunque claro, eso depende también del punto de vista. A la vuelta nos encontramos con un señor de unos 60 años trajeado y con corbata, un fan true del EBM que nos decía que había sido todo “demasiado metalero”. Cuestión de perspectiva.

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

Redacción
Etiquetas: , ,

Categorizado en: ,

Esta entrada fue escrita por Redacción

1 comentario

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *